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Ecuador, lo que se teme
Curioso parecido con el programa lopezobradorista del que cuelga, con alfileres, la proclamada demagogia de “primero los pobres”.
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El presidente de Ecuador, Guillermo Lasso, a quien se identifica como derechista y neoliberal, se salvó por poco de ser destituido por la Asamblea Legislativa de ese país. El día de ayer, martes 28, votaron a favor de retirarlo del cargo 80 diputados que no alcanzaron la cantidad de 92 que se necesita según la ley para defenestrar al presidente. Una impresionante rebelión social en todo el país, principalmente de indígenas, que tiene controlados varios departamentos desde hace 15 días, fue la gravísima situación que propició el intento legislativo de sustituir al presidente de la república.

En Ecuador, que tiene una población de 17.2 millones de habitantes, el 32.2 por ciento de la población, es decir, cerca de 5.5 millones de personas, está en condición de pobreza, según el último reporte del Instituto de Estadística y Censos (INEC), presentado en julio de 2021; y unos 2.6 millones viven en pobreza extrema; en el área rural, la situación es más grave, ya que casi la mitad de la población, es decir, el 49.2 por ciento, vive en situación de pobreza y el 28 por ciento en pobreza extrema y, en estas áreas, el 80.4 por ciento de la población en edad de trabajar, tiene un “empleo” y, por tanto, un “salario” que se considera inadecuado. Faltaría saber cuál es la situación actual después de que ha transcurrido otro año de pandemia.

Como muchos otros países de la periferia explotados por el capital, Ecuador sufre una gran emigración de su población. Unos tres millones de ecuatorianos viven en el extranjero, en España, Estados Unidos e Italia, principalmente. Ecuador, como México, vive la tragedia de las familias deshechas para siempre porque las mujeres y hombres en edad de trabajar se van lejos a servirles a los patrones de las metrópolis, ya que en sus países no hay empleo suficiente y el que hay no está bien remunerado.

Sorpréndase. Ecuador, como otro país que nosotros conocemos bastante bien, tiene un programa de trasferencias de dinero en efectivo a la población en situación de pobreza que exige que la familia tenga hijos pequeños que asistan a la escuela y que acuda a chequeos médicos periódicos. Curioso parecido con el programa lopezobradorista del que cuelga, con alfileres, la proclamada demagogia de “primero los pobres”. Cabe preguntarse: ¿Quién tiene la fuerza y la influencia suficiente para imponer al mismo tiempo y a escala continental, casi como por arte de magia, programas sociales idénticos en su esencia? ¿Quién nos iba a decir que el reaccionario de Guillermo Lasso que ahora se tambalea también entregaba puntualmente sus propias “ayudas para el bienestar”?

El estallido social en Ecuador es la crisis social más grave de los últimos meses en Latinoamérica, es cierto, pero como se sabe, la situación de los trabajadores en otros países del continente es muy similar. La pobreza se enseñorea del Bravo a la Patagonia y, ahora puede decirse sin ningún margen de error, hasta más allá del Río Bravo ya que en el poderoso vecino del norte, 60 millones de estadounidenses tienen que recurrir a la caridad pública para alimentarse.

El pasado viernes 24 de junio, la edición del diario New York Times en español, publicó una nota sobre las protestas de los más pobres en Ecuador que, entre otras cosas, decía así: “La agitación en Ecuador refleja cómo la inflación se suma a los desafíos de un país donde la pandemia profundizó la pobreza crónica y la desigualdad. Más del 32 por ciento de la población vive en la pobreza, ganando menos de tres dólares al día. Una dinámica similar ha alimentado el descontento en toda Latinoamérica, desde Chile hasta Perú y Honduras, con personas que exigen que los gobiernos encuentren formas de reducir el precio de los bienes cotidianos”.

