Analistas atribuyen el movimiento cambiario a factores externos, no a la política monetaria local.
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En lo que va del mes de julio, el peso mexicano ha mantenido un repunte gradual en su valor, respecto del dólar, de manera que la paridad entre ambas monedas ha tenido un registro similar al de 2015. Esto ha “envalentonado” al gobierno de Andrés Manuel López Obrador para afirmar que el peso está muy fuerte y que compite ya con el dólar. Sin embargo, la realidad es otra.
Si la economía mexicana, se guiara por la paridad cambiaria, no cabría la paradoja de tener un peso fuerte y una economía débil. Analistas en esta materia, afirman que este fenómeno resulta de una serie de actividades fuera del país, en otras economías efectivamente fuertes, pero que se reflejan, de manera atípica, en la economía mexicana, sobre todo en el tipo de cambio peso-dólar.
La razón de este efecto podría atribuirse a la intensidad de las relaciones comerciales con el exterior, en especial con Estados Unidos.
Estados Unidos, Europa y China, se han visto afectados en sus economías debido a diversos problemas, entre otros, relacionados con la guerra de Ucrania y Rusia, con repercusiones en los mercados mundiales de granos, en particular del trigo, en fertilizantes y petróleo, de los cuales ese país surtía a naciones de Europa y América (México incluido).
Estos asuntos “salpicaron” a la economía mexicana, con efectos en la falta de fertilizantes nitrogenados y, por supuesto, alza sostenida de precios de granos y gasolinas.
El tema de contar actualmente con un peso sobrevaluado, tiene que ver también, en su justa dimensión, con las relaciones de intercambio comercial entre Estados Unidos y China, en donde México y el resto de América Latina, mantienen esquemas de intercambio. Compran a los chinos muchos bienes y mercancías. Los expertos estiman que esta situación podrá durar en lo que resta del 2023 y 2024.
Hay predicciones de que la economía norteamericana también enfrentaría problemas económicos en éste y el siguiente año, por cuestiones políticas de sucesión presidencial y de tipo económico, con un crecimiento menor y una inflación al alza, se ha mencionado, incluso, que podría enfrentar una recesión. Hay reportes de que la industria manufacturera de Norteamérica muestra indicios de caída para los próximos meses, con efectos en reducciones de compras a empresas y exportadores mexicanos de frutas, hortalizas y partes mecánicas.
Expertos estiman que, si los mexicanos vendemos menos a los norteamericanos, se espera que lleguen menos dólares por este rubro, en particular de ventas de cerveza, jitomate, frutas frescas, hortalizas y legumbres, automóviles y refacciones. Y también, este efecto será notable en las remesas, lo cual no sería buena noticia para que el peso continúe dando de “macanazos” al dólar.
El gobierno de la 4T ha contabilizado remesas que envían nuestros compatriotas desde EU, por más de 60 mil millones de dólares anuales.
Esto equivale a una inyección de recursos económicos –vía la divisa norteamericana—que se ha acostumbrado a considerar como parte importante de la formación del presupuesto de egresos de la Federación. Esto equivale a un billón de pesos, de ese presupuesto, lo que significa la octava parte del total de recursos que se distribuyen entre millones de familias mexicanas.
Este dinero que llega de remesas, no se contabiliza como deuda externa. De ser lo contrario, podríamos imaginar los mexicanos que esa deuda aumentará cada año en 60 mil millones de dólares, aparte de lo ya endrogado que se encuentra este país, con el exterior.
A propósito del endeudamiento externo que ha acumulado México por gobiernos anteriores y el de López Obrador –aunque lo niegue—raya en una cantidad de entre 12 y 13 billones de pesos. Esta cantidad es creciente en niveles del 30 por ciento. Es decir, el actual mandatario recibió al país con una deuda externa de 10 billones de pesos, mientras que sólo este año, creció en más de un billón de pesos.
En el mundo se da la circunstancia de que la mayoría de países, por no decir todos, los gobiernos “pudientes” e instituciones financieras internacionales, establecieron un margen de deuda externa equivalente al 60 por ciento del valor del Producto Interno Bruto de cada país. En la actualidad, ese margen en México, alcanza un poco menos del 50 por ciento.
Pero el comportamiento de la economía mexicana muestra una tendencia al mayor endeudamiento. Así, podría suponerse que, en el 2024, habrá un cierre de administración con un aumento de 5 puntos porcentuales. Con eso, llegaríamos al 55 por ciento del compromiso de deuda. Es decir, habría sólo un margen de 5 por ciento para llegar al límite máximo.
Como están las perspectivas económicas de corto plazo, o sea, lo que viene para la segunda mitad de 2024, es austeridad de a de veras, austeridad y más austeridad. Este gobierno no dejará recursos “ni para que la administración que sigue pueda empezar a caminar”.
Por otro lado, será necesario reducir inversiones públicas en obras de infraestructura y en gastos sociales, además de que el gobierno tendrá que encontrar la forma de afrontar las deudas de Petróleos Mexicanos y de la Comisión Federal de Electricidad. Tan sólo PEMEX debe dos billones de pesos, cantidad que es mayor al valor de la propia empresa.
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Escrito por Redacción