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Tianguis Artesanal dominical de Chilapa sobrevive a violencia y pandemia
Con casi seis siglos de existencia, su supervivencia se debe a que es el único mercado en el que miles de comerciantes indígenas asisten a ofertar directamente sus productos agrícolas y artesanales.
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El Tianguis Artesanal de Chilapa de Álvarez, con casi seis siglos de existencia, empezó a funcionar el cinco de octubre de 1533 —aunque hay datos que ubican su aparición en 1458— y sobrevive a la pandemia de Covid-19 y a la violencia delictiva que asuela a la región de La Montaña de Guerrero.

Sin duda debe su supervivencia a que, desde entonces, es el único mercado en el que miles de comerciantes indígenas de los municipios de la región de La Montaña –Zitlala, José Joaquín de Herrera, Tlapa de Comonfort, Ahuacuotzingo y Olinalá– asisten cada inicio de semana a ofertar directamente sus productos agrícolas y artesanales.

Además, el tianguis se instala cada domingo en las inmediaciones de la glorieta Eucaria Apreza de Chilapa, municipio localizado a poco más de una hora de Chilpancingo, capital del estado, por lo que esta cercanía lo ubica en un área donde confluyen todas las vías de acceso a Acapulco, a las regiones norte (Iguala), Costa Grande y Costa Chica, incluso con otros estados.

Pero uno de sus mayores atractivos se halla precisamente en los precios de los productos que, al no existir intermediarios, resultan muy baratos; además de que son originales, ya que provienen de las culturas prehispánica y colonial de la región de La Montaña.

Entre las mercancías de mayor oferta destacan la culinaria indígena y las artesanías de las comunidades de Ayahualulco, pueblo dedicado a los artículos derivados de la palma, hoja de maíz y madera, según la temporada (en navidad: nacimientos, niños Dios, “animalitos”, esferas, etc.).

 

 

También se venden máscaras de tigre y de tlacololeros; sombreros, bolsas de mano o mandado, petates, servilleteros, tapetes; jarros de barro, platos, cazuelas, molcajetes, entre otras artesanías pintadas a mano, a la perfección; cajitas de Olinalá de diversos tamaños; y vestidos regionales como trajes de Acateca, huipiles y blusas.

Hay asimismo bisutería hecha con piedras multicolores y palma (aretes, collares, pulseras, etc.); muebles de madera como sillas, sillones, escritorios, mesas, bases de cama; y los visitantes pueden consumir la comida típica de la región como pozole con patitas de puerco, aguacate, chicharrón; sin faltar el mezcal, natural o frutado; mole rojo, tamales, pancita, quesadillas y piloncillo. En el tianguis aún se utiliza el trueque.

Entre los productos agrícolas se encuentran los ajos, sandía, plátano, elotes, frijol, maíz, jitomate, cebolla, chile en sus diferentes variedades; calabaza, garbanzo, quelites, rábanos, agua de coco, chilate (bebida elaborada con cacao, canela y arroz); gallinas, guajolotes, cerdos, incluso leña y carbón vegetal.

El tianguis de Chilapa es el principal escaparate de la economía regional porque brinda a los campesinos indígenas –que en su mayoría siembran para el autoconsumo– la oportunidad de vender sus excedentes y obtener ingresos extra.

Algunos tienen locales en los que venden comida y las mercancías arriba enumeradas, mismos que han heredado de padres, abuelos o ancestros más antiguos; y que ofrecen, desde las seis d ela mañana, sobre telas o plásticos colocados sobre el piso.

 

Resistiendo a violencia y pandemia

Chilapa de Álvarez está fuertemente resguardado por elementos de la Policía del Estado y ahora también por la Guardia Nacional. La vigilancia extrema empezó a realizarse desde 2004, cuando arreció la violencia y se vieron afectadas las líneas de transporte vial en caminos y carreteras, dificultando tareas de comerciantes, artesanos y campesinos.

Los asesinatos, la desaparición de personas y el desplazamiento de miles de familias provocados por las disputas entre los grupos del crimen organizado dedicados a la producción de estupefacientes afectó a campesinos, artesanos y comerciantes; por cautela, unos ya no visitan el tianguis durante un tiempo; y otros definitivamente porque los mataron o huyeron de sus comunidades.

