Los bombardeos de Estados Unidos (EE. UU.) en el Caribe contra lo que llaman “narcolanchas” y la aproximación de la armada estadounidense a aguas venezolanas es en realidad una cortina de humo para ocultar el verdadero propósito.
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Si México fuera una persona, ya tendría diabetes desde hace tiempo gracias a la incompetencia de sus gobernantes; además, sería un completo irresponsable, porque sabiéndose con un síndrome metabólico afectando sus niveles de insulina llevaría una dieta a base de grasas y azúcares saturadas. Para saberlo de sobra, basta con leer los encabezados diarios de la prensa nacional:
“Autoridades hallan nueve cuerpos sin vida en dos municipios contiguos de Guanajuato” (Latinus, 5-feb-24); “Localizan mano frente escuela preparatoria de la UdeG” (Nmás, 6-feb-24); “Enfrentamiento entre Guardia Nacional y civiles armados en Puerto Vallarta habría dejado varios heridos” (Infobae, 06-02-24); “Suspenden clases y cierran negocios: Inseguridad y QUEMA de VEHICULOS paraliza Chilpancingo” (Debate 07-02-24); “Por “miedo al narco se quintuplican solicitudes de asilo a EU” (Milenio 08-02-24).
Así como el bloqueo de los receptores de insulina es una de las principales características de la diabetes, el problema de la violencia ejercida por grupos del crimen organizado se ha vuelto un rasgo característico de este país, adquiriendo una mayor visibilidad desde el gobierno de Felipe Calderón Hinojosa en 2006 cuando decretó la llamada “Guerra contra el Narco”; no obstante, estos grupos delincuenciales cada vez se hacen más fuertes y en el actual gobierno de la política de “Abrazos no Balazos” han adquirido un vigor tal que el año pasado fue considerado por la consultora Data, como el de mayor violencia político-criminal en lo que va del sexenio, revelando que el narcotráfico influye fuertemente en las cúpulas de la clase política. Esto, a su vez, anuncia un clima electoral sumamente violento para los comicios de este 2024.
O no sé qué pienses tú, querido lector, pero se me hace un poco alarmante el dato de la revista Science, que afirma que los grupos del crimen organizado cuentan con 175 mil integrantes, más que empresas como Oxxo o Pemex, convirtiéndose así en el quinto empleador del país. ¡Ya sólo falta que abran una carrera técnica para que la juventud se especialice!
Por eso no cuadra el discurso del presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, quien asegura que todos los males de este gobierno son herencia de los gobiernos del pasado, es tan absurdo como escuchar a una persona enferma de diabetes decir que odia a sus padres porque le “heredaron” dicho mal, al tiempo que se come un pastel y unas papas fritas con refresco “de dieta”. Así de absurdo.
En fin, el problema es grave porque los cárteles tienen presencia en todo el territorio nacional, tal cual como una periodontitis que nadie está dispuesto a atender y que incluso es respaldada por el propio agente que sigue taponeando sus arterias con una cantidad impresionante de ácidos gástricos. Nuestros gobernantes están en contubernio con los criminales y en el mejor de los casos “son de chocolate”, como se dice en el argot popular, cuando alguien o algo está dentro de un ecosistema, pero sin modificarlo ni repercutir en su evolución. Ahí está López Obrador, quien en una reunión privada con elementos de la Guardia Nacional los invita a “respetar los derechos humanos” de los criminales, o cuando en Oaxaca aseguró con enorme desatino que “el narco es pueblo” y que “el ejército no está para reprimir al pueblo” ¿No es raro que el Presidente llame a las fuerzas armadas a mantenerse al margen? Digo, porque a mi parecer sí. ¿No será que López Obrador está más del lado de la diabetes que del corazón? Lo único que sé es que el país está a dos gobernantes “de chocolate” de un paro cardiaco. Aguas.
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Escrito por Fernando Landeros
Periodista