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Al margen de su parcela con escasas matas de maíz (la mayoría no alcanzan el metro y medio de altura y con su característico color verde amarillento) Don Isidro Mendoza comenta: “nuestras familias son muy pobres, se requiere de la ayuda del gobierno para poder seguir adelante, más que nada en el campo. El maíz es la base fundamental, pero es muy baja la producción debido a que no contamos con apoyos y aparte, no ha llovido a tiempo; no nos alcanza para todo el año y no tenemos la esperanza de comercializar el sobrante porque no lo hay¨.
Contrario a lo que sucede con el resto de los programas aplicados desde el inicio de esta administración federal, el panorama es sombrío para los agricultores mexicanos, ya que la realidad del campo y los datos sobre la autosuficiencia alimentaria no indican una tendencia a la estabilidad.
Con la finalidad de enfrentar los problemas de la autosuficiencia alimentaria, sobre todo en la producción de granos como el maíz y conseguir la disminución de los precios de los alimentos que se ven afectados por las importaciones, el gobierno federal implementó, a inicios del año 2021 el programa Precios de Garantía, autosuficiencia, certidumbre y productividad.
El Programa, en específico para granos básicos y leche, planificado desde la óptica de los funcionarios de la Secretaría de Agricultura y desarrollo rural, para estimular la producción y comercialización de maíz, frijol, arroz, trigo harinero, trigo cristalino y leche, y así alcanzar la autosuficiencia alimentaria, se ha visto sometido a las condiciones reales de nuestro país, sobre todo a las que viven los miles campesinos pobres del campo mexicano.
Antes de finalizar el 2021, la Secretaría de Economía informó que México importó 12.8 millones de toneladas de maíz en el periodo de enero a septiembre; al compararlo con el mismo periodo, pero de 2020, se obtiene como resultado un aumento de 764 mil toneladas, un 6% adicional. De todo el volumen de maíz importado en ese intervalo, 94% es amarillo, utilizado en la industria y en el consumo pecuario y el 6%, blanco, para el consumo humano.
Con respecto al maíz blanco, la Confederación de Asociaciones Agrícolas de Sinaloa (CAADES) señala que la importación aumentó un 49%, es decir, 230 mil toneladas; esta variación es la más importante en los últimos 7 años. La asociación también señala que en las importaciones de maíz amarillo, las 520 mil toneladas que ingresaron al país, representan un aumento del 5%.
México consume, en promedio, 44 millones de toneladas de maíz, sin embargo, sólo producen 28 mil toneladas; las cantidades faltantes se importan, principalmente de Estados Unidos, Argentina y Brasil. Juan Carlos Anaya, director del Grupo Consultor de Mercados Agrícolas (GCMA) destacó que el índice de autosuficiencia en la producción de maíz es de 61% y de trigo 44%, situación que contrasta con el 98% de sorgo y el 93% de frijol.
En cuanto a los recursos económicos en las importaciones mexicanas de maíz, de enero a noviembre de 2021 sumaron 4 mil 731 millones de dólares, de acuerdo con el Banco de México, cifra mayor a los 3 mil 90 millones de dólares que se gastaron en todo 2020. Para el tesorero del Consejo Nacional Agropecuario (CNA), Francisco Chapa Góngora, la enorme cantidad de divisas que salen del país por la compra de maíz es una muestra evidente de que está aumentando nuestra dependencia alimentaria del extranjero.
Paralelamente, el director de GCMA señala que estos resultados indican que los programas Precios de Garantía y Producción al Bienestar para pequeños productores no están dando resultados porque no promueven la productividad.
Respecto a este año, el Grupo Consultor señala que en los primeros días México ya importó de Estados Unidos 34% más de toneladas de maíz amarillo (669 mil 700 toneladas) que el año pasado (498 mil toneladas), lo que colocó a nuestro país como el primer cliente, sustituyendo a China, que fue el primer lugar en la adquisición de este producto a Norteamérica.
