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Manipulación y desamparo
El Gobierno minimiza el problema porque, en su obsesión por la austeridad (eufemismo atractivo para enmascarar al neoliberalismo), no quiere gastar.
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La pandemia ocurre en el contexto de una economía global de producción enlazada en cadenas de suministro que vinculan a varios países en un solo proceso, como en una enorme banda de ensamblado. México es fundamental en varias de estas cadenas y pieza indispensable para el engranaje productivo norteamericano (abordaré este tema en próxima ocasión). Aquejado por los estragos de la pandemia, Estados Unidos (EE. UU.) lleva hasta hoy un millón 203 mil contagiados (la tercera parte del total mundial), y 71 mil defunciones, situación derivada del mal manejo de la crisis, de haberla minusvalorado desde el principio, por temor a perder la competencia económica al frenar su producción y gastar recursos en la gente. Ahora, Trump, buscando recuperar apresuradamente el tiempo perdido, anunció que, para el 30 de abril, 24 estados de la Unión iniciarían la regularización de actividades económicas; eso mientras otros, como Nueva York, continúan en desesperada lucha contra el virus.

Pero la ciencia ha lanzado el grito de alerta. Una nota de CNN del 30 de abril recoge declaraciones de Anthony Fauci (epidemiólogo coordinador de la campaña contra el Covid-19), y otros especialistas: “La forma en que el país responda a esta ola de coronavirus determinará qué tan mala será la ‘inevitable’ segunda ola”, dijo Fauci. Si los estados comienzan a levantar las restricciones demasiado pronto, Fauci predice que el país podría ver un rebote del virus que “nos llevaría de vuelta al mismo barco que estábamos hace unas semanas”, y agregó que “el país podría ver muchas más muertes de las que se predicen actualmente. (...) Un estudio de la Universidad de Iowa recomendó mantener los esfuerzos de mitigación otras dos semanas para prevenir otra ola de infecciones”. Nuestros gobernantes, igual que Trump, ignoran estas advertencias.

La exigencia de reanudar prematuramente nos ha llegado. Legisladores norteamericanos solicitaron en una carta al secretario de Estado presionar al gobierno mexicano; sobre los detalles de esta exigencia, El País, dos de mayo, publicó: “Es claro que nuestras cadenas de distribución seguirán sufriendo disrupciones hasta que el Gobierno mexicano aclare su definición de negocios esenciales. Pedimos particularmente que presione a su contraparte mexicana para incorporar a industrias que proveen componentes en los sectores de la comida, médico, transporte, infraestructura, aeroespacial, automotriz y defensa” (...) El Pentágono envió un mensaje al embajador de EE. UU. en México, Christopher Landau, para “pedir ayuda para reabrir proveedores internacionales” de insumos para industria de la defensa. Landau ha contestado: “Estoy haciendo todo lo que puedo para salvar las cadenas de suministro que se crearon a través de las últimas décadas”. EE. UU. no puede arrancar si no tiene a México, al México enfermo, uncido al yugo.

Diligentemente, el gobierno de la 4T responde, en la práctica, y no solo ahora, sino desde el inicio, igual que Trump, subestimando la pandemia y manipulando las cifras para aparentar que vamos de salida, minimizando el número de enfermos y de defunciones por Covid-19, atribuyéndolos a “neumonía atípica” o “sospechoso de Covid-19”. Informaron que el pico de la epidemia sería el seis de mayo, y sobre ese falso supuesto el Presidente declaró que en los municipios libres de contagio, las actividades normales y las clases en las escuelas reanudarán el 17 de mayo, y en los demás lo harán, incluyendo los que hoy sufren los peores estragos, el 1º de junio. En sus cálculos de daños, López-Gatell nos coloca, triunfalmente, debajo de España e Italia. Según sus cuentas, al 5 de mayo, llevamos 26 mil contagios y dos mil 507 defunciones, (237 más que el día anterior).

