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Omar Carreón Abud
El estado y la corrupción
No fueron las ideas geniales de alguno o algunos grandes pensadores de aquellos tiempos las que fueron empujando al hombre a domeñar al agresivo entorno, fue el sufrimiento diario de todos, la práctica colectiva, el trabajo, el que fue transformando al propio hombre.


“Dos linajes solos hay en el mundo, como decía una agüela mía, que son el tener y el no tener”, exclamó sorprendido Sancho Panza en las bodas de Camacho. Bueno, en realidad fue el sabio Miguel de Cervantes y, si nos fijamos bien, a cada instante se vuelve a comprobar esa inmensa verdad. Pero nuestro agrio mundo no ha sido así siempre, hubo una larguísima época en que la fuerza productiva del hombre era tan diminuta que sólo era posible sobrevivir aprovechando todo con la participación de todos los que formaban parte de una de aquellas aventureras comunidades primitivas.

No fueron las ideas geniales de alguno o algunos grandes pensadores de aquellos tiempos las que fueron empujando al hombre a domeñar al agresivo entorno, fue el sufrimiento diario de todos, la práctica colectiva, el trabajo, el que fue transformando al propio hombre y abriendo paso a la elaboración de nuevos instrumentos y nuevas e ingeniosas formas de obtener alimento y protegerse de los animales y los elementos. Se fue observando que en donde caían algunas pequeñas partes de las plantas surgía, después de algún tiempo, una nueva planta y se quiso que fuera la mano del hombre la que llevara a cabo el depósito, fue surgiendo la agricultura.

La posibilidad de obtener alimento esperando el brote y la maduración de plantas para comer raíces, hojas o frutos, fue haciendo que el hombre no tuviera que andar siempre errante y permaneciera por más tiempo en el mismo sitio; y de la práctica diaria de esa nueva forma de producir surgieron nuevas ideas, apareció la de que era útil y necesario conservar y cuidar un pedazo de tierra, nació la propiedad privada. “¡Dichosa edad y siglos dichosos aquellos a quien los antiguos pusieron nombre de dorados… porque entonces los que en ella vivían ignoraban estas dos palabras de tuyo y mío!”, les dijo El Quijote a unos cabreros; así, Cervantes hizo además una nostálgica referencia a ese remoto pasado de los seres humanos.

En aquella sociedad igualitaria en la que todos sufrían juntos, en la que todavía no existía pues ni “tuyo”, ni “mío”, con la aparición de la primitiva propiedad privada, empezó a surgir y a desarrollarse un pequeño grupo dentro de la colectividad que se dedicaba cada vez más a proteger y a perpetuar el recientemente aparecido acaparamiento de la tierra y los aperos indispensables para trabajarla. Surgió el Estado. Una vez más, contra lo que puedan decir respetables especialistas, me atrevo a sostener que ese pavoroso aparato social no nació con el hombre, no ha existido siempre, apareció y se desarrolló ahí donde empezó a ser necesario proteger a una exigua minoría, a los que empezaban a apropiarse de los medios indispensables para la producción en perjuicio de la gran mayoría que tenía que sobrevivir trabajando y produciendo para quienes ya concentraban lo necesario para transformar a la naturaleza. El Estado nació para conservar la propiedad privada de los medios de producción y vale enfatizar que, en su razón de ser, desde sus orígenes, es un aparato conservador monopolizado por una minoría.

Así sigue siendo. El Estado ha pasado por varias formas, pero su esencia no ha variado. La forma que el capitalismo, el modo de producción en crisis, pero todavía vigente, ha puesto de moda, es la democracia que es, valga la redundancia, una forma de Estado y, por tanto, una forma de dominación de la mayoría por parte de la minoría. Su esencia consiste en hacer creer a esa mayoría que los que ocupan cargos en el Estado son escogidos por decisión de la mayoría de la población. Pero no es así. El fenómeno real se parece más al mago que saca un conejo de la chistera.