El impacto a escala nacional se resiente con crudeza en el campo mexiquense, donde las familias campesinas tienen que alternar ocupaciones como una medida económica urgente ante el nulo apoyo por parte de las administraciones estatales y federal. El efecto de la política económica actual (que prioriza sus mega obras, como la Refinería de Dos Bocas, Aeropuerto Internacional Felipe Ángeles y Tren maya y las coloca como la detonante del crecimiento económico del país) se percibe en la escasa producción de maíz en esta región.
Algunos de los factores por los que el país no alcanza la autosuficiencia en la producción de maíz y no es posible hacer de la pequeña producción una actividad rentable, son señalados por los campesinos de las comunidades de Macavaca en Chapa de Mota y San Luis Taxhimay, en el municipio de Villa del Carbón, Estado de México, dos poblaciones colindantes, donde hace algunos años, se ha resentido más el empobrecimiento de las familias que dependen de la producción del grano para su subsistencia.
La constante es la misma: el insuficiente o nulo apoyo por parte de los diferentes niveles de gobierno, y cuando se recibe un apoyo, éste no es suficiente o no está distribuido adecuadamente entre quienes lo necesitan, como lo manifiestan Isidro Mendoza Quesada y Valentín Barreto Clemente, campesinos que año tras año han cultivado maíz, con malos resultados que impiden contar con la cantidad necesaria de este grano, para garantizar que, durante todo el año, podrán contar con él en sus hogares.
Al margen de su parcela con escasas matas de maíz (la mayoría no alcanzan el metro y medio de altura y con su característico color verde amarillento) Don Isidro Mendoza comenta: “nuestras familias son muy pobres, se requiere de la ayuda del gobierno para poder seguir adelante, más que nada en el campo. El maíz es la base fundamental, pero es muy baja la producción debido a que no contamos con apoyos y aparte, no ha llovido a tiempo; no nos alcanza para todo el año y no tenemos la esperanza de comercializar el sobrante porque no lo hay¨.
Sostiene que el gasto familiar lo completan apoyándose entre las familias, para salir adelante, trabajan en otras áreas con la intención de buscar la manera de obtener recursos: “como el campo no da lo suficiente para sobrevivir, emigramos a otros lugares a otros estados para poder solventar los gastos económicos de la casa, hasta donde se nos presente el trabajo; salimos a veces del país con tal de juntar dinero para la casa y salir adelante”. En su caso, se dedica a la construcción y de ahí genera algunos recursos para los gastos de su hogar.
Por su parte, Valentín Barreto denunció la desigualdad e injusticia en la entrega de los apoyos del gobierno: “seguimos trabajando el maíz como por costumbre porque sencillamente no se recupera la inversión que se gasta, más feo se ve que se queden las parcelas vacías sin trabajar, los apoyos del gobierno pueden ayudar, sólo que a algunas personas que no trabajan las tierras, les dan el apoyo, no está bien; entonces yo digo que sería muy bueno que hubiera una verificación de la gente que trabaja y la que no trabaja, porque a la gente que no trabaja no debería de facilitárseles ese apoyo; hay gente que no trabaja su parcela y les dan el apoyo del fertilizante, mientras que otros que andan tratando de buscar el fertilizante, no nos alcanza; entonces sencillamente se empobrece la tierra porque no se le hecha el abono suficiente”.
La economía del campesino no alcanza para tractorear las tierras, así, el trabajo se hace con pequeñas yuntas (cada una cobra 600 peso por día), lo que alcance a hacer; esa es una de las razones por las que mucha gente se está olvidando del campo. “Y luego el alza de fertilizante, así como se puso de caro, menos; la gente se va a desanimar más y menos producción va a haber y el campo se va a ir para atrás; si el campo se va para atrás con la gente que lo trabaja, ni para nosotros vamos a producir. Creo que la gente del gobierno federal debe voltear a ver al campo, a ver en serio las cosas porque este es un problema para todos, no nada más para el campo”.
Situación similar describen Lucía Rangel Cruz y Pablo Barreto González, campesinos de la comunidad de San Luis Taxhimay, en el municipio de Villa del Carbón. El problema principal para los agricultores de esta comunidad también es la escasa producción de maíz. Coinciden en la falta de apoyo para la adquisición de fertilizante ya que, en la comunidad, ubicada en las riberas del lago, el agua no es un problema al que se le tenga que adjudicar el crecimiento de la milpa; aquí son tierras de riego.
