Esténtor Político
En el capitalismo, la felicidad sólo es para unos cuantos
Los indicadores son del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi) y “evalúan” 18 criterios; pero sólo son seis los encontrados por encima del promedio general.
En junio se planteó que para los mexicanos el nivel de “satisfacción” con la vida aumentó y se reportó con un promedio favorable de 8.6 en una escala de cero a 10; la conclusión –que debe cuestionarse– es que, en general, los mexicanos ahora “son más felices” que en 2024, cuando el promedio fue de 8.3 en algunos meses. Los indicadores son del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi) y “evalúan” 18 criterios; pero sólo son seis los encontrados por encima del promedio general.
Las calificaciones más altas de los rubros difundidos y donde mayor satisfacción encontraron los encuestados son “la libertad para decidir sobre la vida”, con 9.1 puntos; vivienda, 8.9 puntos; relaciones familiares, 8.8 puntos y actividad principal realizada, 8.8. Con un promedio de “felicidad” de 8.6 y los cuatro rubros mencionados, bien vale la pena preguntarnos qué tan real es tal “satisfacción” con la vida, cuando sabemos que no hay empleo bien pagado, la canasta básica alimentaria es cada vez menos asequible, las familias se están desintegrando por la violencia interna y la falta vivienda no deja dormir a millones de mexicanos.
Veamos. La “libertad” para, supuestamente, decidir sobre la vida, ¿es una libertad real y auténtica? Si así fuera, cualquier mexicano podría escoger, por ejemplo, dentro de una gran variedad de empleos, el que le gustara y estuviera mejor remunerado; esto, desgraciadamente, no ocurre así: las fuentes de empleo escasean y los salarios son precarios. Las estadísticas y estudios lo subrayan: en México, el 33.9 por ciento de la población –equivalente a 44.2 millones de personas– vive en una situación de pobreza laboral.
Esa “libertad” tampoco se refleja cuando el joven estudiante pretende estudiar en alguna de las mejores preparatorias o universidades, simplemente porque las colegiaturas son muy elevadas. Y el enfermo tampoco es libre cuando, para curarse, no puede acceder a los hospitales de alta calidad y de especialidades, donde los precios de consultas y tratamientos son inalcanzables; también se nota cuando los mexicanos no pueden asistir a supermercados o a la tienda de la esquina y tomar los alimentos necesarios para una dieta y alimentación saludables.
Y qué decir del derecho a la vivienda, renglón en el que se asegura que la gente se siente feliz, con 8.9 puntos de calificación, cuando se sabe que en la Ciudad de México (CDMX) se vive crisis habitacional y las viviendas son inalcanzables para el 92 por ciento de la población, es decir, que nueve de cada 10 capitalinos no pueden acceder a ellas por sus altos costos. En la alcaldía Tláhuac, donde la alcaldesa morenista Berenice Hernández Calderón niega la vivienda a familias de escasos recursos económicos. La población mayoritaria, sin vivienda, no puede estar feliz; ¿a poco estas familias están felices de dormir en casas viejas con paredes de madera, de cartón o con un techo con lona o de hule; sin piso de concreto ni electricidad o agua potable?; pero eso sí, la alcaldesa autoriza zonas residenciales para familias ricas y pudientes.
Aunque el Inegi y los gobernantes aseguran que los mexicanos vivimos “felices” y nos sentimos “satisfechos” con la vida, la afilada navaja no alcanza a ocultarse bien en el pastel; las cifras alegres no son más que un recurso propagandístico y de control para que algunos incautos se tranquilicen, estén en paz e indefensos y no se les ocurra exigir felicidad o libertad plenas.
En el capitalismo, la felicidad y la satisfacción con la vida solamente privilegian a unos cuantos. Para el capitalismo rapaz, que denigra y mata de hambre al pueblo, el único fin es concentrar la riqueza social mediante la explotación del trabajo, a cuyos legítimos poseedores arrebata sus libertades, negándoles en los hechos prácticamente todos sus derechos; un capitalismo así no debería difundir que los mexicanos viven felices y que se sienten satisfechos con la vida, porque el dolor y la infelicidad por la violencia generalizada, la inseguridad que diariamente mata a cerca de 100 mexicanos, la falta de empleo, mala educación, la pésima atención en salud y un salario que no cubre lo más indispensable para vivir, existen, aunque las cifras oficiales se atrevan a decir lo contrario. Usted, amigo lector, que conoce la realidad mexicana, que vive en carne propia la pobreza extrema y la marginación y observa la insultante brecha entre ricos y pobres, tiene la última palabra. Por el momento, amigo lector, es todo.
Escrito por Miguel Ángel Casique
Columnista político y analista de medios de comunicación con Diplomado en Comunicación Social y Relaciones Públicas por el Instituto Tecnológico Autónomo de México (ITAM).