En lo que va del año, más de 36 mil personas han solicitado asilo en México; la mayoría lo hizo en Tapachula, Chiapas.
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El domingo 24 de febrero se realizó una edición más de la entrega del Oscar, estatuilla dorada con la que la Academia de Ciencias Cinematográficas de Estados Unidos premia a lo que considera mejor de la industria del cine en los países más emblemáticos y desarrollados del capitalismo global. La cinta Roma, del mexicano Alfonso Cuarón, obtuvo tres óscares en las categorías mejor director, mejor fotografía y mejor película extranjera. Sin duda, el talento del mexicano destacó esa noche de premiaciones.
Sin embargo, el éxito de Roma fue precedido por dos fenómenos que abonaron las expectativas generadas por la cinta. Una fue el uso de la imagen de la actriz novata Yalitza Aparicio con la marca comercial de “sensación del momento”. Fue evidente una profusa campaña para “enaltecer a la raza indígena”. Yalitza es hoy por hoy el “símbolo del triunfo” de los mexicanos de “abajo”, los más desprotegidos y los siempre vilipendiados. O sea, que fue una campaña de pura demagogia y manipulación. Por supuesto que la estrategia publicitaria funcionó, porque Yalitza ha aparecido en revistas de modas, espectáculos, etc., lo que le dio un “plus” de fama y ventas a través de la plataforma digital Nettflix. El otro acontecimiento, que provocó cierta polémica (¿inducida por los propios intereses comerciales de esta firma?), derivó de la condición indígena de la protagonista de Roma. Varios actores y conductores de programas de espectáculos expresaron su molestia por el hecho de que una mujer sin ninguna preparación ni experiencia profesional en las artes escénicas se hubiera encumbrado nacional e internacionalmente. Las expresiones se hicieron sin ningún escrúpulo ético y fueron tan denigrantes y viles como aquélla en la que el actor Sergio Goyri calificó a Yalitza Aparicio de “pinche india”. No puedo descartar que estas expresiones formen parte de la promoción del filme.
En el cine, desde su emergencia como industria, han hallado expresión todas las ideologías, incluido el racismo, como fue el caso de la cinta de David W. Griffith, El nacimiento de una nación (1915), que exalta la supremacía racial de los blancos y se promueven organizaciones como el Ku Klux Klan, que hasta la fecha se dedica a linchar personas de raza negra. Sin embargo, se han producido también filmes que promueven la defensa de los derechos civiles de los afroamericanos como Selma (2014), en el que se retrata la lucha por la igualdad en los derechos de éstos y se denuncia el oprobioso régimen de segregación racial, que aún prevalece y que en el pasado reciente llevó a los fascistas estadounidenses a planear y asesinar a Martin Luther King, el líder negro y ganador del Premio Nobel de la Paz. Hay, asimismo, una extensa filmografía que ha alentado la integración racial en las sociedades, entre estas cintas destaca la mexicana Tizoc: Amor indio (1957), de Ismael Rodríguez y la estadounidense Mira quién viene a cenar (1967), de Stanley Kramer.
En mi modesta opinión, en la polémica generada en torno a Roma se siente un artificioso tufillo racista que busca hacerse publicidad de forma barata y vulgar colgándose del éxito de la cinta. Yo creo que Roma no necesita promociones vulgares o publicidad basura; Roma es la obra maestra de un realizador muy talentoso como Alfonso Cuarón, cuyo mismo significado no ha sido bien a bien desentrañado por los críticos. Y ahí hay que saber leer entre líneas.
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Escrito por Cousteau
COLUMNISTA