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En el deporte es muy claro que para poder competir es indispensable entrenar. Por ejemplo, un entrenador de futbol sabe que, para poder ganar un partido, es necesario, entre otras cosas, practicar tiros a gol. Para combatir algunas enfermedades infecciosas, como las ocasionadas por ciertos virus y bacterias, nuestro sistema inmune también necesita “entrenar”. Este “entrenamiento” ocurre a través del uso de las vacunas. Las vacunas son preparaciones biológicas que ayudan a nuestro organismo a adquirir inmunidad contra el agente que causa alguna enfermedad especifica. En otras palabras, las vacunas nos permiten “preparar” al sistema inmune para que, en el escenario de una infección, sepa como actuar para contrarrestar la enfermedad.
Las vacunas se elaboran a partir de versiones debilitadas del patógeno o de fragmentos de éste a las que se les llama antígenos. Por lo tanto, a través de las vacunas, nuestro organismo puede “conocer” al causante de la enfermedad, pero sin el riesgo a desarrollarla. Esto permite que nuestro sistema inmune pueda desarrollar un tipo de proteínas conocidas como anticuerpos, que tienen un papel crucial en la defensa contra patógenos, ya que participan en su reconocimiento y, eventualmente, en neutralizar sus acciones. Los anticuerpos son sintetizados por células sanguíneas, específicamente, por un tipo de glóbulos blancos llamados linfocitos B. Entonces, volviendo al ejemplo del futbol, las vacunas son el equivalente a jugar un partido amistoso a principio de temporada, solo nos preparan para los posibles escenarios de una “competencia real” (como lo sería una infección).
La producción de anticuerpos es una función muy sofisticada de nuestro sistema de defensa. Aunque todos los anticuerpos tienen una estructura semejante que los caracteriza, presentan una región pequeña que es extremadamente variable. Esto permite que existan millones de anticuerpos diferentes que tienen la capacidad de identificar y neutralizar al mismo número de antígenos. Una característica relevante es que los anticuerpos se quedan por un largo periodo en nuestro sistema y, por tanto, constituyen una “memoria inmunitaria”. Este tipo de memoria se crea desde la primera vez que el sistema inmune se expone al agente patógeno específico y permite una mejor respuesta ante encuentros posteriores con éste. A través de los anticuerpos, nuestro organismo es capaz de generar un sistema de defensa muy robusto.
Con el uso de las vacunas, podemos utilizar la maquinaria de producción de anticuerpos a nuestro favor. Es decir, una vez que el sistema inmune se expuso a una vacuna en contra de un virus o bacteria específico, puede desarrollar anticuerpos. En consecuencia, el sistema inmune se encuentra “entrenado” para combatir a dicho patógeno y evita la enfermedad que causan. Esto brinda, a quienes adquieren la vacuna, protección por muchos años. Si se piensa en el nivel poblacional, entre mayor sea el numero de individuos vacunados, es más complicado que la enfermedad pueda dispersarse y alcance a personas que no se han vacunado aún, generando así un fenómeno estadístico en el que, de manera indirecta, se protege a un sector de la población. A esto se le conoce como inmunidad colectiva o de rebaño. Por lo tanto, el uso de vacunas es importante para nosotros y para quienes nos rodean.
Las vacunas representan protección para nuestra sociedad. Se estima que las vacunas previenen hasta tres millones de muertes cada año en todo el mundo. Gracias al uso de las vacunas casi se han podido erradicar enfermedades como la polio, el sarampión, el tétano, entre otros. Actualmente, se espera que la elaboración de una vacuna en contra del virus Covid-19 sea la solución a la pandemia que vivimos. A la fecha, existen cerca de 170 candidatos de vacunas contra Covid-19 en desarrollo en diferentes laboratorios alrededor del mundo, de los que 15 se encuentran ya en pruebas clínicas. Esperemos que pronto podamos “entrenar” a nuestro sistema inmune en contra de esta enfermedad, pues es necesario empezar a marcar goles a nuestro favor.
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Escrito por Neftaly Cruz Mireles
Columnista de ciencia