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La actividad artística está forjada por la dinámica de las clases sociales. Para Arnold Hauser el “arte del pueblo” es la actividad poética, musical y plástica de las clases sin instrucción educativa y que no son habitantes de las ciudades industrializadas, como rasgo importante: los consumidores de este arte son también creadores, sin el afán de ser reconocidos como autores individuales. Hauser agrega que el “arte popular”, en cambio, es el destinado sólo al consumo de los sectores trabajadores de las ciudades urbanas; a pesar de tener alguna educación, los consumidores casi nunca producen arte por ellos mismos. El arte del pueblo y el arte popular están claramente diferenciados del arte de las clases ilustradas.
Las obras de arte –en su sentido clásico– significa siempre un enfrentamiento con los problemas de la vida, una lucha por el sentido de la existencia humana, en planos que cuestionan y que incitan a “cambiar la vida”; esto poco o nada tiene que ver con el arte popular que está inclinado más al juego y al ornamento; y el contraste es más evidente con el arte popular que es solamente entretenimiento. Las divisiones son claras, aun para quienes ponderan absolutamente el arte del pueblo o el popular. Hauser dice: “Lo que hay que entender por arte no lo percibimos ni el arte popular ni el arte del pueblo; su sentido sólo se nos revela en la esfera más elevada de la actividad creadora”. Admitamos, empero, que el arte superior contiene en sí casi siempre elementos de las clases de arte “inferiores”. Y aunque en los días que corren los artistas de vanguardia se declaran indiferentes al gusto de la chusma, es verdad también que el arte elevado pretende agradar masivamente. Entre estos tipos de arte existe una interrelación inexorable: un film inspirado en un cómic puede hacer gala de recursos bien logrados que calen más allá de la frivolidad; así como también puede ocurrir lo contrario: una pieza orquestal “rebajada” para popularizarse puede perderse en el olvido por su escasa calidad.
Si en el arte del pueblo la autoría es colectiva, en el arte ilustrado el autor individual alcanza registros más altos, el talento desarrollado por el destino particular del creador sintetiza, sin embargo, los intereses espirituales y las vivencias colectivas de su sociedad o clase. Aquí el menos aventajado es el arte popular, el de las masas industrializadas, su producción artística, ideada originalmente para ser vendida, pocas veces sale de fórmulas exitosas, restringiendo así, lastimosamente, el desarrollo del gusto de sus consumidores.
Esto ocurre también porque el arte de los profesionales es una incesante búsqueda, un constante revolucionar estilístico dentro del propio ambiente artístico; y su nulo o escaso arraigo con los sectores populares les otorga libertad y al mismo tiempo los aísla de la masa inculta, para ésta las grandes obras de vanguardia poco significan, y esto también es su condena: porque su arte se transforma muy lentamente en relación al dinamismo del alto arte.
Apuntemos, además, que el arte superior recluta sus artistas de todas las otras clases sociales. Los hijos prodigiosos de los trabajadores, anhelando huir de la miseria material y espiritual, se incorporan a esta caterva de creadores y su producción ya no es del pueblo. Sostengo que la idealización del arte popular o del pueblo conduce a limitar una verdadera revolución en el arte elevado y en la elevación cultural de las clases trabajadoras. La relación es dialéctica, de interdependencia y exclusión entre estos tipos de arte, sin embargo, la masa, aunque se seguirá expresando artística o seudo artísticamente, desaprovecha las bondades del arte superior.
Gozar de las bellas artes es ejercitar la inteligencia. Consideramos aquí que la motivación para ensanchar la conciencia artística de las masas trabajadoras puede ser impulsada y sostenida por un movimiento político de lucha social. En efecto, la revolución social requiere de luchadores plenamente conscientes de su situación histórica; para que las masas aspiren a salir del dominio asfixiante de la pobreza primero deben comprender y cuestionar hondamente su situación histórica y existencial; algo que el entretenimiento no posee, ni tampoco, por sí mismo, el goce únicamente del arte del pueblo.
Aunque sea polémico y hasta paradójico aceptarlo, el Arte con mayúscula abre amplias posibilidades de ser un auxiliador de primer orden para aquellos fines. No nos referimos aquí a la fórmula simplista de afirmar que toda la masa se hace revolucionaria solamente conociendo el arte superior; nos referimos, más bien, a que la experiencia (como creadores y consumidores) artística de los líderes políticos de los procesos revolucionarios puede ser decisiva para reafirmar su propia convicción revolucionaria y estar en posibilidad de contagiar a las masas empobrecidas para que emprendan un cambio revolucionario que realmente les favorezca.
Hay que decir que la tesis de un arte contemporáneo descompuesto es sumamente escasa en las voces de los especialistas.
La obra aplica de “forma magistral” el método de análisis marxista-leninista, que permite al autor pronosticar los eventos que se desarrollaron en años posteriores, en los que los principales países imperialistas del mundo buscan mantener su hegemonía.
Existe ahora una expectativa palpable de que con Sheinbaum en el poder las posibilidades de impulsar una agenda feminista son más reales que nunca.
Las noticias falsas están emergiendo como una industria independiente... y las redes sociales contribuyen a la rápida propagación de mentiras.
La superación de la que habla Marx no niega por completo lo anteriormente construido por la tradición, sino que lo integra y, en algunos casos, lo supone. Aquí lo explico.
El mundo está saturado de imágenes y la realidad misma ha perdido significado. Cada individuo se enfoca en su imagen y en agradar a los demás; esto ha permitido que se deje de pensar en lo que ocurre alrededor, que se deje de valorar también lo que está delante.
El arte le ha servido a la Iglesia, a las élites económicas y políticas y ahora sólo a los propios artistas. Como tesis, el arte renacentista cumplió su función de adoctrinar, pero fue superado con la síntesis que realizó el muralismo mexicano.
La trasposición de 19 siglos y la fusión del Cota contemporáneo de Ovidio con el Cota del Tomis del Siglo XX, permiten a Ransmayr sugerir que los usos políticos del pasado más remoto no eran mejores ni peores que los actuales.
Las reflexiones filosóficas son la base del conocimiento científico. La ciencia no se entiende completamente sin la filosofía y, por otro lado, la filosofía requiere de la ciencia y de los científicos.
El estudio de Heráclito de Éfeso nos permite observar la huella que un pensador, por muy antiguo que sea, deja en el desarrollo de la filosofía posterior.
Se trata de una abstracción analítica en la que debemos separar tres elementos, y en la que la palabra arte y sus derivaciones se embrollan unas contra otras.
La filosofía de Hegel estableció en efecto la idea de la unidad de lo material y lo espiritual, “de su acción recíproca y su devenir solidario”. Desde esta perspectiva, “el hombre es uno solo con la totalidad del ser”.
Wells no quedó impresionado con los razonamientos de Lenin. Al contrario, lo halló menos portentoso de lo que esperaba; y su lastimosa decepción comenzó por su aspecto físico: lo describió como un hombre pequeño...
No fue sólo el huracán “Otis” el que destruyó Acapulco. En todo caso, con su implacable poder natural y su arrolladora fuerza, lo que dejó al descubierto fue el fracaso de la política nacional y la continuidad discursivamente negada de la práctica del neoliberalismo en nuestro país.
La filosofía no es un adorno, merece que se le reconozca su capacidad de estudio de la realidad, su utilidad en el más amplio sentido de la palabra, pues la humanidad la necesita para manifestarse como tal. Olvidar a la filosofía es condenarnos a las sombras...
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Escrito por Marco Antonio Aquiáhuatl
Columnista