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Un viejo barbón de Tréveris estuvo sentado en la primera fila del Teatro de La Paz en San Luis Potosí, aplaudía vehemente mientras jóvenes interpretaban El Fabricante de deudas de Salazar Bondy, veía cómo obreros, amas de casa y campesinos miraban atentamente ésa y más obras con un sentido similar; se percató de cómo las puestas en escena hablaban de un hombre desquiciado por las deudas que usa a su hija como mercancía o una familia que roba alimentos al no poder sortear la crisis económica. Los diálogos convencieron a aquel barbón de que las ideas de las dramatizaciones eran la materialización de los problemas que él había esbozado a través de su Crítica a la Economía Política, su obra estaba en el escenario.
El Encuentro Nacional de Teatro organizado por el Movimiento Antorchista es un evento atípico en el sistema cultural mexicano, tres días de teatro gratuito, 21 obras representadas por compañías teatrales del sur, norte, noroeste, occidente y centro del país, todas conformadas por personas que al día siguiente regresaron a sus actividades cotidianas en las escuelas, el hogar, las fábricas o el campo.
A través de los pasillos del Palacio de Villerías, diversos actores del país intercambiaban anécdotas de cómo llegaron al Encuentro de Teatro antorchista, a esas pláticas se coló también el viejo barbón, que escuchaba atentamente a la maestra Cecilia Reyes Soto, protagonista de la obra Ifigenia en Táuride decir: “nosotros tenemos la fortuna de que justo frente a nuestra Escuela de Bellas Artes en Chimalhuacán tenemos uno de los tianguis más grandes del país, el de Las Torres, ahí con los pocos recursos que obtuvimos con colectas y rifas, logramos armar nuestra escenografía y vestuarios” llamaba la atención del viejo Marx la expresión, “lo que para la mayoría podría parecer basura, para nosotros, los actores antorchistas, son herramientas de alto valor para llevar el mensaje”.
Al barbón le sobresaltó gratamente el uso del “valor”, justo el primer concepto que el viejo definió en su obra cumbre, El Capital, y al seguir las conversaciones de los teatreros antorchistas, todos parecían apuntar a un ancestro en común, aquel hombre que decían “hacía teatro hasta con basura” y lo dicho, no tenía nada de despectivo. El esfuerzo y trabajo era el sello de las creaciones de Víctor Puebla, no los lujos o escenarios, sino el trabajo, ese factor humano que era el distintivo que el señor Marx observó a lo largo de todo el encuentro y en todos los sentidos. “El pobre llevando arte al pobre”.
Entre las butacas, el viejo conversó con algunos campesinos, de los más atentos entre todo el público; conversaban y hacían chistes referentes a las obras: “tú también eres fabricante de deudas, compadre”, “ay amiga, pobrecita de la novia, como el perro de las dos tortas”, “hay que ponernos como los de Fuenteovejuna”. Al salir, asombraban al de las barbas blancas unas ordenadas filas de personas esperando un plato de comida caliente y las pláticas de las obras continuaban, no despachaban la comida unos restauranteros, eran sus propios vecinos. Era el pueblo organizado para alimentar a los espectadores y seguir con el espectáculo, el maratón teatrero sólo paraba para tomar aire y estirar las piernas.
Otra cosa asombró al viejo Marx, hallar a unos jóvenes del estado de Oaxaca ponerse en la piel de niños palestinos; el público sentía coraje, impotencia y solidaridad, todo el dolor de una tragedia que se vive en tiempo real a más de 12 mil kilómetros era transmitida a la audiencia.
Al coro del auditorio, gritando: ¡Palestina Libre! Se sumaba el grito del viejo líder de la Internacional, quien además de su teoría del valor y de la enajenación, de ver el desafío de las autoridades y todo el esfuerzo de aquella organización, veía trasladado uno de sus principales legados en aquel evento, el “Internacionalismo proletario”.
Y en aquel evento desde el principio al fin, Carlos Marx, estaba atento la teoría sobre el escenario, en los labios de los actores estaban las ideas, en la unión del pueblo y en cada sentimiento vivo estaban los anhelos del pensador prusiano. Marx estuvo presente en el teatro, y si así se lo permiten, volverá a asistir a cada rincón del país donde se representen las obras que concursaron en San Luis.
El mundo avanza hacia una reconfiguración del sistema económico, social y político con mayor sentido humanitario. Los intentos de someter a Rusia y China han fracasado; y no hay posibilidades de que prosperen en el futuro.
No fueron las ideas geniales de alguno o algunos grandes pensadores de aquellos tiempos las que fueron empujando al hombre a domeñar al agresivo entorno, fue el sufrimiento diario de todos, la práctica colectiva, el trabajo, el que fue transformando al propio hombre.
Todos los que escriben en buzos lo hacen por su amor a difundir la verdad de la realidad en las planas periodísticas; el 99 por ciento de los que hacen buzos no cobran ni se hacen ricos gracias al periodismo. Esto es de reconocerse.
En la abundancia se olvidan los problemas de los demás y se piensa que el ser humano viene a ser feliz de ese modo, a trascender; pero no todos tienen la misma oportunidad. El egoísmo impera en estos tiempos.
Para los seres humanos que se aventuran a realizar ejercicio físico, la respiración toma una importancia mucho mayor, aquí te explico cómo funciona.
Ahora el nuevo presidente argentino, Javier Milei, pone sobre la mesa el "déjà vu" de una solución que considera exitosa a pesar de lo que arroja la historia.
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La lucha de clases no la inventó Marx.
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Un crimen o, más bien dos, que ocuparon durante varios días los espacios principales de los medios de comunicación y que luego se han retirado de ellos, más por una decisión del poder para protegerse del descrédito que porque hayan sido resueltos.
La cinta presenta una situación ficticia: en Rusia existe inestabilidad social y política; un grupo rebelde ultranacionalista quiere tomar el control de los misiles nucleares que posee Rusia y lanzarlos contra EE. UU.
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Escrito por Óscar Manuel Pérez
Licenciado en Comunicación por la UNAM.