A ellos no les han llegado los apoyos como han dicho los funcionarios, la última vez que recibieron fue hace dos años y, aun así, lo que se les otorgó no fue suficiente, ya que el fertilizante subió de precio y llegó a costar entre mil 200 y mil 250 pesos.
A pesar de que tratan de hacer rendir el fertilizante, no es suficiente: “Cada mata debe llevar más o menos lo que abarca la mano, ahorita estamos echando lo de una fichita de los refrescos, pero luego eso no es suficiente, como ahorita, vea cómo está. Ocupamos pura urea es lo más recomendable para estos terrenos, han venido ingenieros a mencionar que eso es lo que se necesita”, expresó Don Pablo.
Por cada hectárea cultivada, se deben utilizar de 6 a 8 bultos de urea, solamente para una aplicación, aparte de la que se coloca inicialmente al momento de la siembra. En la siembra se necesita por lo menos un bulto 18-46 por hectárea, pero “está muy carísimo. El costo en este momento es de mil 300 la urea, 800 el sulfato de amonio, el 18-46 está como de a mil 600 por bulto; la verdad, no lo podemos comprar”.
Las condiciones de las humildes familias campesinas en Villa del Carbón y en el municipio colindante Chapa de Mota, son semejantes; la producción de maíz en la mayoría de las ocasiones no alcanza para garantizar lo que consumen, no pueden ayudarse vendiendo algo de sobrante porque no lo hay; por el momento, no puede ni pensarse en la autosuficiencia con respecto a la producción del grano, a pesar del discurso presidencial continúan existiendo serias dificultades que impiden su realización.
Urgen apoyos del Gobierno a los campesinos
Desde el punto de vista de los entrevistados, se requiere el apoyo urgente del gobierno, son muchas las comunidades del municipio las que dependen en gran medida de lo que producen sus tierras, del maíz que llegan a cosechar para elaborar tortillas y el alimento de los animales que crían como complemento de la alimentación o bien, como una posibilidad de hacerse de algún recurso económico con su venta. Como bien señalan los campesinos de la zona, “si no hay maíz no hay pastura y si no hay pastura, no hay animales”.
En los últimos años, la situación económica de las familias se ha complicado. El encarecimiento de los productos y materiales que necesitan para desarrollar su actividad, ha impedido que los labriegos tengan acceso a ellos, situación agravada por la falta de apoyo del gobierno.
Para Luis Patricio Rivera, activista social, la situación de los campesinos en esta zona del estado de México, amerita que se realice un esfuerzo serio y razonado por parte de las diferentes instancias del gobierno; los campesinos tienen las tierras, pero no tienen el suficiente dinero para poder sembrarlas. Los campesinos siembran sus tierras para el autoconsumo y, sin embargo, no pueden obtener buenos resultados porque el campo está olvidado por los gobiernos.
Por lo anterior, los campesinos de diferentes comunidades de Villa del Carbón, se han unido y organizado con la intención de solicitar fertilizante a los gobiernos federal, estatal y municipal, pero las respuestas son negativas, por lo que en diferentes ocasiones han manifestado su inconformidad con las dependencias a través de marchas y protestas, sólo así se han visto beneficiados de las gestiones, sin embargo, hace dos años que no reciben fertilizante, y esto ha provocado una merma en la producción de sus parcelas.
En el recorrido que hacen a las parcelas, se han percatado que en su mayoría se han visto disminuidas respecto a años anteriores, por esa razón, y ante la falta de apoyo, compran el fertilizante (a un alto costo) por sus propios medios. Aun así no adquieren lo que realmente necesitan.
“Nuestra propuesta es que en primer lugar el gobierno voltee a ver al campo. En administraciones anteriores, por ejemplo, en la de Peña Nieto, había 75 mil millones de pesos que se destinaban como apoyos al campo; cuando llega Andrés Manuel López Obrador, vienen sus recortes y de esos 75 mil millones de pesos se recortan a 42 mil millones; por eso es que ahora se han elevado los precios de los productos que vienen del campo como, por ejemplo, la cebolla, el limón, aguacate. De esos 42 mil millones que llegan al campo, la mayor parte se les reparte a los grandes productores, a los que tienen grandes extensiones de tierra y nuestros compañeros campesinos de Villa del Carbón, ni siquiera hay algún apoyo”, denunció el activista social.
