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Los puercos de Nicolás Mangana ante las grandes marcas
En México hay 5.5 millones de unidades económicas, de las que el 97 por ciento son micros y pequeños negocios al estilo del que Nicolás Mangana pensaba crear.
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No hay duda de que las buenas intenciones de Nicolás Mangana, personaje de Jorge Ibargüengoitia, se halla en buena parte de nosotros. Son tantos los años que hemos vivido en el subdesarrollo y en la pobreza que, en los hogares mexicanos, prevalece la idea de que el día menos pensado correremos con mejor suerte. Los dueños de los medios de comunicación y la ideología dominante han comprobado que una forma efectiva de desviar la atención de la enorme desigualdad en la que mantienen a los habitantes del país, es sembrándole sueños ñoños y falsas expectativas. Ellos y los estudiosos de la economía saben que esto es irrealizable. Pero Nicolás Mangana, campesino pobre, creía que era muy sencillo hacerse rico con un negocio de puerquitos y, pese a su precaria vida, se puso a hacer más sacrificios con tal de ahorrar unos pesos y alcanzar su meta. Los mercachifles actuales envidiarían su lema: “no somos ricos pero pronto lo seremos” y con él lograba entusiasmar a su familia. Cuando al fin ya no cupieron más monedas en la alcancía, decidió ir a la feria a comprar los puerquitos. Su plan era sencillo: “Voy a comprar unos puerquitos, los vamos a poner en el corral de atrás, los vamos a engordar, los vamos a vender y vamos a comprar más puerquitos; los vamos a engordar y los vamos a vender y vamos a comprar todavía más puerquitos y así vamos a seguir hasta que seamos de veras ricos”. Pero Nicolás Mangana, soñador realista, camino a la feria, se encontró con un hombre montado en un caballo blanco, que daba a aquél un aire de importancia que terminó comprándolo. Al llegar a casa dijo a su sorprendida familia: “no somos ricos, ni vamos a serlo, pero ya tenemos caballo blanco”.

En México hay 5.5 millones de unidades económicas, de las que el 97 por ciento son micros y pequeños negocios al estilo del que Nicolás Mangana pensaba crear y que son producto más del capitalismo pobre y subdesarrollado que del más fuerte o avanzado. Para la burguesía nacional y las grandes transnacionales, la formación y expansión de los pequeños negocios representan millones de puntos de venta en los que colocan sus mercancías. Lo único que estas empresas tienen en común con las grandes firmas, es el mismo sueño de siempre (“no somos ricos pero pronto lo seremos”); pero no compiten con ellas sino que, por el contrario, constituyen parte de la infraestructura comercial que tienen a su servicio de forma gratuita. Pero lo más importante es que, mediante esta práctica, se deslindan de la creación de empleos y de la presión social que ésta conlleva. Al evadir esta responsabilidad, la hacen recaer precisamente en los que menos tienen. Esta suerte de círculo vicioso se agudizó con la pandemia del Covid-19 y los pequeños negocios están pensando seriamente en abandonar la cría de puercos para comprarse un caballo, porque han sido abandonados a su suerte por el Gobierno Federal, que se ha negado a brindarles apoyo. La mayoría de las miniempresas funcionan en la informalidad, algunas ya desaparecieron y otras están en ese proceso. Mientras esto sucede, las “marcas que dejan huella”, los grandes consorcios nacionales y trasnacionales, se anuncian en la televisión como salvadores del país frente a la contingencia. ¡Mentira! Son los buitres que han sacado provecho de la situación actual: la televisión de paga y otros medios de telecomunicación, la industria farmacéutica, las empresas de paquetería, de abonos chiquitos, etc., que se han aprovechado del confinamiento para vender sus productos y servicios a precio de oro.

Sin embargo, saben que su éxito es relativo por el bajo consumo, el desempleo, la disminución de ingresos y que están colocados en la primera fila de la caída económica del 18.7 por ciento en el segundo trimestre y que esta tendencia se mantendrá a lo largo del año. El Banco de México (Banxico) ha corregido su pronóstico sobre la caída del Producto Interno Bruto (PIB) al ubicarla en el 12.8 por ciento para 2020 y señalado que la recuperación de la economía, al nivel de 2018, tardará unos seis años, con lo que desafió las ocurrencias del Presidente. La profundidad de la crisis depende mucho de los apoyos gubernamentales y las decisiones oportunas en política económica, algo de lo que este gobierno improvisado ha estado muy lejos de entender. Ha llegado la hora de poner los pies sobre la tierra y dejar los sueños de Nicolás Mangana. Es derecho de todo mexicano vivir de forma decorosa; pero para que esto suceda, debe cambiar al gobierno de la “Cuarta Transformación”, porque, en un país tan desigual como el nuestro, si esa locura sigue, los únicos que seguramente engordarán, serán los puercos.


Escrito por Capitán Nemo

COLUMNISTA


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