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En días pasados, el Presidente de la República declaró ante los mexicanos que se le tuviera paciencia, que los cambios están por venir y que una vez que se asentara su proyecto de país, basado en el combate a la corrupción y en la repartición de dinero del erario en efectivo a los beneficiarios, se verían los resultados. Y anunció: “tenemos que ir saciando esa hambre y sed de justicia e irlo haciendo de manera ordenada como una estrategia y eso es lo que pido, que me tengan paciencia, que haya comprensión porque estamos atendiendo primero lo general, lo que comprende y beneficia a más gente, así estamos empezando”, comentó López Obrador (índicepolítico.com). Esto fue mencionado luego de que, en su gira por Oaxaca, el Presidente ya no hizo lo que otrora se volviera una práctica novedosa: bajarse en las comunidades a escuchar a la gente; sin embargo, como los reclamos han ido en aumento en todo el país, se acabó el populismo y ahora no se detiene a hablar con el “pueblo bueno”, con el pueblo sabio como él dice.
Ahora bien, “saciar esa hambre y sed de justicia de manera ordenada como una estrategia” no se resuelve con palabras, hay que tomar medidas concretas y acciones específicas, que demuestren que ese cambio es posible y viable. Estas medidas y acciones llevarán a un término, a un punto determinado en función del contenido de esas medidas y acciones, por lo que, pronosticamos, no vamos hacia un proceso de desarrollo económico esperado y prometido. Veamos.
El gran filósofo y economista Carlos Marx, en su Tesis 11 sobre Feuerbach señaló: “los filósofos no han hecho más que interpretar de diversos modos el mundo, pero de lo que se trata es de transformarlo”. En otras palabras, de la forma de interpretar el mundo depende la capacidad que se tenga de transformarlo; y he ahí el problema, pues la visión del Presidente sobre las desigualdades e injusticias del país que han generado gran pobreza y concentración de la riqueza es correcta; sin embargo, la explicación de su origen profundo no lo es, pues el Presidente atribuye esos males a la corrupción y el remedios que propone para resolver la pobreza es el combate a la corrupción; pero ya la realidad empieza a exhibir el error de esta perspectiva.
Efectivamente, una vez que el Presidente señala que el problema de México es la corrupción y se dispone a combatirla, según su modelo, cierra la llave del presupuesto a todos los programas que él considera “plagados de corrupción” sin demostrarlo, golpeando incluso a los pobres, a los que dice defender; por otro lado, en lugar de esos programas cancelados, se dispone a repartir dinero del erario a la gente mediante tarjetitas, basado en una visión neokeynesiana, copiada del modelo de Roosevelt, es decir, el modelo keynesiano, pero aplicándolo a una sociedad que no es igual a la norteamericana; su fracaso es predecible. El modelo neokeynesiano, en el marco del capitalismo neoliberal, solo significa un paliativo a los grandes males que provoca el modelo económico neoliberal y, por lo mismo, no va a la esencia del problema que pretende resolver: la pobreza. Deja intacto el modelo neoliberal, generador de pobreza y cree que dando dinero en efectivo resuelve el problema de la pobreza, y eso es falso.
El modelo neokeynesiano es, entonces, una especie de “mejoralito” para atender el cáncer, pues se argumenta que, con ese modelo, es decir, con darle dinero en efectivo a la gente sin que trabaje (pues el modelo de Keynes siquiera planteaba la creación de empleos improductivos), se incrementará la demanda agregada, con lo cual, según esto, se impulsará la oferta agregada para la satisfacción de esta demanda, lo cual creará nuevos empleos e incrementará la inversión local e internacional; sin embargo, esto no es un mecanismo automático. Se entrega dinero a la población con menos recursos y, de acuerdo con varios estudios, particularmente de la encuesta ingreso-gasto del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi), los estratos más pobres gastan 70 por ciento de su presupuesto en alimentos, bebidas, transporte, tabaco y comunicaciones. En este sentido, ya hemos dicho que el dinero otorgado por López Obrador no impulsará nuevos empleos ni desarrollará la oferta agregada, pues en los hábitos de consumo del mexicano está la respuesta: bebemos refrescos de cola o de sabor; comemos harinas, panes, comida chatarra, por ser barata y dar la sensación de saciedad (con muy mala calidad) que, como sabemos, son producidas por grandes empresas nacionales e internacionales.
Asimismo, no se vislumbran nuevas y fuertes inversiones en el sistema de transporte, así que el mexicano seguirá usando el malo que hoy ocupa, y que no se prevé su renovación en los próximos cinco años. Finalmente, en telefonía celular, utilizada por más del 85 por ciento de los mexicanos, las empresas instaladas en México tienen la capacidad suficiente para abastecer la demanda incrementada, igual que las empresas de alimentos, bebidas y transporte; de manera que la demanda accesible con el dinero que dio AMLO a los mexicanos, no se concretará en crecimiento económico prometido.
De hecho, hoy vemos ante nosotros una situación de crisis sin entrar aún en crisis internacional: tenemos bajos niveles de ahorro, equiparables con los de la crisis de 2008; tenemos una reducción de 9.1 por ciento de la inversión bruta fija, en su nivel más bajo desde la crisis de 2009 (caída de 6.9 por ciento en construcción, y de 12.8 por ciento en maquinaria y equipo). Se ha disminuido en 15.2 por ciento la captación de inversión extrajera directa.
La dialéctica materialista, método de análisis usado por Carlos Marx, “crítica y revolucionaria por esencia, enfoca todas las formas actuales en pleno movimiento, sin omitir, por tanto, lo que tiene de perecedero y sin dejarse intimidar por nada”. En este sentido, el gobierno de López Obrador no utiliza este método de análisis en la realidad y, por lo mismo, su enfoque no atiende los males esenciales. El problema de México no es la corrupción, ésa es consecuencia de un mal mayor que hay que atender: el modelo económico. El Presidente, en alguna ocasión, declaró el fin del modelo neoliberal en México; sin embargo, la realidad le ha dado un mentís, pues el modelo económico neoliberal no ha sido erradicado de México, al contrario, somos víctimas de él. El problema no es la falta o no de paciencia, el problema es que la aplicación del modelo del Presidente no resolverá la esencia de los males de México, y lo que se requiere es desarrollar la fuerza social que provocará el cambio profundo y verdadero: el Movimiento Antorchista Nacional.
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Escrito por Brasil Acosta Peña
Doctor en Economía por El Colegio de México, con estancia en investigación en la Universidad de Princeton. Fue catedrático en el CIDE.