En efecto, veamos algunos datos ilustrativos. El Universal del 28 de junio, publicó lo siguiente: el Índice de Precios al Consumidor en Colombia aumentó 9.07 por ciento de mayo de 2021 a mayo de 2022; la inflación en Chile alcanzó 7.1 por ciento en 2021, la más alta en 14 años y se prevé que será de 8.9 por ciento en 2022, con un promedio de enero a mayo de este año que se ubicó en 9.40 por ciento; el Banco Central de Brasil pronosticó que la inflación pasará de 10.06 por cinto en 2021, el máximo en seis años; las previsiones de consultoras privadas indicaron que la inflación en Argentina, que fue del 50.9 por ciento en 2021, alcanzaría el 68.5 por ciento en 2022. “La región enfrenta una compleja coyuntura económica, caracterizada por la desaceleración del crecimiento, una inflación en aumento, alzas de las tasas de interés y volatilidad en los mercados internacionales”, señaló la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL), que integra el sistema de la Organización de Naciones Unidas (ONU).

Panorama negro que era previsto desde hace años por los expertos de Estados Unidos. No los toma por sorpresa. Por eso, las élites políticas, económicas y militares del hemisferio diseñaron una vieja política de contención que se remonta, por lo menos, a la instauración de la república de Weimar que, dirigida por los socialdemócratas, traidores y asesinos de los revolucionarios de Alemania, quedaron encargados del salvamento de los capitalistas y sus empresas. Y lo lograron. Y cuando ya resultaron innecesarios, los sustituyeron por Adolfo Hitler y los negocios siguieron viento en popa.

Es así como se explica en varios puntos de América Latina la llegada de “izquierdistas” al poder. Serán los encargados de contener la irritación social y sacar adelante los negocios capitalistas. El periódico La Jornada del 25 de junio, escribió: “Una nueva ola de izquierda está surgiendo en la región. A diferencia de la primera, entre 2000 y 2010, ésta parece ser más fuerte, porque ahora hay desafíos que son enormes. Una de las razones fundamentales del triunfo de la izquierda en estos países es probablemente la mala gestión de la pandemia, el sufrimiento económico y, en consecuencia, el aumento de la desigualdad”, explica a DW Jan Boesten, politólogo e investigador del Instituto Latinoamericano de la Universidad Libre de Berlín.

Es muy ilustrativo ver cómo la prensa atlantista, la grande y la pequeña, ésa que no cesa ni pierde oportunidad de denigrar a Cuba, a Venezuela, a Nicaragua, a Corea del Norte y, entre otros adversarios del imperialismo norteamericano, a Rusia, ahora se muestra muy entusiasta y reiterativa en llamarles respetuosamente izquierdistas a todos estos políticos que llegan al poder y presentarlos como una alternativa novedosa y esperanzadora para la dura situación de los pueblos. Extraño giro que solo puede explicarse porque esos izquierdistas tienen la bendición de los centros de poder.

Hay más todavía. El domingo 26, Alfredo Jalife Rahme escribió en su columna Bajo la lupa que publica La Jornada: “Una izquierda políticamente correcta que no toca los intereses militares de EU en el mar Caribe –v.gr. Honduras (una base militar) y Colombia (nueve bases militares); y un tanto cuanto Chile– y que no colisiona con los intereses geopolíticos de Washington”. Y aquí, añado yo, debe incluirse a Andrés Manuel López Obrador, cuya fobia hacia las organizaciones sociales es ampliamente conocida y cuyo trabajo en favor de las ganancias de las clases más altas de México es también muy conocida. En 2020, las 36 principales fortunas del país sumaron 171 mil 490 millones de dólares, un 20 por ciento promedio más que en el 2019 y ocho de los 10 principales multimillonarios del país vieron crecer 28 por ciento sus fortunas el último año. Luego entonces, lo que no quieren las élites de Estados Unidos y del continente es llegar a la situación de Ecuador (y lo que le falta). Por eso toman medidas preventivas. Eso es lo que se teme.


Escrito por Omar Carreón Abud

Ingeniero Agrónomo por la Universidad Autónoma Chapingo y luchador social. Autor del libro "Reivindicar la verdad".


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