Campo sin autosuficiencia ni sustentabilidad
El panorama actual para las zonas marginadas del campo en todo el país es muy similar. Hay dos aspectos que los proyectos del gobierno federal encabezado por Andrés Manuel López Obrador, no han podido resolver y que son fundamentales para el campesino: no hay autosuficiencia y tampoco sustentabilidad. No se produce lo necesario para el sustento de las familias y tampoco la producción obtenida proporciona los suficientes recursos para volver a invertir. Se deben inyectar recursos de otras actividades económicas que realizan los labriegos, como las de alquilarse en trabajos de construcción o emplearse en algunas fábricas cercanas a la zona como Naucalpan o el corredor industrial de Lerma.
Los proyectos implementados como el de Precios de Garantía para granos básicos y leche, no han disminuido la dependencia de México en materia de importación de maíz, al contrario, a nivel nacional, la compra de este grano al extranjero ha aumentado y a nivel local, los campesinos pobres no se han visto beneficiados por este programa. Lo mismo sucede con el programa Sembrando Vida del actual gobierno federal que se puso en marcha incluso antes de que el actual presidente tomara posesión. Al respecto, un análisis de la Universidad de Chapingo, concluye que este proyecto, “no identifica claramente el problema público que quiere resolver y su diseño carece de sustento, ocasionando que el proceso de implementación, tenga múltiples inconsistencias identificadas en el estudio de caso”.
Este resultado, de la casa de estudios dedicada al estudio científico del campo mexicano, nos indica, con toda claridad, que el programa en cuestión, en realidad no está diseñado para resolver las duras necesidades de los campesinos pobres, sino que está planificado sobre la necesidad del nuevo grupo en el poder, de mantener una clientela electoral reutilizando la demagogia, muy eficaz en los gobiernos anteriores.
Además de la cebolla, los productos que también elevaron su costo fueron el jitomate, con 63.52%, el tomate verde, con 51.69% y el chile poblano, con 43.78%.
La mañana de este lunes miles de capitalinos inundaron la estación Pantitlán Línea 9 del Metro y otras estaciones desde muy temprano para llegar a tiempo a sus centros de trabajo, dado que hoy comenzó la construcción y cierre de un tramo de la Línea 1.
En el norte del país los precios al mayoreo de este producto oscilan entre los 41.30 y 42 pesos por kilogramo.
A partir del próximo 9 de julio la Línea 1 del Metro de la Ciudad de México cerrará sus puertas durante un año debido a que diversos sistemas ya son obsoletos, informó el gobierno de la capital.
La presidenta del Movimiento Nueva Aztlán, Rita Cecilia Contreras, lamentó que ninguna autoridad elabore y difunda un programa de abasto para ayudar a las familias de escasos recursos.
De acuerdo con comerciantes locales, el precio por un manojo de cilantro ha alcanzado hasta los 800 pesos.
El chayote, la naranja, la lechuga, la col, los plátanos, las calabacitas y el aguacates registraron un alza en sus precios durante la primera quincena de junio.
Familias urbanas necesitan aproximadamente nueve mil 196 pesos para necesidades alimentarias básicas.
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La Canaco indicó que la canasta básica incrementó debido a la inflación, el cambio climático, la crisis hídrica y la inseguridad.
En México, la inseguridad alimentaria también es una preocupación significativa.
A cuatro años del actual gobierno los problemas del campo mexicano son estructurales: Producción insuficiente de alimentos; dependencia superior al 40%; rentabilidad nula o negativa; pérdida de recursos productivos naturales; pobreza y desigualdad.
Dirigentes de diversas organizaciones denunciaron que en 2021 y 2022 se dejaron de sembrar 6 millones de hectáreas de tierra agrícola. En consecuencia, "nuestra dependencia alimentaria ya ronda el 50%”.
Lla población en situación de pobreza laboral puede cubrir sólo 42.3 por ciento de la canasta alimentaria.
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