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Ahora tenemos un cúmulo de «guerras», de las cuales, paradójicamente, la de Ucrania es quizás la de menor importancia estratégica, aunque mantiene un importante contenido simbólico. Una «bandera» en torno a la cual se tejen las narrativas y se reúnen apoyos. Sí, hay no menos de cinco «guerras» en curso, superpuestas e interrelacionadas, y hay que diferenciarlas claramente para entenderlas bien.
Estas últimas semanas han sido testigos de varios cambios de época: La Cumbre de Samarcanda; la decisión de la OPEP+ de reducir la producción de petróleo de los países miembros en dos millones de barriles diarios; y la declaración explícita del Presidente Erdogan de que «Rusia y Turquía están juntas; trabajando juntas». Los aliados fundamentales de Estados Unidos, Arabia Saudí, Turquía, Emiratos Árabes Unidos, India, Sudáfrica, Egipto y agrupaciones como la OPEP+, están dando un gran paso hacia la autonomía y hacia la coalescencia de las naciones no occidentales en un bloque coherente, que actúe según sus propios intereses y haga política «a su manera».
Esto nos acerca al mundo multipolar que Rusia y China han estado preparando durante varios años, un proceso que significa «una guerra» de desvinculación geoestratégica del «orden» global occidental. Se combate, por un lado, presentando a Rusia y China como demasiado desconfiadas entre sí para ser socias. Y por otro lado, presentando a Rusia como un país tan débil, tan disfuncional y errático (dispuesto a utilizar armas nucleares tácticas), que la disyuntiva «con nosotros» o «contra nosotros» obliga a los Estados a ponerse del lado de Occidente. En este caso, Ucrania se presenta como el brillante «Camelot» en torno al cual reunirse para combatir la «oscuridad».
Esto nos lleva directamente a la larga «guerra» financiera mundial, una guerra de dos niveles: a un nivel, la Fed de Estados Unidos está jugando un «juego global». Está subiendo los tipos de interés por muchas razones. En este caso, sin embargo, se trata de proteger el «privilegio del dólar» de poder intercambiar el dinero que imprime de la nada, por mano de obra real y productos básicos reales en todo el mundo. Este privilegio de la «moneda de reserva» ha sido la base del alto nivel de vida de Estados Unidos (mucho más alto de lo que sería en otras circunstancias). Es un beneficio enorme, y la Fed va a proteger este beneficio.
Para ello es necesario que el mayor número posible de Estados esté en el «cártel del dólar» y comercie en dólares. Y colocar sus ahorros en bonos del Tesoro estadounidense. La Reserva Federal está haciendo todo lo posible para hundir la cuota de mercado del euro y así trasladar los euros y eurodólares al sindicato del dólar. Estados Unidos amenazará a Arabia Saudí, a los Estados del Golfo y a Turquía para evitar que salgan del cártel. Se trata de la «guerra» contra Rusia y China, que está sacando a una gran parte del mundo del sindicato del dólar y llevándola a una esfera no dolarizada. El incumplimiento de la pertenencia al sindicato del dólar se responde con diversas herramientas, desde sanciones, congelación de activos y aranceles, hasta el cambio de régimen.
Si la Fed no protege el «privilegio del dólar», corre el riesgo de que todo el mundo salga del cártel. El bloque euroasiático está trabajando para salir del cártel del dólar; para crear resistencia económica y comerciar fuera del cártel. Lo que la Reserva Federal está tratando de hacer es detener esto.
La segunda dimensión de la guerra financiera de Estados Unidos es la larga lucha emprendida por este país (Yellen y Blinken, en lugar de la Fed) para mantener el control de los mercados energéticos y la capacidad de Estados Unidos para fijar el precio de los combustibles. Los BRICS (con el deseo de los saudíes de unirse a ellos) tienen la intención de desarrollar una «cesta» de monedas y materias primas que sirva como mecanismo comercial alternativo al dólar para el comercio internacional. El asunto es que el grupo euroasiático no solo planea comerciar en monedas nacionales, y no con el dólar, sino que quiere atar esta moneda comercial a los productos básicos (petróleo, gas, alimentos, materias primas) que tienen un valor inherente –que son «monedas» por derecho propio–. Más que esto, el grupo busca quitarle el control de los mercados energéticos a Estados Unidos, y reubicar esos mercados en Eurasia. Sin embargo, Washington pretende recuperar el control de los precios (mediante el control de los mismos).
Y ahí radica un problema fundamental para Washington: El sector de las materias primas –con su valor tangible inherente– se convierte, en sí mismo, en una «moneda» muy codiciada. Una moneda que, en caso de inflación, supera a la devaluada moneda fiduciaria. Como señala Karin Kneissl, exministra de Asuntos Exteriores de Austria, «en solo 2022, el dólar estadounidense ha impreso más papel moneda que en toda su historia». La energía, en cambio, no se puede imprimir». Esta «guerra energética» consiste en interrumpir o destruir el transporte –y el flujo– de los productores de energía euroasiáticos hacia los clientes. La UE acaba de probar esta «guerra» particular con la destrucción de los oleoductos Nordstream.