Los años subsecuentes fueron difíciles debido a la considerable reducción de compraventas; pero la necesidad de sobrevivencia, que es mayor que el miedo, obligó a sus actores tradicionales a mantener el tianguis; y el 10 de mayo de 2015 fue el único domingo que se suspendió debido a un fenómeno social muy anómalo:

La tarde del nueve de mayo, más de 300 civiles armados de las comunidades del sur de Chilapa irrumpieron en la ciudad en busca de un grupo de delincuentes; y todas las actividades socioeconómicas se vieron alteradas y suspendidas para que el problema no escalara hacia una confrontación sangrienta.

 

 

Posteriormente, el tianguis recuperó sus actividades normales, aunque con poca presencia de turistas, debido a las constantes balaceras, extorsiones, asesinatos, desapariciones y desplazamientos generados por los grupos delictivos.

Estos sucesos, sin embargo, no impidieron que los comerciantes se instalaran los domingos en busca de ingresos económicos para solventar las necesidades básicas de su familia. Por ello, este mercado tradicional de más de cinco o casi seis siglos sigue de pie.

Otro suceso que tampoco ha logrado abatirlo, aunque sí lo ha conmovido, es la pandemia de Covid-19. El tres de mayo de 2020, por vez primera desde que los frailes agustinos Jerónimo Jiménez y Agustín de Coruña lo impulsaron en 1533, el mercado dominical no fue instalado debido a que el gobierno municipal ordenó su cierre los días 10 y 17 de mayo para evitar la movilidad social y los contagios.

Este cierre temporal, que también afectó al tianguis ganadero que se ubica en el crucero Chilapa-Topiletepec-Zitlala, generó incertidumbre en miles de indígenas nahuas de la parte baja de la región de La Montaña, cuya mayoría de intercambios se realizan mediante el trueque de animales de granja.

Las tres semanas de alerta sanitaria y el confinamiento fueron hechos inéditos en la historia del tianguis de Chilapa, que se habilita en la plaza central de esta población y a un costado de su majestuosa catedral, diseñada por el arquitecto Federico Ernesto Mariscal Piña (1881-1971), construida entre 1931 y 1975 durante la corriente nacionalista de la arquitectura mexicana y considerada la tercera de mayor dimensión en el país, solo por debajo de la catedral de Puebla y de la catedral metropolitana de la Ciudad de México (CDMX).

 

 

Está integrada por cinco naves, la principal tiene techo de dos aguas, otras dos se hallan en los costados y las restantes corresponden a las capillas. Su frontispicio está labrado con bajorrelieves en cantera rosa y verde, material que abunda en la región. En la parte superior destaca la imagen de San Miguel Arcángel echando al diablo.

 

Luchan por recuperar el esplendor

Los miles de comerciantes de Chilapa se afanan en aumentar sus ventas este año y recuperar el esplendor del tianguis, el centro de abastos más antiguo e importante de Guerrero, visitado cada domingo por miles de turistas del país y que, hasta hace unos años, conservaba su fisonomía tradicional pese a que se incorporaron mercancías propias de las tiendas departamentales a sus ofertas.

En efecto, ahora algunos de sus puestos cuentan con Wifi y en ellos se exhiben aparatos eléctricos, electrónicos y digitales sobre plásticos colocados en el piso, junto a otras prendas como vestidos, bolsas, manteles y adornos de confección artesanal indígena.

Aunque no existe un padrón de comerciantes, se calcula que cada domingo se reúnen más de tres mil personas a vender o intercambiar bienes, que van desde ajos hasta automóviles. Esta feria comercial, registrada desde 1458, genera todo tipo de olores, sabores, colores y sonidos, pese a los embates de la violencia delictiva y la pandemia.

 

 

Debido a la inseguridad pública dominante, unos 50 artesanos de seis comunidades de Chilapa –El Limón, Cuadrilla Nueva, La Providencia, Amate Amarillo, Chautla y El Refugio– integraron su propio tianguis a un costado de la carretera federal Chilpancingo-Chilapa, a 10 minutos de la cabecera municipal.

En ese mercado ofrecen gran variedad de artículos de palma elaborados a mano y rústicas máquinas de coser, entre los que se encuentran, petates, sombreros, alhajeros, bolsas, etc., así como artículos de barro como cazuelas, jarros y ollas. Los precios son bajos, porque los artesanos no tienen que gastar mucho en pasajes para trasladarse a Chilapa.