Las cosas parecen ser más graves. El 29 de abril, El Economista publicó declaraciones del doctor Julio Frenk, exsecretario de Salud, integrante de El Colegio Nacional y hoy presidente de la Universidad de Miami: “El número de contagios de Covid-19 en México puede ser hasta 50 veces más que los reportados (...) en principio el multiplicador para exponenciar el verdadero número de contagios de coronavirus SARS-CoV2 no es de ocho, sino que debería ser de 30 o 50 veces más de los casos confirmados que se reportan (...) El método de muestreo Centinela en que se basa la estrategia Covid-19 de la Secretaría de Salud tiene fallas metodológicas que impiden tener claridad sobre en qué momento de la epidemia estamos ni en qué zonas se ubican los focos rojos para atacarla acertadamente”. La misma nota recoge declaraciones de Salomón Chertorivsky, también exsecretario de Salud: “el método centinela –que ni siquiera es muestreo aleatorio– no te da capacidad para tener representación municipal”. La pregunta, dijo, es “¿de dónde saca la autoridad sanitaria su interpretación que le permite hacer inferencias y saber en qué etapa está cada municipio?”. Vale la pena comentar: si las estimaciones del doctor Frenk son correctas, en el cálculo más conservador, habría que multiplicar por 30 los 26 mil contagiados oficialmente admitidos; serían 780 mil..

Y ciertamente, la pregunta es obligada: ¿de dónde sacan sus datos si no aplican pruebas masivas? El 27 de abril, la OCDE informó sobre la cantidad de pruebas por cada mil habitantes practicadas en los 36 países integrantes. El promedio es de 22.9 pruebas por cada mil habitantes. Destacan: Israel con 30, España 29.7, Italia 28.6, Alemania 25, EE. UU. 15.6, Chile 8.1. México... al fondo de la tabla, con 0.4 pruebas por cada mil habitantes. Así pues, por ignorancia o por dolo, el Gobierno no está diciendo la verdad.

Aparte del motivo económico antes expuesto, el Gobierno minimiza el problema porque, en su obsesión por la austeridad (eufemismo atractivo para enmascarar al neoliberalismo), no quiere gastar. Mientras tanto, la epidemia se expande, los hospitales se saturan y la gente misma descubre pavorosas evidencias de cómo se ocultan los hechos. Ante esto, alcaldes preocupados por sus habitantes claman por ayuda federal y estatal, efectiva e inmediata; es el caso de la presidenta de Ixtapaluca, Maricela Serrano, y el de Chimalhuacán, Jesús Tolentino Román quienes, en sendos comunicados, han alertado sobre las catastróficas consecuencias que sobrevendrán si la federación o el gobierno del Estado de México, encabezado por Alfredo del Mazo, no apoyan con el equipamiento adecuado a los hospitales, más pruebas, protección a los médicos y, muy importante, alimentos a quienes han quedado sin ingresos. Lamentablemente, el gobernador y el Presidente han ignorado la demanda, dejando solos a los médicos y enfermeras, a los alcaldes y a la población. Solo atinan a decir: manténganse en sus casas. Seguramente son cientos de municipios del país los que no tienen quién alce la voz por ellos. Conque si la epidemia se agrava en esas demarcaciones, la responsabilidad recaerá en el Gobierno Federal y en el gobernador del estado por omisión. Fueron advertidos.

En brutal contraste, mientras esto ocurre, vemos a grandes empresarios aumentando felizmente sus riquezas; algunos negándose a acatar la indicación de cerrar; otros obteniendo jugosos contratos gubernamentales, con aquello de que a río revuelto ganancia de pescadores. El propio López Obrador, en lugar de ayudar a la gente proporcionando alimento, está muy ocupado... arreando a sus diputados a que le otorguen atribuciones extraordinarias para disponer a su arbitrio del presupuesto federal. No pierde el tiempo. Mientras el pueblo sufre y muere, los de arriba acumulan poder y riqueza. Éstos son los tiempos del Covid-19 en una sociedad dividida en clases y con un gobierno insensible al dolor humano. 


Escrito por Abel Pérez Zamorano

Doctor en Economía por la London School of Economics. Profesor-investigador de la Universidad Autónoma Chapingo.


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