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Historia
Estrategia discursiva y práctica social de deshumanización
Las prácticas humanas de distinción tienen larga data.


El 19 de marzo de 2003, George Bush (hijo), siendo presidente de Estados Unidos, pronunció un discurso en el que se refirió al pueblo de Irak como un enemigo que no se preocupa por las convenciones de guerra o los preceptos morales. Dilucidar las prácticas de distinción, así como sus fuentes nutricias y las funciones que cumplen en la sociedad, representa una necesidad de primer orden. 

Las prácticas humanas de distinción tienen larga data. La civilización de la Grecia Clásica concibió en su mitología la existencia de cíclopes como una raza que vivía en una tierra lejana, sin ley ni orden, para representar a las sociedades extranjeras que no se consideraban civilizadas como ellos. Los nacientes Estado-nación de la Europa moderna, construyeron sus identidades a expensas de otras identidades nacionales; en Alemania, justo después de su unificación, se fundó una agrupación para encontrar y remplazar términos extranjeros que se habían ocultado en la lengua alemana. 

Una guía que nos clarifica la mirada es atender al concepto de deshumanización entendido como una negación de que un cierto grupo sea “igualmente” humano; sin importar cómo se defina esa “humanidad”, se entiende como pintar al otro como “menos que humano” y en muchos casos trivializar sus vidas en comparación con las de aquellos cuyo estatus “humano” no está en disputa.

Esta concepción se acompaña, se haga explícito o no, de una estrategia discursiva y una práctica social que conducen a legitimar estas prácticas de deshumanización, la mayoría de las veces sin que nos percatemos que así sucede. A continuación, doy cuenta de los sentidos de estas prácticas que los estudiosos del tema han sintetizado.

Animalización: comparar a las personas con animales o establecer comparaciones con animales que denotan al grupo humano o al individuo como subhumano o infrahumano. Segundo, la deshumanización de la sanidad se presenta a partir de las amenazas que los individuos o grupos humanos representan al contaminar al grupo, propagar enfermedades o presentar diferentes tipos de peligros. Tercero, el sexismo, atribuirles a las mujeres actividades específicas a partir de su condición, resultado de una dicotomía deshumanizante donde los hombres son considerados más “humanos” que las mujeres. Finalmente, el clasismo, derivado de deshumanizar a las personas de clases socioeconómicas más bajas, negándoles especialmente ciertas cualidades supuestamente humanas como la competencia, civilidad y la autodeterminación. En suma, se trata de atribuir a los actores sociales la falta de cualidades como emocionalidad, calidez, apertura, agencia e individualidad. 

Como existen con muchos fenómenos sociales, una pista para entenderlos es atendiendo a sus manifestaciones indirectas. Es natural pensar que estos discursos y prácticas sociales, que se expanden y anidan en los sitios más recónditos del mundo, necesitan difusión masiva que a su vez requiere medios tecnológicos potentes, de alta calidad, así como campañas y grupos de pseudocientíficos encargados de sostener discursivamente y hacer digeribles estas monstruosidades humanas. Todo ello y más sólo puede ser sostenible a partir de destinar recursos del excedente de riqueza que es acumulada por el sector de la sociedad poseedora de los monopolios de capital.

En última instancia, la estrategia discursiva y la práctica social de deshumanización son acciones de una clase económica para mantener y acrecentar su dominio. Se trata de uno de los componentes ideológicos que ha desarrollado esta clase, las explicaciones arriba comentadas no tienen ningún sustento científico. La separación humana más cruenta y atroz que ha soportado la humanidad es aquella que se gestó con la aparición de la propiedad privada, sometiendo a la porción mayor de la humanidad a trabajar en beneficio de los que la poseen. 

Conocer en todas sus manifestaciones la estrategia discursiva y la práctica social de deshumanización y ubicar su raíz profunda, es un primer paso importante pues ello permite el reconocimiento. Actuar en todo momento para combatir la erradicación de tales actos, ya se trate en sus manifestaciones más simples o complejas, es un acto de consecuencia que hay que ejercer organizadamente con nuestros iguales, impulsando un proyecto de creación de una sociedad equitativa; de lo contrario, la degradación humana se agudizará. 

 


Escrito por Eneas Sánchez

columnista


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