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Los indígenas batwa habían dependido por siglos de la cacería y la recolección en los bosques del sudoeste de Uganda. Son uno de los pocos grupos totalmente originarios que aún existen en el mundo entero; persisten alrededor de seis mil 200 individuos. En las últimas décadas han enfrentado distintos episodios de despojo de sus bosques; han quedado sin acceso a la tierra, a los alimentos y demás bondades de su territorio para convertirse en el entretenimiento de los europeos que vacacionan en África.
En 1990, agencias internacionales y los departamentos gubernamentales responsables de la conservación decretaron, en nombre de la “conservación del medio ambiente”, los bosques como bosques impenetrables, un tipo de Áreas Naturales Protegidas. Con ello, los habitantes batwa fueron desalojados de sus hogares y pasaron a depender del Fondo de Conservación de los Bosques Impenetrables de Mgahinga y Bwindi (MBIFCT).
Los batwa fueron “reubicados” por el MBIFCT sin su consentimiento libre, previo e informado, y sin ninguna audiencia pública. Ése fue el último golpe para los batwa, que habían sido desplazados gradualmente de su territorio por comunidades agrícolas de colonos y empresas madereras, que habían dañado enormemente el bosque e impuesto derechos de propiedad privada que limitaban la libertad de movimiento de los batwa. El MBIFCT proporcionó a algunas familias batwa arrendamientos de tierras de muy corta duración como “solución”, pero no definieron qué pasaría después de que los arrendamientos expiraran; los batwa “beneficiados” quedaron a su suerte. Solo unas pocas familias estaban cubiertas por el plan y la mayoría eran “ocupantes ilegales” de las tierras de sus vecinos.
Mas el despojo de sus tierras no solo ha representado para los batwa escasez de bienes materiales, sino también una violenta ruptura con sus creencias y con su bienestar espiritual. Los batwa tienen ciertos vínculos espirituales y religiosos con los bosques. Veneran determinados lugares y los consideran fundamentales para su existencia. Cada zona geográfica tiene un nombre relacionado con la historia y el pasado remoto, el mundo de los antepasados míticos.
Los batwa prácticamente no tienen representación política, lo que refuerza su marginación. No reciben beneficios por el turismo de quienes se dan el lujo de vacacionar en su territorio; solo unos pocos tienen la suerte de recibir propinas de los turistas, después de actuar para ellos la representación de sus costumbres. Su acceso a la educación, a la atención sanitaria, así como a otros servicios sociales, es sumamente escaso. En 2006, la Alianza por la Tierra de Uganda para la Coalición de Organizaciones de la Sociedad Civil Pastoral advirtió desnutrición, hambruna generalizada y pérdida de cohesión social entre los indígenas batwa, que perdieron sus hogares y medios de vida.
En 2013, los batwa presentaron una demanda constitucional en la que solicitaban la restitución de sus tierras, así como una compensación por las violaciones de los derechos humanos a largo plazo. Sin embargo, siguen esperando una audiencia completa y la resolución del caso. Según el Programa para los Pueblos del Bosque, el gobierno ugandés tomó represalias contra los batwa al no llegar a un acuerdo sobre el reparto de los beneficios obtenidos del turismo.
El caso de los batwa exhibe la forma en que se aplica la lógica colonialista a la “protección de la naturaleza”. Una práctica que por un lado omite, consciente o inconscientemente, el hecho de que los humanos también somos parte del mundo natural, estamos hechos de naturaleza e interaccionamos con ella en cada momento de nuestra existencia, por lo que resulta un absurdo pretender aislar a la naturaleza de la naturaleza misma. Por otro lado, este tipo de prácticas esconden el verdadero propósito del discurso de “conservación del medio ambiente” enarbolado por algunos gobiernos y franquicias: el objetivo es obtener ganancias mediante el turismo y otras actividades lucrativas dejando a un lado, y prácticamente sin beneficios, a las personas que habitan el territorio en cuestión. Sí urge conservar y recuperar la naturaleza para mantener el equilibrio de la vida, pero ello solo será posible despojándonos de las prácticas y la ideología colonialista. La protección de la naturaleza tiene que llevarse a cabo con objetivos sinceros y con las medidas correctas, no como un simple discurso para seguir explotándola y acumulando ganancias.
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Un molar de al menos 130 mil años de antigüedad encontrado en una cueva de Laos, en el sureste asiático, podría ser clave para arrojar nueva luz sobre los denisovanos, especie poco conocida descubierta en 2010.
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Escrito por Citlali Aguirre Salcedo
Maestra en Ciencias Biológicas por la UNAM. Doctora en Ecología por la Universidad de Umeå, Suecia.