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El 4 de enero, los cancilleres de los países integrantes del Grupo de Lima se reunieron en Perú para firmar una declaración conjunta sobre la situación política de Venezuela: el Grupo negó la legitimidad de las elecciones venezolanas de mayo de 2018, e instó a Maduro a “no asumir la presidencia el 10 de enero de 2019”; México, parte del Grupo, no firmó, decisión que levantó revuelo en la prensa nacional.
El Grupo de Lima está conformado por 14 países: Argentina, Brasil, Canadá, Chile, Colombia, Costa Rica, Guatemala, Guyana, Honduras, México, Panamá, Paraguay, Perú, y Santa Lucía; fue fundado en 2017 y su objetivo es “darle una salida a la crisis de Venezuela”. Sin mayor análisis, por la alineación ideológica de los presidentes del Grupo (Macri, Bolsonaro, Piñera, Duque, etc.) es fácil descubrir que lo que estos países buscan en realidad no es ponerle fin a la crisis venezolana, sino terminar con la Revolución Bolivariana y con su principal dirigente, Nicolás Maduro. En los hechos, el Grupo de Lima es un instrumento diplomático al servicio de los intereses de Estados Unidos, como lo demostró la presencia virtual (videollamada) de Mike Pompeo, del Departamento de Estado, en la pasada reunión. Así entendido, la decisión mexicana de no firmar la última declaración del Grupo puede ser interpretada como una desobediencia, como un acto que reafirma la soberanía de México frente a las presiones estadounidenses.
Cuestionado por esta polémica decisión, AMLO dijo a los medios: “vamos a respetar los principios constitucionales de no intervención y de autodeterminación de los pueblos en materia de política exterior”. Esta posición no es nueva. En ocasión anterior, López Obrador afirmó que “nosotros no vamos a inmiscuirnos en asuntos internos de otros países porque no queremos que otros gobiernos se entrometan en los asuntos que solo corresponden a los mexicanos”. Con la negación a firmar la declaración del Grupo de Lima, el tabasqueño pasó del dicho al hecho. ¿Le está plantando cara AMLO a Trump?
Si bien el distanciamiento del Grupo de Lima sí es una afrenta al dominio diplomático estadounidense en México, la realidad es que Obrador no puede sacudirse el yugo yanqui tan fácilmente. La prueba la encontramos en el trato que le han dado los dos gobiernos a la crisis migratoria. Por un lado, Trump se empeña en no permitir la entrada de migrantes por la frontera con México, y repite frecuentemente que “México pagará el muro”. Por el otro, AMLO ha aceptado retener a los migrantes centroamericanos en territorio nacional y ha prometido construir un cinturón de empleos en el sur del país, para que los migrantes se queden en México y no lleguen a Estados Unidos. ¿Es esta una decisión soberana de AMLO? No. Aunque se esgrimen motivos humanitarios, en realidad se trata de satisfacer las exigencias estadounidenses de impedir nuevas crisis migratorias. Así se explican los guiños que mutuamente se han lanzado los dos presidentes.
Obrador no puede asumir una política exterior soberana. Para que esto sea posible, se necesita que el pueblo mexicano se active, se una y se organice, para respaldar las acciones de su Gobierno. Esta ha sido la clave del éxito de Cuba en la arena internacional. Por eso, a pesar de su tamaño, y su soledad, la isla siempre se ha conducido en sus relaciones diplomáticas de forma soberana, sin seguir el mandato de nadie.
En conclusión: no. AMLO aparenta seguir una política exterior soberana, pero no es así; ni puede ser.
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Escrito por Ehécatl Lázaro
Columnista de politica nacional