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Olga Elena Mattei, pionera de la anti-poesía colombiana
Conferencista de arte, astronomía y culturas antiguas; crítica musical, periodista, actriz y modelo, su obra ocupa un sitio destacado en las antologías de mujeres en la poesía hispanoamericana.
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A los 90 años, con su obra traducida a varios idiomas, acreedora de una veintena de reconocimientos nacionales e internacionales, contando en su haber 42 libros inéditos y 18 publicados, Olga Elena Mattei Echavarría (1933) es hoy una prueba viviente de esa ruptura femenina con los roles de género tradicionalmente asignados que ocurrió hacia la segunda mitad del Siglo XX. Conferencista de arte, astronomía y culturas antiguas; crítica musical, periodista, actriz y modelo, su obra ocupa un sitio destacado en las antologías de mujeres en la poesía hispanoamericana.

Entrevistada en febrero de este año por el diario colombiano El tiempo, Olga Elena Mattei ubica el descubrimiento de su vocación literaria a los 11 años, cuando redactó las memorias de un viaje en trasatlántico que, al publicarse el año siguiente, recibieron los elogios de las monjas del colegio La Enseñanza. También ha explicado por qué, muy joven, decidió no leer novelas, para centrarse en sus mayores intereses: astronomía, neurología –en el nivel de divulgación–, endocrinología, genética, historia, poesía, arte… “no me da para más”, ha dicho.

Reconoce que su mentor en literatura fue el poeta Manuel Mejía Vallejo; y aunque algunos críticos la han declarado la mejor poeta del país, fiel al tono sincero y desenfadado de su obra, dice: “eso es muy peligroso por varias razones: primero, son opiniones; segundo, son pasajeras. Tercero, hay peligro de contagio. Uno lo dijo, el otro lo repite para mostrar que está enterado y puede que no sea verdad”. ¿Y en cuanto a ser la primera en escribir anti-poesía? “Publican un artículo en donde un crítico, un poeta o un intelectual dice eso. Al mismo tiempo están publicando decenas de artículos donde dicen que otra persona también lo es”.

Resulta ilustrativa la anécdota que ella cuenta en torno a la literatura escrita por mujeres: “hubo una conferencia de un bogotano ex cátedra, con muchas ínfulas de que era muy importante, en una feria del libro de Medellín. En una sala llena de gente, había por lo menos 250 personas, dio una conferencia de poesía en Colombia. Recorrió la lista, casi no dejó un solo poeta sin mencionar. Muy erudito. Y no mencionó una sola mujer. Ni una. Entonces yo levanté la mano, temblando, muerta del susto, me paré y le dije: usted no menciona ni una sola mujer en poesía, ¿no las menciona porque no las conoce o no las conoce porque no ha querido? ¿No le parece importante en un país estudiar lo que producen las mujeres? ¿O no las menciona porque sí las ha estudiado, pero no las recuerda y no le parece que haya una sola que merezca mención? Luego le dije: Yo puedo ya, espontáneamente, darle el nombre de por ahí 30 mujeres que son igual de buenas que los hombres que usted ha mencionado. La sala estalló en aplausos, el tipo se tragó la lengua y no supo qué contestar”.

Su poemario La gente (1972) contiene uno de los más famosos monumentos de la anti-poesía latinoamericana, La señora burguesa, que hizo de Mattei una pionera de ese amplio movimiento de desacralización de la poesía inaugurado por Nicanor Parra en rechazo a la fingida exquisitez lírica de los modernistas rezagados. El lenguaje directo, la aparente ausencia de metáforas y el tono sarcástico con que ilustra en sí misma la fuerza de los estereotipos sociales puede engañar al lector descuidado; en realidad, todo el poema es una hipérbole, una exageración de sus propios rasgos; La señora burguesa no es su autorretrato, sino el rechazo de cualquier rol femenino que se le quiera endilgar y cuyo repudio se desvela al final, violentamente, obligando al lector a concluir  que la poesía la ha salvado de convertirse en una señora burguesa sentada ahí… “como una pendeja”.

 

Yo soy una señora burguesa

con la barriga inflada

y escribo poesías

con dolor de garganta.

He sido

niña prodigio

muchachita insoportable

mala estudiante

reina de belleza

modelo

de ésas que anuncian

sopas, o telas o artículos diversos…

Me metí en este lío inevitable

de enamorarme

y sacrificar a un pobre hombre

hasta convertirlo en un marido

(sin mencionar de paso

en qué me he convertido)

y cometí el abuso social

imperdonable

de tener cinco hijos.

He fracasado como madre

como esposa

como amante

como lectora

como filósofa.

Lo único que puedo hacer

mediocremente bien

es ser

señora burguesa

y despreciable

imperdonablemente inútil.

Y eso

es precisamente lo que me infla

la barriga

y me hace escribir poesías

con el dolor de garganta

que me saca la rabia.

Porque todos los días me acuerdo

de la guerra y el hambre

que son tan reales como las señoras

a la misma hora

en que estoy aquí sentada

como una pendeja.


Escrito por Tania Zapata Ortega

Correctora de estilo y editora.


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