El ejemplo de nuestro país es muy elocuente. Todo ciudadano tiene derecho a votar y ser votado, pero, para ser votado, es necesario que al ciudadano lo convierta en candidato un partido político y para tener un partido político los ciudadanos tienen que aprobar un rigurosísimo examen de admisión que exige mucho dinero y gran control de los medios de comunicación. La democracia transmutada en partidocracia. Para ganar elecciones, el partido hegemónico lleva a cabo una persistente campaña de extorsión a los electores mediante el manejo arbitrario del dinero público y, para conservarlo, el propio jefe de Estado acaudilla diariamente desde las siete de la mañana una abusiva guerra de desinformación. Hay más. Este método democrático de participación en las grandes decisiones nacionales no sólo reclama valedores poderosos, sino que en el colmo del cinismo exige salir agraciado en una rifa en una tómbola.

Los pocos privilegiados miembros del Estado tienen que ser, por tanto, debida y puntualmente compensados. Aquel asalto al cielo en París en 1871, en el que los que habían tomado el poder decretaron que el salario de los funcionarios no debía exceder al de un obrero calificado, fue ahogado en sangre. Ahora, no sólo ganan mucho muy bien, sobre todo los de más alto nivel, sino que sus empleadores, los oligarcas, voltean a otra parte cuando los integrantes del Estado se toman las pequeñas libertades de dar manotazos al cajón o de hacer negocios amparados por el poder o las dos cosas a la vez y, de cuando en cuando, para guardar las apariencias, castigan ruidosamente a uno que otro infractor escogido, sobre todo entre los más descarados y los desleales. La corrupción es, pues, una característica sine qua non del Estado.

El señor Javier Gerardo Milei, presidente de la República Argentina, individuo reaccionario, arrogante y majadero si los hay, fanático promotor del neoliberalismo criminal que mata a las masas de hambre (y que de paso cabe preguntarse qué va a hacer ahora que Donald Trump decidió regresar al proteccionismo), sujeto que presume de intachable, enfrenta ahora el descrédito porque lo han pillado timando públicamente a miles de inversionistas. La justicia de Argentina inició una investigación sobre lo que allá han llamado “megaestafa” o criptogate en la que están involucrados el propio presidente Javier Milei y varios empresarios muy vinculados con el gobierno.

Hasta ahora, los delitos que se investigan son abuso de autoridad, estafa, tráfico de influencias y cohecho. La denuncia de hechos se refiere a que Javier Milei promocionó en sus redes sociales, es decir, recomendó públicamente con el respaldo de su autoridad presidencial, la moneda digital conocida como $Libra. Como consecuencia de la influyente recomendación del presidente, la moneda digital multiplicó su valor en pocos minutos para luego caer abruptamente debido a la salida de inversores que, al parecer, estaban informados de la jugada; la maniobra presidencial causó una estafa de 251 millones de dólares, el 86 por ciento de los que compraron la moneda perdió dinero y casi todos son argentinos ricos.

Y más cerca de nosotros. “Además de trabajos de mala calidad en el proyecto emblemático de la cuarta transformación, la Auditoría Superior de la Federación (ASF) encontró pagos irregulares por dos mil 591 millones de pesos en las obras del Tren Maya” (Animal Político, 20 de febrero). Item más. “Laboratorios de Biológicos y Reactivos de México, S.A. de C.V. (Birmex) pagó mil millones de pesos a diferentes proveedores pese a que no tiene pruebas para demostrar que las empresas cumplieron con la entrega de vacunas y medicamentos en hospitales y centros de salud durante 2023… la Auditoría revela que no hay confirmación de que todo lo contratado haya llegado a los niños y niñas que requerían las vacunas” (Animal Político, 21 de febrero). Y para completar el reciente cuadro, veamos qué pasó con las becas de los muchachos: “La Auditoría Superior de la Federación (ASF) encontró que en 2023 la Beca Universal para Estudiantes de Educación Media Superior Benito Juárez se otorgó a 486 alumnos que ya habían fallecido… se comprobó que durante 2023 se realizaron 513 pagos a 486 alumnos por un importe de 1 millón 61 mil pesos después de la fecha de su fallecimiento” (El Universal, 20 de febrero). Todo esto es por supuesto sólo una pequeña parte de la punta del iceberg, falta todo lo demás.

La corrupción es parte fundamental del Estado, pero, si no se organiza y lucha usted, amiga o amigo lector, no tendrá fin, ya que así como existe la corrupción, existe y se mantiene incólume la impunidad. 


Escrito por Omar Carreón Abud

Ingeniero Agrónomo por la Universidad Autónoma Chapingo y luchador social. Autor del libro "Reivindicar la verdad".


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