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Mosaico cultural
Yasser Arafat
La situación actual en Palestina y el genocidio que ahí se vive por parte de Israel, nos obliga a revisar el pasado, buscando huellas que nos permitan tomar una posición crítica al respecto; en esta búsqueda vale la pena recordar un nombre, el de Yasser Arafat.


En las últimas semanas, Palestina ha estado en el foco noticioso. Su ofensiva contra las Fuerzas de Defensa de Israel (FDI) –uno de los ejércitos mejor equipados del orbe gracias al financiamiento de EE. UU.– sorprendió al mundo; pero la sorpresa rápidamente se convirtió en rabia y solidaridad tras observar el genocidio brutal contra el pueblo palestino que sin ningún reparo Israel televisa y presume. Esta situación del presente nos obliga a revisar el pasado, buscando huellas que nos permitan comprender la coyuntura actual y tomar una posición crítica al respecto; en esta búsqueda vale la pena recordar un nombre, el de Yasser Arafat.

Yasser Arafat (dos de abril de 1929-11 de noviembre de 2004) es una de las principales figuras de la causa por la liberación palestina. Poco se sabe de su vida personal, él mismo se negaba a compartir información de esta naturaleza y se consideraba como “un humilde combatiente palestino”. Se sabe que estudió ingeniería en la Universidad de El Cairo, Egipto; que en sus épocas de estudiante inició su participación política a través de La Liga de Estudiantes Palestinos y que adquirió formación militar en Egipto. Su nombre de nacimiento no fue Yasser Arafat, él decidió nombrarse así desde muy joven; Yasser significa sencillolibre de complicaciones y Arafat es una colina cercana a La Meca.

En 1944 participó en la fundación del Movimiento por la Liberación Palestina, mayormente conocido como Al-Fatah. Aunque Arafat fue la imagen de este movimiento, él se reconoció como “un miembro del comité central, uno de tantos... aquel a quien ha sido encomendado el papel de portavoz… el de contar las cosas que deciden los demás. Es un grave error considerarme el jefe: la resistencia palestina no tiene jefe”. La liberación palestina no ha sido, ni es, la bandera de los pocos nombres que los periódicos nombran, cuando la nombran, es el clamor, la exigencia y la lucha de un pueblo que busca realizarla desde distintas vías. Para Arafat siempre fue fundamental no perder esto de vista: si mueren las personas, la causa se mantiene porque no es suya, es de toda Palestina.

En 1964 se fundó la Organización para la Liberación de Palestina (OLP), promovida principalmente por Al-Fatah con la intención de realizar una lucha unificada contra Israel. Uno de los episodios más importantes de la OLP fue la batalla de Al Karahme, en donde con ayuda de las fuerzas armadas jordanas, se logró que Israel retrocediera la posición de su ocupación. La ayuda militar jordana fue importante, pues la OLP no contaba, ni cuenta, con las herramientas militares para hacer frente a la tecnología de punta con que EE. UU. proveía, y provee, a las FDI; pero los soldados que hicieron frente al enemigo fueron los combatientes de la OLP, especialmente de Al-Fatah.

Buena parte de la actividad política y militar de Arafat se realizó desde el extranjero; y aunque la OLP tenía prestigio al interior de Palestina, no había una relación directa. El momento para entablarla se dio con la Primera Intifada (revueltas civiles del pueblo palestino para defenderse, incluso con piedras, del ejército israelí) en 1987, que demostró que no sólo eran los exiliados palestinos quienes clamaban justicia, sino también los del interior. Arafat fortaleció los lazos entre el exterior y el interior para reforzar la lucha palestina.

Arafat murió en Francia con altas cantidades de polonio en la sangre. No se declaró abiertamente un asesinato, pero todo apunta hacia allá. Arafat es el símbolo de un pueblo que resiste y lucha dignamente contra el imperialismo; ése fue su crimen y su legado.


Escrito por Jenny Acosta

Maestra en Filosofía por la Universidad Autónoma Metropolitana.


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