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La implacable batalla de TeleSUR por la verdad
Para las fuerzas intelectualmente más atrasadas, la aceptación pública de los medios alternativos representa un riesgo.
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En un nuevo acto de arrogancia imperial, el Departamento de Estado de Estados Unidos (EE. UU.) se propone socavar el derecho a la información y soberanía digital de millones de latinoamericanos y ciudadanos del mundo, al atacar a TeleSUR.

El ejecutor de esa reprobable estrategia neocolonial es el exdiputado opositor venezolano Juan Guaidó, rostro de las oligarquías locales que promueven la ignorancia, la expropiación de conceptos y el autoritarismo desde las corporaciones mediáticas. Hoy, cuando múltiples medios alternativos libran una batalla geopolítica por el derecho al conocimiento en el planeta, la defensa de este canal está relacionada con el rechazo al terrorismo de Washington y sus sumisos seguidores.

Cada vez con más impunidad, las corporaciones mediáticas al servicio del capital determinan qué, cómo y a qué precio deben relatarse los sucesos. Frente al secuestro de la información por el espíritu mercantilista, que históricamente ha caracterizado a la mal llamada “gran prensa”, se halla TeleSUR. En solo cinco lustros, este canal informativo ha logrado desbrozar de manipulaciones y falsas percepciones nuestra escena geopolítica, ya que, con esto, arroja luz sobre la configuración del mundo actual.

Sus análisis abren camino al conocimiento porque van de lo local a lo regional y lo global. Así, la sociedad comprende la intencionalidad de los actores y la causalidad de los acontecimientos que impactan su vida. Naturalmente, esta capacidad de discernir disgusta a la élite del poder hegemónico, que recurre a su ejército de reserva de esquiroles para socavar a TeleSUR.

Acorde con la agenda del Departamento de Estado de EE. UU. Juan Guaidó anunció en Twitter “su decisión” de iniciar un proceso de reorganización de esa emisora. En su limbo oligofrénico contra este ingeniero insiste en que, con tal acción pretende “poner al servicio de la verdad, la pluralidad, la democracia venezolana y regional”.

Días después, y a instancias del secretario Mike Pompeo, el autoproclamado presidente de Venezuela anunció que el canal cambiará de nombre y que operará desde Miami. Ya encarrerado, designó al periodista Leopoldo Castillo como presidente de esa reestructuración, de quien ha trascendido su oscura gestión como embajador venezolano en El Salvador durante el gobierno de ultraderecha de Napoleón Duarte, recuerda el analista Eduardo Rothe.

El afán por controlar esa emisora, despojarla de sus contenidos y personal altamente calificado, obedece a la estrategia del capital corporativo y el fascismo emergente contra el conocimiento. Hace décadas que obstaculizan la creación de medios alternativos, que sensibilizan e identifican a los ciudadanos en la relación Sur-Sur y favorecen la cooperación Norte-Sur, como describe la investigadora Esther Arce.

Repudian un periodismo vinculado a la lucha de los pueblos por su soberanía y desarrollo y que, como en su momento describió el periodista argentino Ricardo Masetti cuando dirigía la agencia Prensa Latina, sea objetiva pero no imparcial, porque nosotros “consideramos que es una cobardía ser imparcial porque no se puede ser imparcial entre el bien y el mal”.

Para las fuerzas intelectualmente más atrasadas, la aceptación pública de los medios alternativos representa un riesgo. Temen que la sociedad reconozca su potencial para consolidar la democracia, por su pluralismo político e ideológico. No ven con bien su programación con formatos plurales y participativos, que se abre a todos los sectores y posibilitan una comunicación más horizontal, advierte el comunicólogo Carlos Ayala Ramírez.

Hoy, la sociedad rechaza esa lógica mercantil que impera en las corporaciones mediáticas. Repudian que sacrifiquen la información por la distorsión y el ocultamiento, por lo que, en 1995, Peter M. Lewis los calificó como “anticuerpos producidos como protección contra el descuido, la insensibilidad y la irracionalidad de los medios tradicionales”. El tiempo confirmó el acierto de tal metáfora.


Escrito por Nydia Egremy

Internacionalista mexicana y periodista especializada en investigaciones sobre seguridad nacional, inteligencia y conflictos armados.


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