Cargando, por favor espere...
En menos de una semana cayeron los pilares que sostenían la política de Estados Unidos (EE.UU.) en Siria, y con ello se trastocó su poder en Medio Oriente. Pese a despliegues de fuerzas y recursos por más de 15 años, Washington no pudo controlar ese estratégico país ni aniquilar al Estado Islámico (EI), por lo que Donald John Trump ordenó la retirada. EE.UU. sale derrotado y, una vez más, abandona a su suerte a los kurdos ante el avance de Turquía contra esas milicias ─apoyadas por la Agencia Central de Inteligencia (CIA)─ que identifica como “terroristas”. En el balance final de esa contienda con múltiples actores e intereses, la victoria fue para la estrategia de Rusia.
Occidente siempre priorizó en la importancia geoestratégica de Siria por un plan de control político. Sus fronteras con Irak, Irán, Turquía, Líbano, Israel y Jordania lo conectan con las más ricas fuentes de gas y petróleo de la región en su paso hacia Europa por el Mediterráneo.
De ahí que la mal llamada “guerra civil” siria, estimulada con mercenarios e intereses de las firmas energéticas, fue una estrategia político-militar articulada por Washington para deponer al presidente sirio Bachar al-Assad, quien estorba al gran capital corporativo internacional.
A tres lustros de esa guerra “híbrida” contra Siria, el balance actual de la situación político-militar es que tanto el presidente ruso Vladimir Putin y su homólogo sirio, Bashar al-Assad, son indiscutibles ganadores de esa larga contienda. Y si ellos emergen como ganadores, Occidente y los kurdos son los grandes perdedores.
“No hay otra forma de decirlo: básicamente Assad ganó”, admite Michael Stephens investigador británico del Instituto de Servicios Reales. A más de una década de iniciada esta aventura geopolítica en Siria, todos los actores han sido vencidos, salvo Putin y Al-Assad.
Algunos reprochan que Siria queda balcanizada entre las potencias. Rusia domina prácticamente todo el país y EE.UU., tras su repliegue, dominará el noroeste sin disparar un solo tiro. La misión de sus tropas es “proteger las instalaciones petroleras en una zona próxima a Israel”, pues las milicias kurdo-sirias controlaron esa región en favor de Washington.
Luego que Putin materializó la alianza con esos kurdos, serán absorbidos por el quinto cuerpo del ejército sirio bajo comando ruso. Es decir, literalmente Rusia ocupa el espacio que EE.UU. dejó vacío. Y en ese reacomodo de piezas, el presidente de Turquía, Recep Tayyip Erdogan, aspira a un rol relevante en el futuro de Siria.
Imperio esquizoide
EE.UU. parece hoy un imperio sin lógica: tras la larga y fallida operación “antiterrorista” contra el EI del entonces presidente Barack Obama en 2016, el candidato Donald Trump sostuvo que su país debía salir de Siria; perfiló su nueva doctrina –en Twitter– así: “Lucharemos donde sea nuestro beneficio y sólo lucharemos para ganar”.
Criticó así a los demócratas: “Quienes nos metieron por error en las guerras de Medio Oriente todavía presionan para que sigamos luchando. No tienen idea de la mala decisión que tomaron”. Y sin justificar plenamente su decisión de retirar a sus efectivos, Trump aseguró: “Hemos sido la policía de la región por muchos años, es hora de traer nuestros soldados a casa”.
Pero la débil visión geoestratégica de Donald Trump se evidenció al soslayar a sus antiguos aliados, debido a que afirmó que el Partido de los Trabajadores del Kurdistán (PKK) podría ser “mayor amenaza terrorista que el EI” y que no intervendría en un conflicto turco-kurdo, pues “llevan más de 200 años de matanzas mutuas”. Para luego decir que ahora los kurdo-sirios están “mucho más seguros y saben cómo luchar. No son ángeles”.
Pero conforme Turquía se adentraba hacia el noreste sirio con su plan “antiterrorista” contra esos kurdos, Trump decretó fuertes sanciones (embargo de activos y vetó a los ministros turcos de Defensa, Interior y Energía).
Horas después ─en la Casa Blanca, el magnate anunciaba: “No es nuestra guerra, no es nuestro problema. Queremos ver guerras finalizadas”─ envió a Ankara al vicepresidente Mike Pence y al secretario de Estado, Mike Pompeo, para buscar un alto al fuego. Simultáneamente, se vanaglorió cuando señaló que salir de ahí fue “muy inteligente para no participar en intensos combates en la frontera turca”.
Pese al retiro de mil tropas del noreste sirio, EE.UU. mantendrá 400 efectivos (200 en la base de Al Tanaf y el resto al noreste) dentro de una Alianza Europea de mil 500 tropas que vigilarán la futura Zona Segura que impondrá Turquía, como anunció TeleSUR desde el 18 de marzo.
