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Para los padres de este pequeño sudamericano, el “Tapón del Darién” resultó un picnic en contraste con las peripecias padecidas cuando viajaron trepados sobre los techos de trenes de carga para eludir las golpizas de la Guardia Nacional, las extorsiones de la “migra” mexicana y los secuestros de los grupos criminales que hoy explotan también a los trabajadores migrantes que buscan cumplir su “sueño americano”.
La familia de Jonathan aún debe viajar otros 360 kilómetros para acceder a Ciudad Juárez, donde enfrentará riesgos similares, aunque se siente protegida ante el riesgo de deportación en el campamento del bulevar Juan Pablo II y calle Industrial 10; ya que en grupo o “en bola”, puede resistir mejor los operativos de captura.
La mayoría de quienes libraron el operativo del pasado nueve de abril, en el que participaron “migras” del INM y guardias nacionales que llegaron en decenas de vehículos militares, patrullas y autobuses, debieron correr sin descanso para evitar su detención, pero todavía muestran contusiones en sus rostros, narices rotas, moretones, rasguños y labios hinchados.
Otro de los indocumentados comentó que seguramente los antiinmigrantes suponían que capturarían a todos los viajantes porque, además de echarles drones y perros por delante, los amenazaron con gritos de “¡Alto o disparo!”; pero no lograron detener más que a unos cuantos de ellos y la mayoría libró la captura.
Declaró que quienes llegaron al campamento fueron recibidos con júbilo por sus compañeros de infortunio; de inmediato les asignaron una tienda de campaña, los curaron, los limpiaron, les dieron agua, comida y cobijas.
Estrategia “de defensa”
El diseño del campamento conforma una estrategia de defensa de los migrantes, porque se halla en el rincón de una bodega comercial instalada bajo un puente y cerca de las vías del tren que viene o va a Ciudad Juárez o Gómez Palacio, Durango, desde donde puede tomarse de prisa uno de los convoyes de paso.
El refugio es ampliamente conocido desde febrero de este año, pero en realidad se trata de dos campamentos ya que, en una de las partes del terreno, una empresaria que hoy aspira a una posición de representación popular decidió proveerlos con electricidad, puestos de comida y baños portátiles.
Y fue así como entre un mismo grupo de personas igualmente pobres surgió, además, una cerca de alambre de púas que separa a un campamento “bonito” que dispone de buenos servicios para pocos habitantes, y otro campamento donde se amontonan mil o hasta dos mil “parias” de la migración obrera.
Pero ¿de qué o de quiénes se defienden estos peregrinos llenos de polvo, mugre y quemados por el Sol?
La respuesta surgió el viernes 13 abril, cuando una mujer fue salvajemente golpeada por agentes migratorios y uno de los migrantes venezolanos fue herido en una pierna después de participar en una manifestación de protesta, durante la que apedrearon a uno de los camiones de la “migra” que trasladaba personas detenidas e incendiaron un vehículo de la empresa Ferrocarriles Mexicanos (Ferromex).
Este último incidente, suscitado a unos pasos del campamento, se produjo mediante una acción combinada entre agentes migratorios y personal de seguridad de la empresa ferroviaria que perseguían a un grupo de migrantes que descendía de los techos de un tren de carga. Los migrantes huyeron y se dispersaron, pero los miembros del cuerpo de seguridad de Ferromex golpearon a una mujer.
Los hechos fueron videograbados por testigos que se encontraban en lo alto del puente elevado sobre las vías del tren. Desde esa misma posición otros aventaron piedras en contra de los agresores, mientras abajo ardían los cuatrimotos de los vigilantes de la empresa ferroviaria.
Los migrantes denunciaron que el personal de Ferromex había golpeado a una mujer y contaron que ya estaban hartos de la persecución y corrupción de la policía auxiliar, del INM y de la Guardia Nacional.