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Viaje al Oriente, de Herman Hesse
La historia cuenta el viaje espiritual de un músico hacia el conocimiento de sí mismo mediante el uso de la magia como expresión de las relaciones del hombre con la naturaleza; renuncia a la razón y a las máquinas modernas.
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El autor de esta novela y de otras muy célebres como Bajo la rueda (1906), Demián (1918), Siddharta (1922), El lobo estepario (1927) y Juego de abalorios (1931), fue también pintor expresionista, cuentista, poeta y ensayista especializado en el análisis de la antiquísima filosofía oriental hindú. Nació en Alemania en 1877, murió en Suiza en 1962; en 1946 ganó el Premio Nobel de Literatura y como personaje público destacó porque desde el término de la Primera Guerra Mundial (1914-1918) asumió una manifiesta posición antibelicista que refrendó en la Segunda Guerra Mundial (1939-1945), cuando denunció la persecución criminal de los nazis contra la población judía de Alemania y otras naciones de Europa.

En Viaje al Oriente (1932) Herman Hesse cuenta el viaje mental o espiritual de un músico hacia el conocimiento de sí mismo mediante el uso de la magia como expresión de las relaciones del hombre con la naturaleza, viaje que implica la renuncia a la razón y a las máquinas modernas como trenes, barcos, aviones, automóviles, el telégrafo, etc. En el plano terrestre, el supuesto viaje se realiza en Alemania sobre la Suabia Superior hasta el Morbio Inferior, en la frontera con Italia, en cuyo tránsito el narrador (HH) conoce a Leo, un criado servicial, alegre y muy querido por todos, pero que desaparece en el Morbio y, con él, la fidelidad y la creencia de los viajeros en Jesús, Mahoma y Buda, sus guías espirituales.

Finalmente, la “cruzada” y sus líderes (el Gran Círculo, la Gran Silla y el Consejo Superior de los Superiores) se desperdigan y el único que queda es el narrador. Éste, sin embargo, vuelve a su ciudad, localiza a Leo y lo entera que tanto él como HH son el Superior de los Superiores. El viaje de individuación “colectiva” termina con esta frase: “Hablamos de que los personajes de ficción son más vivos y reales que sus creadores”. (El Consejo Superior de Superiores está formado por personajes históricos como Zoroastro, Lao Tze, Platón, Carlomagno, el santo alemán Alberto Magno, Wolfgang Amadeus Mozart, y algunos de ficción como Don Quijote de la Mancha, Sancho Panza Tristán Schandy).

Este relato de Hesse puede asimilarse como una denuncia simbólica del individualismo irracional que afectó a la oligarquía alemana en la primera mitad del Siglo XX, misma que halló expresión en el movimiento fascista que inicialmente llevó al emperador Guillermo II a provocar la Primera Guerra Mundial y luego a la Segunda Guerra Mundial, de la mano de Adolfo Hitler. Las claves de esta posible intención de Hesse son la cita de las figuras del “Tercer Reich” y la “irracionalidad heroica” como principio de filiación para los aspirantes a formar parte del Gran Círculo; la imagen gráfica de este nombre como sucedáneo de la esvástica (el símbolo de los nazis); y la aparición del libro un año antes de que éstos arrastraran en 1933 a buena parte del pueblo alemán al “viaje a la irrealidad” y al “caos” de los años 40 del Siglo XX.


Escrito por Ángel Trejo Raygadas

Periodista y escritor.


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