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“El hombre no es un mecanismo de relojería nivelado y sistemático.
La emoción sincera es una forma de suprema arbitrariedad
y desorden específico”: Actual Nº1. VIII (Manifiesto estridentista)
En Literatura Universal (1951), el erudito Arqueles Vela, uno de los primeros adherentes del estridentismo proclamado por Manuel Maples Arce, sostiene que la poesía del veracruzano era la respuesta a la necesidad de dar “un sentido estético a la Revolución”, como el poeta había declarado desde sus primeros manifiestos; y agrega: “así como detrás de todo hecho político se esconde siempre un suceso económico-social… detrás de una irrupción artística, opuesta a la que ha condicionado su estilo en las formas de vida estables, arden los problemas que conmueven a la sociedad. La inquietud por la función de nuevos instrumentos expresivos, la rebeldía ante la insuficiencia del arte, el desasosiego por un material estilístico que ya no correspondía a las exigencias estéticas, eran producto de la Revolución, que iluminaba las fábricas y estremecía los latifundios de la campiña mexicana”.
La nueva realidad estaba lista para la fotografía y también los ojos del poeta. El paisaje, ese gran tópico en la poesía de todos los tiempos, ya es otro: por un momento parece que el autor de Revolución romperá a cantar a los majestuosos volcanes, pero pronto se descubre que la naturaleza ha cedido ante el empuje civilizatorio de aviones, fábricas, ferrocarriles…
Pronto llegaremos a la cordillera.
Oh, tierna geografía
de nuestro México,
sus paisajes aviónicos,
alturas inefables de la economía
política; el humo de las factorías
perdidas en la niebla
del tiempo,
y los rumores eclécticos
de los levantamientos.
Al smog, como comienzan a llamar entonces a esa densa niebla que hoy asfixia a las grandes ciudades, se suma la humareda que produce la extinta hoguera revolucionaria. Las tropas han recibido la orden de sofocar los últimos brotes de rebeldía y parten desde la metrópoli; lejos queda su heroísmo contra el invasor; el corrido revolucionario pronto será curiosidad escolar, mientras que Adelita y La Rielera apenas personajes del desfile anual, ocasión para la demagogia; ¡Muera el cura Hidalgo!, como diría Maples Arce en su manifiesto de Actual Nº 1, fustigando al hueco patriotismo oficialista.
Noche adentro
los soldados,
se arrancaron
del pecho
las canciones populares.
La artillería
enemiga nos espía
en las márgenes de la Naturaleza;
los ruidos subterráneos
pueblan nuestro sobresalto
y se derrumba el panorama.
Trenes militares
que van hacia los cuatro puntos cardinales,
al bautizo de sangre
donde todo es confusión,
y los hombres borrachos
juegan a los naipes
y a los sacrificios humanos;
trenes sonoros y marciales
donde hicimos cantando la Revolución.
De pronto, el poeta se queda solo por un instante y toda esa estridencia de locomotoras, fábricas, aviones, mítines, disparos y alaridos de hombres que mueren o desahogan su embriaguez parece detenerse; pero el efecto es fugaz. En Revolución, la soledad es colectiva, como también la certeza de que la oportunidad de revolucionar la poesía y la sociedad ha pasado, pues Maples Arce siente en el rostro el tacto helado de los siglos.
Nunca como ahora me he sentido tan cerca de la muerte.
Pasamos la velada junto a la lumbre intacta del recuerdo,
pero llegan los otros de improviso
apagando el concepto de las cosas,
las imágenes tiernas al borde del horóscopo.
Allá lejos,
mujeres preñadas
se han quedado rogando
por nosotros
a los Cristos de Piedra.
Después de la matanza
otra vez el viento
espanta
la hojarasca de los sueños.
Sacudo el alba de mis versos
sobre los corazones enemigos,
y el tacto helado de los siglos
me acaricia en la frente,
mientras que la angustia del silencio
corre por las entrañas de los nombres queridos.
Su poesía es una especie de rendición de cuentas poéticas, de hechos cotidianos y de encuentros que ha tenido, con una especial atención a los más humildes.
Esta colección de ensayos políticos fue escrita para recoger, describir y evaluar lo que el propio autor llamó las “actas de los ideales colectivos” que el pueblo mexicano generó para sacudirse el colonialismo español.
Su inagotable sed de conocimiento la acercó por su cuenta a otros estudios como la astrología. Este conocimiento lo plasmó en su producción poética.
La obra del veracruzano Manuel Maples Arce ha conservado, con la eficacia de una instantánea de mediados del Siglo XX, la vida del México posrevolucionario.
La transformación poética de Al-Sayyab se evidenció cuando adoptó el verso libre como medio de expresión, liberándose de las limitaciones de la forma tradicional árabe. Su compromiso social se intensificó y sus poemas abordaron la opresión y la injusticia social.
Su poesía, heredera del modernismo, que viera la luz en su patria con el gran Rubén Darío.
Maestro y poeta, las hadas no permiten que ni la cárcel ni la persecución lo amarguen; su poesía límpida y cristalina va a los niños, al pueblo; en ella se complacen todos, jóvenes y viejos. Es poesía.
Arístides Enrique José Roque Gandolfi Herrero es el nombre real de este escritor y revolucionario argentino; Álvaro Yunque es su nombre de batalla en las lides poéticas, desde donde combate “por la liberación económica del proletariado”.
Poeta turco nacido el 26 de agosto de 1914 en Estambul. Uno de los poetas más prolíficos de la Turquía republicana, con más de 60 colecciones de poemas publicados.
Es una periodista, poetisa y activista de los Derechos Humanos nacida de ascendencia palestina. La mayoría de sus poemas reflejan el sufrimiento que viven los palestinos desde que el Estado de Israel ocupa ilegalmente su territorio.
Considerado el poeta nacional palestino y uno de los más célebres literatos árabes contemporáneos. En su trabajo, Palestina es una metáfora de la pérdida del Edén, el nacimiento y la resurrección, así como la angustia por el despojo y el exilio.
Fue uno de los mayores exponentes de la Harlem Renaissance de los años veinte.
Ha publicado más de 30 libros, incluidos 21 de poesía, entre ellos, La espesa arboleda
Su poesía va desde el feminismo hasta temas de orientación sufí y ha sido descrita como compasiva, intensa y conmovedora. Su primer libro de poemas "Kali Danza… y yo también" fue aceptado por la crítica.
Ha recibido numerosos premios literarios importantes, incluyendo el Premio de Literatura Contemporánea y el Premio de Poesía Kim Su-young.
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Escrito por Tania Zapata Ortega
Correctora de estilo y editora.