Rusia garante
Muchos preguntan ¿por qué Rusia dio luz verde a la invasión turca? Para algunos analistas es una estrategia del presidente ruso, Vladimir Putin, pues sin el fuego de la artillería turca, las fuerzas de Siria Democrática (FSD) seguirían oponiéndose a Al-Assad. De ahí que para Putin sea inadmisible que aún operen en Siria varios grupos terroristas y los “custodien destacamentos armados kurdos, aprovechando la situación” creada por la ofensiva turca.
De este modo el Kremlin no puede rechazar que Ankara combata a los terroristas en la frontera meridional y que, por su parte, el presidente sirio recupere el control de las zonas kurdo-sirias sin disparar un solo tiro. Así se afianza como poder legítimo en Siria.
En su plática telefónica del 16 de octubre, Putin y Erdogan pactaron que la incursión turca no fuera permanente, y que garantizara el arreglo pacífico en Siria. Además, Erdogan no pensó disgustar a Rusia, cuyas sanciones en 2016 deterioraron la economía turca.
Entretanto, Rusia pactó la protección a los kurdos acompañando a las tropas sirias en su entrada a la estratégica ciudad de Kobane (Ain al Arab en árabe), fronteriza con Turquía, tras la salida de EE.UU. El despliegue ruso y sirio impedirá ataques contra los kurdos, pero debió esperar tres días para que los estadounidenses destruyeran sus instalaciones y partieran rumbo a Irak.
Cuando se dio ese vuelco estratégico en la región, el presidente ruso estaba por iniciar su visita a los Emiratos Árabes Unidos y a Arabia Saudita, y advirtió: “Todos los que estén ilegalmente en el territorio de cualquier Estado, en este caso Siria, deben abandonar estas zonas”. Y agregó que “Siria debe ser liberada de la presencia militar extranjera”.
En entrevista con las televisoras Arabic Sky News y Al Arabiya ( RT), Putin destacó que si en el futuro el gobierno legítimo de Siria “decide que no necesita más de las Fuerzas Armadas rusas “esto también se aplicará a nosotros, por supuesto”.
En otro viraje a su diplomacia, Putin logró que la canciller alemana, Ángela Merkel, apoyara su arreglo político para estabilizar Siria, el cual se basó en principios de unidad e integridad territorial del país.
Turquía
En el largo conflicto sirio Turquía fue el principal baluarte político de las distintas facciones “‘rebeldes” y milicias sirias opositoras al gobierno de Al-Assad, recuerda el analista Ilya U. Topper. Si en 2010 Erdogan llamó “hermano” a Al-Assad, después lo llamó “genocida y asesino”.
La salida de EE.UU., tras una permanencia de casi ocho años, dio luz verde a la operación turca “Fuente de Paz” el nueve de octubre en el noreste de Siria. Su objetivo tácito fue expulsar a las milicias kurdo-sirias de las Unidades de Protección del Pueblo (UPP).
Se trata de “rebeldes” sirios agrupados en el Ejército Naconal Sirio (ENS), que operan con los kurdos de las Fuerzas de Siria Democrática (FSD), aliadas de EE.UU. y que Erdogan considera terroristas, según afirmó en la VII Cumbre de Países Turcomanos de Bakú.
Erdogan tiene dos grandes objetivos: uno, romper la conexión entre esas milicias y las bases del Partido de los Trabajadores del Kurdistán (PKK); y el otro, controlar los enclaves kurdo-sirios en el sur de Turquía.
Para ello diseñó una Franja de Seguridad – como espacio colchón – que se adentrará hasta 30 kilómetros en territorio sirio a lo largo de los 480 kilómetros de la frontera común. Ahí planea reasentar a dos millones de refugiados sirios, de los 3.7 millones que alberga y 400 mil kurdos.
Todos huyeron de los bombardeos de Occidente contra objetivos del gobierno de Al-Assad y por la violencia del Estado Islámico. Pero los críticos acusan al presidente turco por planear una reingeniería demográfica que reemplaza la población kurda con árabes.
Hábil, Erdogan jugó sus cartas (la “ayuda” a refugiados sirios y la lucha “antiterrorista”) para que EE.UU., Rusia e Irán consintieran con su operación. Sin embargo, Putin destaca que esa acción antiterrorista resulta válida “siempre que no sobrepase los objetivos territoriales pactados y amenace la seguridad del gobierno sirio”.
Solo Donald Trump desconcertó al presidente de Turquía, pues le impuso fuertes sanciones. Ante esto, Erdogan declaró a la cadena NTV: “Cuando vemos los mensajes en Twitter de Trump, llegamos a un punto donde no conseguimos seguirlo y es muy distinto a lo que hablamos por teléfono”.
Solo lo tranquiliza el éxito de su ofensiva en el noreste sirio, por lo que al concluir la primera etapa, Erdogan aceptó una tregua de cinco días. Además pasó revista a lo sucedido en Siria durante su amplio diálogo con Putin en Sochi.