Ahora llegamos a las grandes «guerras»: en primer lugar, la guerra para obligar a la Fed a los tipos de interés cero. La revolución social en Estados Unidos, que vio a una élite metropolitana radicalizada perseguir la diversidad, el clima y la justicia racial como ideales utópicos, encontró su «blanco» fácil en una UE que está buscando un «sistema de valores» para cubrir su propia «brecha democrática». Así, la burguesía europea se subió con presteza al «tren» liberal estadounidense. Aprovechando la aportación de las políticas de identidad de este último país, más el «mesianismo» del Club de Roma para la desindustrialización, la fusión parecía ofrecer un conjunto imperial ideal de «valores» para llenar el vacío de la UE.
Solo… solo que los republicanos proguerra estadounidenses, así como los neoconservadores proguerra, ya se habían subido a «ese tren». Las fuerzas culturales-ideológicas movilizadas se adaptaban perfectamente a su proyecto intervencionista: «Nuestro primer objetivo es impedir la reaparición de un nuevo rival» (doctrina Wolfowitz): Rusia en primer lugar, y luego China. ¿Qué tiene esto que ver con la guerra contra la Fed? Mucho. Estas corrientes están empeñadas en imprimir dólares y gastar a lo grande, de lo contrario verán estrellarse sus proyectos. El re-set requiere imprimir. El Verde requiere impresión. El apoyo al «Camelot» ucraniano requiere impresión. El Complejo Militar Industrial también lo necesita.
Los liberales de Estados Unidos y los verdes de la UE necesitan que la espita del dinero esté totalmente abierta. Necesitan una impresión de dinero a ultranza. Por lo tanto, necesitan «chantajear» a la Fed para que no suba los tipos, sino que vuelva a la era del límite cero para que el dinero siga siendo de coste cero y fluya libremente. (Y al diablo con la inflación).
La UNCTAD, que ruega a todos los bancos centrales que dejen de subir los tipos para evitar una recesión, es uno de los frentes de esta guerra; la continuación de la guerra de Ucrania, con su enorme déficit financiero asociado, es otro de los pilares para forzar a la Fed. Y forzar al Banco de Inglaterra a girar hacia la QE (Quantitative Easing, expansión cuantitativa) fue otro más. Sin embargo, hasta ahora, Jerome Powell se resiste.
Luego está la «guerra» adicional (en gran medida no vista) que refleja la convicción de ciertas corrientes conservadoras estadounidenses de que la era posterior a 2008 ha sido un desastre, que pone al sistema económico estadounidense en riesgo existencial. Sí, los que respaldan a Powell están ciertamente preocupados por la inflación (y entienden también que las subidas de los tipos de interés han ido por detrás de la curva con respecto a la inflación desgarradora), pero están aún más preocupados por el «riesgo social», es decir, el deslizamiento hacia la guerra civil en Estados Unidos.
Es posible que la Fed siga subiendo los tipos durante algún tiempo, incluso al precio de algún colapso del mercado, de los fondos de cobertura y de las pequeñas empresas. Powell cuenta con el apoyo de algunos grandes bancos neoyorquinos. Powell dice poco (es probable que se mantenga alejado de la política partidista de Estados Unidos en este momento tan delicado). Sin embargo, la Reserva Federal puede estar intentando llevar a cabo una demolición controlada de la economía de burbuja de Estados Unidos, orientada precisamente a devolver a Estados Unidos a las vías financieras más tradicionales. Para romper la «cultura de los activos apalancados»… Se empieza a resolver la enorme brecha de desigualdad social que la Fed ha contribuido a crear, a través de la QE que facilita las burbujas de activos gigantes… Se empieza a rejuvenecer la economía estadounidense poniendo fin a las distorsiones. Disípase el impulso hacia la guerra civil porque la cuestión ya no es solo entre «los que tienen» y «los que no tienen».
Esta visión puede ser en sí misma un poco utópica, pero rompe la «burbuja de todo», rompe la cultura del apalancamiento, y detiene el enriquecimiento extremo de los beneficiarios de la burbuja frente a 18 meses consecutivos de caída de los salarios reales en Estados Unidos. Pero… pero esto solo es posible si no se rompe nada sistémico.
¿Cuáles son las implicaciones geoestratégicas? Obviamente, mucho depende del resultado de las elecciones de medio mandato en Estados Unidos. Ya parece (dependiendo precisamente de qué candidatos del Partido Republicano lo hagan mejor) que la financiación de la guerra en Ucrania se reducirá. Habrá que ver en qué medida se refleja el margen de éxito logrado por los «populistas» del Partido Republicano. Por tanto, no es plausible que la UE –que se enfrenta a su propia crisis devastadora– siga financiando a Kiev como hasta ahora.
Pero la importancia de la lucha por volver a asentar a Estados Unidos en un paradigma económico de los años 80 sugiere que Occidente estará muy cerca de una ruptura sistemática durante estas próximas semanas.
Los eurófilos están demasiado comprometidos con su trayectoria actual como para cambiar de discurso en un futuro próximo. Así que seguirán culpando a Rusia y hablando mal de ella, ya que no tienen otra opción si quieren conjurar la ira popular. Además, hay pocos indicios de que hayan asimilado mentalmente el desastre que han provocado sus errores.
Y con respecto a Bruselas, el mecanismo de rotación de los dirigentes de la UE está fosilizado. La Unión nunca se dotó de una marcha atrás, una necesidad que se creía inimaginable en los primeros tiempos.
La pregunta es más bien cuál será la situación en enero-febrero en Europa.
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Escrito por Alastair Croke* .
Exdiplomático inglés, ha sido mediador entre israelíes y palestinos, asesor de Javier Solana, miembro de MI6 británico y delegado de la UE para algunos asuntos relacionados con Oriente Medio.