El 100 por ciento de la población de Cuadrilla Nueva se dedica a preparar, tejer y elaborar productos de palma, planta que contribuyó a un oficio que heredaron de sus ancestros. Estas mercancías se elaboran en pequeños talleres acondicionados en sus casas, mientras realizan otras actividades domésticas o del campo.

 Además de turistas, a Cuadrilla Nueva llegan muchos intermediarios que compran grandes cantidades de bolsas, sombreros, tapetes, alhajeros, tortilleros, abanicos, cestos, etc., para revenderlos en otras ciudades y regiones del país.

Reclusos nahuas del Centro de Reinserción Social (Cereso) de Chilapa fabrican sillas de madera tejidas con palma y otros muebles rústicos, que son vendidos por sus familiares en el tianguis; ahí también se venden cuchillos, machetes, hachas, picos, barretas y otros artículos de herrería artesanal.

La mayoría de los comerciantes son fabricantes nahuas, están ataviados con su ropa típica –los hombres usan calzón y camisa de manta, huaraches; las mujeres visten coloridas faldas, blusas y huipiles bordados– y recorren las calles del tianguis para ofrecer sus mercancías.

Entre las ofertas de mayor atractivo especial destacan las cajitas de Olinalá, confeccionadas con madera de lináloe, y el chocolate de las vendedoras de la comunidad El Paraíso. El mercado de Chilapa figura en la lista de los mejores tianguis tradicionales de México.

En esta lista se encuentra el de Tlacolula, Oaxaca, que se instala también los domingos y destaca porque en su parte techada se vende carne, tanto para llevar como para consumir ahí mismo, en asadores. Otros productos que se ofertan son el chocolate, servido con pan de cazuela, el pan de yema relleno de chocolate, mezcal, sombreros de palma, sarapes, ropa bordada a mano y utensilios de cocina.

 

 

En esa nómina se halla el tianguis de la colonia San Felipe de Jesús, de la CDMX, que también se instala los domingos. Se extiende en más de siete kilómetros, cuenta con más de 30 mil vendedores y en él se puede encontrar prácticamente todo lo imaginable, incluidos alimentos, antigüedades, joyas y todo tipo de aparatos. Es imposible recorrerlo en un solo día.

Otro de los tianguis populares de la capital de la República es El Salado, que desde hace décadas se instala en la colonia Solidaridad de Iztapalapa, donde abundan los puestos de ropa y de comida y pueden degustarse tacos, quesadillas, pulque y cerveza. La CDMX tiene dos tianguis de ropa barata: uno en la Raza y otro en La Lagunilla.

En Villahermosa, Tabasco, el tianguis Jesús Taracena es uno de los más populares del país y se especializa en la venta de productos frescos.

 

Comprar es apoyar a los artesanos

Reynaldo Flores, campesino de la comunidad de Nejapa, perteneciente al municipio de Chilapa, asiste al tianguis dominical desde que tenía siete años, cuando acompañaba a sus padres que vendían rábanos, cebollas y otras hortalizas.

Ahora, con 42 años, todavía siembra estos productos, que cultiva para vender, especialmente porque su maíz de autoconsumo no produjo excedentes debido a la falta de apoyos para la compra de insumos agropecuarios por parte de los gobiernos Federal, estatal y municipal.

Sentado en una pequeña silla de madera, ofrece sus mercancías colocadas sobre un plástico. Dice que hoy, a pesar de los frecuentes hechos delictivos en la región, los campesinos y artesanos acuden al tianguis de Chilapa en busca de recursos económicos con qué solventar sus necesidades básicas.

 

 

Felipe Cruz, de la comunidad de Acatlán, también en Chilapa, no tiene un lugar fijo para vender y, durante horas, entre los pasillos del tianguis ofrece ropa tradicional elaborada en talleres rústicos, tejida y bordada a mano como blusas, faldas, camisas y rebozos.

Estas piezas son elaboradas durante varios días, incluso meses; pero la gente no quiere pagar la cantidad justa. “En ocasiones he vendido ropa muy barata porque necesito dinero para pagar pasajes y comer algo. Afortunadamente no me ha tocado presenciar ningún hecho violento; pero sí me he enfrentado a bajas ventas ocasionadas por la crisis económica actual y por la poca afluencia de turistas, que siguen visitando y dando vida a este tianguis dominical”.


Escrito por Olivia Ortíz

Reportera


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