A las críticas por su ofensiva en Siria, Erdogan insistió en que era derecho de su país defenderse. Acusó a la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) por discriminar a Turquía “por ser único socio de mayoría musulmana” y censuró el veto de armas de la Unión Europea, Alemania, Francia y España.
China manifestó que “se opone sistemáticamente al uso de la fuerza en las relaciones internacionales. Ha de respetarse la soberanía y la integridad territorial de los países”. Y advirtió que el operativo turco puede llevar a los terroristas hacia otras zonas.
Traición y oportunismo
Este reacomodo geopolítico obligó a los kurdo-sirios, abandonados por EE.UU., a buscar el amparo de su rival: el presidente sirio Bashar al-Assad. Quedó atrás el tiempo en que esa comunidad amplió su base territorial en Siria con apoyo aéreo y armamentista del Pentágono. En 2016 controlaban un cuarto del noreste sirio, zona rica en petróleo, agua y agricultura.
Hoy las fuerzas del presidente sirio vuelven a la región luego de años sin control del Estado. Esa es una de las insostenibles tensiones regionales que creó la alianza de EE.UU. con los kurdo-sirios. Para la historiadora de la Universidad de Missouri, Djene Bajalan, el retiro estadounidense allanó “la destrucción del experimento democrático de Rojava – el pretendido Estado de los kurdo-sirios– que se mantuvo por casi siete años”.
El sueño de un Kurdistán sirio se desvanece, aunque no le importa al imperialismo estadounidense, subraya Bajalan. El analista Michael Brooks destaca que con su hipocresía habitual, el primer ministro israelí Benjamín Netanyahu acusó a Erdogan de efectuar una “limpieza étnica” contra los kurdos.
Desamparado Mazlum Abdi, el líder de las Fuerzas de Siria Democrática (FSD), sostiene que sigue su alianza con EE.UU. y que “no terminó de modo oficial pues Washington no lo ha anunciado”. Lo dicho: el imperio traiciona.
La guerra entre Occidente y Rusia en Siria
Rusia
Este viernes las autoridades sirias dieron por terminadas las operaciones de búsqueda y rescate de sobrevivientes de los terremotos registrados la semana pasada en ese país y en Turquía.
El texto indica que Asad ya llegó a Moscú para participar en las negociaciones programadas para el miércoles.
En Siria no cesa el proceso de reconstrucción del país, donde recalcan que, para poner de nuevo en marcha los servicios públicos, el suministro eléctrico es una pieza fundamental. Hasta el momento, en la nación árabe ya se han colocado más de 350 kilómetr
Esta vez, al imperialismo norteamericano no le favoreció el equilibrio de fuerzas en el mundo; no encontró inerme y solitario al gobierno sirio ni ha podido aislarlo de su pueblo.
Parece difícil tener esperanza de que en algún momento las élites que gobiernan los EE. UU. comprendan que no pueden hacer cualquier cosa en aras de lograr sus objetivos, incluso hacer uso del terrorismo.
Ante la amenaza de los “nuevos y viejos nazis”, el presidente de Siria, Bashar al Assad, refrendó su apoyo incondicional al gobierno del presidente de Rusia, Vladímir Putin.
142 docentes y estudiantes perdieron la vida tras el terremoto que sacudió el centro y noroeste de Siria el pasado 6 de febrero, mientras que el daño en los centros educativos es brutal.
Fue el propio Assad el que tomó la decisión de entregar el poder al grupo fundamentalista HTS.
Hoy se confirma que Siria fue el campo donde las potencias extrarregionales instigaron a las élites locales, socavaron el poder estatal y tramaron con fuerzas antigubernamentales para imponer un Estado confesional.
Se trata de un "flagrante violación" de los principios del Derecho Internacional y de la Carta de Naciones Unidas (ONU).
La ONU subrayó la importancia de que Quintana y su equipo cuenten con las condiciones necesarias para cumplir su misión.
En esencia, la victoria de Hamás es también la dulce venganza de Irán.
La entrada de las milicias rebeldes obligó al presidente Al Assad y su familia a abandonar el país para refugiarse en Rusia.
Pese a despliegues de fuerzas y recursos por más de 15 años, Washington no pudo controlar ese estratégico país ni aniquilar al Estado Islámico (EI), por lo que Donald John Trump ordenó la retirada.
Solo fueron daños menores: vocero de las Fuerzas de Defensa de Israel
Policías se enfrentan a comerciantes en villa navideña
Por bajos precios, limoneros tiran su producto antes que malbaratar su trabajo
Fraude millonario en Infonavit, involucra 12 mil créditos
Cumplen 28 horas los bloqueos en Ecatepec
Alcalde de San Pedro Ixtlahuaca golpea a mujer indígena y se separa del cargo
De víctima a victimaria, Elena Ríos denuncia liberación ilegal de su agresor y luego golpea a mujer
Escrito por Nydia Egremy
Internacionalista mexicana y periodista especializada en investigaciones sobre seguridad nacional, inteligencia y conflictos armados.