Cargando, por favor espere...
Contundentemente, el arte tiene una función social. No porque alguien lo enjuicie, sino porque históricamente así ha sucedido. Durante la Edad Media las artes plásticas, y en particular la pintura, fueron utilizadas por la Iglesia y por los mecenas para representar su vida opulenta y perfecta o para mostrar escenas bíblicas. De hecho, uno de los factores que impulsó el arraigo de la fe católica en la sociedad fue precisamente la cultura y más detalladamente el impacto de obras maestras expuestas intencionalmente en las catedrales europeas cuya construcción, por cierto, también estuvo financiada por el Papa y los burgueses de entonces, en particular la familia Medici. Baste recordar las figuras de Giotto di Bondone o Miguel Ángel, escultores, arquitectos y pintores al mismo tiempo. El objetivo era utilizar su arte como medio de “adoctrinamiento” a las “masas populares”. No por ello las obras producidas por los grandes maestros renacentistas pierden su valor artístico, sobre todo por la maestría con que desarrollaron la técnica de las artes plásticas en que incursionaron.
Se sostiene, aún más, el argumento de que el arte históricamente ha tenido una función social –inconsciente o conscientemente por parte del artista–. Podemos trasladar esta idea al México posrevolucionario, en donde el llamado muralismo mexicano, encabezado por Diego Rivera, David Alfaro Siqueiros y José Clemente Orozco tomó como modelo a los maestros florentinos antedichos para utilizar su arte exactamente de la misma forma en que lo hicieron sus precursores, pero desde otra óptica, con otras imágenes. Sustituyeron las escenas bíblicas en Iglesias por escenas heroicas de la historia nacional en edificios públicos. El objetivo entonces era el de difundir la historia del “pueblo” mexicano.
El otro ejemplo que se sigue casi naturalmente es el del expresionismo abstracto surgido en Estados Unidos después de la Segunda Guerra Mundial, abanderado por Jackson Pollock, Clyfford-Still y Rothko. No hay ninguna coincidencia en que Pollock haya estudiado a Diego Rivera, sin embargo, se le presenta como el epítome de la libertad del arte y no es mucho decir; de hecho hace poco, en el Museo Albertina Modern, estuvo abierta una exposición con obras de estos artistas, llevaba por nombre Ways of freedom y en ella se indicaba que “fueron representantes de una nueva libertad del arte, tal como se manifiesta en su reinvención de la abstracción estadounidense. Su ruptura artística radical en 1945 también marcó el nacimiento de la libertad en Europa, facilitada por los estadounidenses”.
Para la mayoría de los críticos contemporáneos, así como para ciertos artistas, esta idea es incuestionable porque ambas partes tienen como base una misma filosofía, el posmodernismo, que niega la existencia de la realidad concreta y promueve la libertad individual por encima de todo, precisamente como lo hicieron el expresionismo abstracto, las vanguardias de la segunda mitad del Siglo XX y lo siguen haciendo algunos artistas contemporáneos, por ejemplo la exposición Lovers, de Urs Fisher, en el Museo Jumex, en la que el elemento casi único son unos inodoros. Esta situación, por supuesto, no se explica como un problema moral-subjetivo, sino como producto de un contexto histórico particular.
En suma, el arte le ha servido, hasta entonces, a la Iglesia, a las élites económicas y políticas y ahora sólo a los propios artistas. Como tesis, el arte renacentista cumplió una función social específica, adoctrinar, pero fue superado con la síntesis que realizó el muralismo mexicano, cuyo fin fue la enseñanza de la historia nacional por la vía de las paredes de espacios públicos y la antítesis, la negación inevitable, de ambos movimientos, ni más ni menos, es el arte posmoderno (expresados ahora en el expresionismo abstracto), que por sus propios principios y objetivos se concentra en la individualidad del artista. No por otra cosa termina siendo necesariamente estéril. ¿Cuál es el objetivo de mostrar en las salas de museos unas pinceladas (cuya carga emocional sólo conoce artista) o ver urinarios de cabeza o inodoros llenos de frutas?
Se decía que la gente estaba casi extasiada con su líder sin igual en la historia del país y que, por tanto, la pasividad ante el infortunio duraría muchos años.
A casi una semana de los hechos aún nadie responde a la cuestión ¿Por qué atacar a Moscú?
México no es un país libre. Fue primero colonia de España durante tres siglos y poco después de su independencia formal quedó sometido a un régimen neocolonial por Estados Unidos.
Los dirigentes occidentales que hoy condenan los actos terroristas de Hamás y apoyan a Israel nada hicieron antes por resolver las injusticias en Palestina y las “posiciones de principio” que hoy pregonan demuestran que tampoco lo harán esta vez.
El 2 de noviembre se cumplieron 160 años de la Declaración Balfour, un evento diabólico que conlleva la ocupación de Palestina y el establecimiento del régimen sionista y del Apartheid israelí, entre otras.
Harald Helfgott saltó a la fama mundial en 2012 cuando presentó a la comunidad matemática la demostración de la conjetura débil de Goldbach.
Las inundaciones, los miles de refugiados, entre otras, desplazaron la guerra civil en Sudán de los grandes titulares a pesar de la constatación de un renovado genocidio en Darfur, similar al de 2003 a 2008 (con medio millón de masalits asesinados).
El sistema económico estadounidense se halla en decadencia; EE. UU. está empeñado en restituir el mundo bipolar que existió hasta la caída de la Unión Soviética en 1989; mientras, hoy en gran parte del orbe emerge un régimen de vida económico y político multipolar.
En esta ocasión transcribimos fragmentos del Romance de Don Quijote de la Mancha (El último capítulo), obra del poeta yucateco José Peón Contreras (1843-1907).
Fueron expuestos detonantes que se convirtieron en un símbolo y un llamado urgente para crear el sistema democrático y multipartidista del país.
Con la imposición del neoliberalismo a escala mundial se eliminó el llamado “Estado de bienestar” creado por el sistema capitalista el cual favoreció temporalmente al sector laboral con algunas prestaciones.
Hay un problema en la tendencia que adoptan varios medios, intelectuales y políticos progresistas de llamar a la autocrítica del gobierno que pierde el poder y la fuerza política que representa. Su análisis es sumamente superficial.
Negarse por miedo a la verdad es cobardía, no hacerlo por pereza es apatía, indiferencia y debilidad. Ninguna de estas razones justifica la indolencia.
Estamos ante lo mismo: en el Frete Amplio y Morena se repiten esquemas, mismos que, aseguran, han sido desterrados; quieren convencernos de que se trató de procesos cuasi perfectos en los que se eligió a las aspirantes con mayor respaldo ciudadano.
En sólo un par de párrafos, Del Campo reseña las importantes labores que entonces realizaban los evangelistas para las mayorías de la capital de la República que no sabían leer y escribir.
Escrito por Victoria Herrera
Maestra en Historia por la UNAM y la Universidad Autónoma de Barcelona, en España.