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El presidente del American first (Estados Unidos Primero) pretende seguir en la Casa Blanca con una política exterior disruptiva y beligerante. Su xenofobia de mano dura y sus incongruencias económicas mantienen en vilo a los centros mundiales del capitalismo. Rompió pactos con aliados europeos y asiáticos y ordenó inflexibles sanciones a naciones que desafían su hegemonía. Obcecado con subvertir a gobiernos rivales, respaldó golpes e intervenciones en Siria, Venezuela, Bolivia y Cuba.
Trump también ha arrinconado a México, su “socio” y vecino, al obligarlo a distanciarse de los gobiernos progresistas de la región y usarlo como muro antiinmigración. En noviembre se confirmará si el gobierno mexicano asume otros compromisos que beneficien la agenda del magnate.
Politólogos, estrategas y analistas afirman que la gestión de Donald John Trump genera una conmoción ideológica y geopolítica global. Cada medida y orden ejecutiva suya está destinada a fortalecer al imperialismo corporativo de Estados Unidos (EE. UU.) a costa de las mayorías. Por ello, desde que el magnate se instaló en la oficina oval, el orden mundial entró a una fase de profunda transformación y en su país ha dividido políticamente a los estadounidenses como nunca.
Trump está convencido de que refrendará su cargo dando rienda suelta a la xenofobia de su electorado racista, anglosajón y con formación académica muy precaria. Hacia el exterior actúa igual que George Walker Bush, quien, a partir de 2001, “contribuyó a hacer del mundo un lugar más inestable e inseguro con su mal llamada ‘guerra contra el terror’”.
Con su agresiva política exterior, el mandatario “amenaza con incendiar aun más el ya de por sí convulso Medio Oriente, así como tensar las relaciones con China, Rusia, Norcorea y con la propia Unión Europea”, explica el experto en política interna de EE. UU., Roberto Montoya. Además, confronta a los medios y opta por la construcción de su propia realidad.
Si bien ha sido eficaz en la generación de empleos (en septiembre de 2019 sumó 6.3 millones); en obligar a las corporaciones a abandonar el atractivo nicho de mano de obra barata en México y a retornar a su país y en avanzar en su promesa de construir el muro fronterizo, en su gestión ha habido también sonados fracasos.
Entre éstos destaca su incumplida promesa de retirar tropas de conflictos bélicos donde EE. UU. está empantanado. Tal es el caso de Afganistán, donde lleva 18 años; en Irak, son casi 17; en Libia, nueve; en Siria y Yemen, ocho años, recuerda Montoya.
Frente externo
Con el reloj hacia la elección del tres de noviembre, Trump decidió cambiar su ofensiva tecnológico-comercial hacia China. Pasó del bloqueo a los desarrollos tecnológicos de la empresa Huawei a firmar una tregua que, según perciben los analistas, romperá si resulta reelecto. En su apremio por mostrar supuestos logros diplomáticos, inventó una “mejoría” frente a Norcorea; pero esta relación se mantiene en un apocalíptico ciclo de amenaza-diálogo.
Quizás su mayor error estratégico es haber escalado, innecesariamente, la tensión con Irán y arropar injustificadamente a Israel. Para contener sus veleidades bélicas el Senado –con mayoría republicana– aprobó una iniciativa para impedirle “tomar cualquier acción militar” contra ese país, sin contar con la autorización legislativa.
Apenas después de ordenar el asesinato del más importante antiterrorista y líder de la fuerza Al Quds de Irán, general Qassem Soleimani, un gesto a favor del sector israelí más reaccionario, Trump llegó a Davos, la más importante cita mundial del capitalismo.
Ante sus aliados de la Unión Europea (UE) admitió dificultades para mantener la unidad sobre su “Plan de Paz” para Medio Oriente; pero recurrió a la estrategia de presionarlos para evitar toda respuesta negativa. Una práctica que inició desde su llegada a la oficina oval.
Por ello, pese al retiro de EE. UU. en 2018 del Acuerdo Nuclear suscrito con Irán, los tres países europeos firmantes (Reino Unido, Alemania y Francia) no solo fueron incapaces de obligar a Trump a reasumir ese compromiso, sino que, además, activaron el Mecanismo de Resolución de Disputas que reanuda todas las sanciones contra el país persa.
Esto fue posible porque los europeos, carentes de una política exterior independiente, le facilitaron al estadounidense la ruptura de ese acuerdo. Al amenazar así la paz mundial, Donald Trump se convirtió en el gran desestabilizador mundial, advirtió en 2017 el analista Roberto Montoya.
Y aunque América Latina no representa una prioridad para el republicano, mantiene la política hemisférica de sus antecesores mediante la posición de EE. UU. como estratega de la defensa continental y asegura así su rol de potencia mundial. Ahí entra su abierta injerencia para trastocar el gobierno de Venezuela, dice el politólogo alemán Wolf Grabendorff.
Las relaciones político-sociales entre los países de esta región son más complejas en tiempos de Trump. Para impedir toda integración soberana, su gobierno activa chantajes y presión sobre los 14 miembros del Grupo de Lima (México entre ellos), así como el Brasil de Jair Bolsonaro, la Colombia de Iván Duque y la Bolivia de Jeanine Añez.
Frente interno
Al interior de su país, Donald Trump ha encontrado dificultades para consumar su visión populista. Justo el Día de San Valentin, cuando en EE. UU. se celebran el amor y la amistad, reivindicó su “derecho legal” a interferir en los casos del Departamento de Justicia (DJ), con lo que confirmó su creciente tensión contra el fiscal general, William Barr, quien antes había sido su fiel aliado.
El pulso Trump-Barr nació de la “rusofobia” alimentada por los demócratas. El fiscal general ordenó a los fiscales externos revisar el manejo de la oficina de la Fiscalía General en Washington por varias causas, entre ellas el caso contra el exasesor de Seguridad Nacional, Michael Flynn, quien fue de los primeros en declararse culpable de mentir sobre sus contactos con el embajador ruso en EE. UU. Después acusó a los fiscales de mala conducta.
La cólera presidencial estalló cuando el DJ pidió condenar a Roger Stone, su cercano excolaborador, declarado culpable de siete cargos en el llamado Russiagate o Trama Rusa. Según The New York Times en círculos políticos se debate ese choque entre el Ejecutivo y el Judicial y se plantea que ya ocasionan “interferencias” políticas. Las críticas de Trump por la condena a Roger Stone ya produjo la renuncia de los cuatro fiscales cercanos al caso.
De ahí que Barr declarase a la ABC que las críticas del mandatario le hacen “imposible” realizar su trabajo y advirtió que no se dejará “intimidar o influir por nadie”.
También trascendió que no será imputado el exdirector de la Oficina Federal de Investigaciones (FBI), Andrew McCabe, quien mintió a sus propios agentes sobre una filtración periodística. En 2017, siendo director interino de esa agencia, McCabe autorizó investigar al presidente por la Trama Rusa. Eso lo convirtió en objeto de la ira del magnate.
El 18 de febrero, en uso del derecho que le otorga la Constitución, Trump concedió el indulto a varias personalidades polémicas. Liberó al exgobernador de Illinois, Rod Blagojevich, condenado a 14 años en 2011 por varios cargos de corrupción, entre ellos por intentar vender el escaño del Senado que, en 2009, dejó libre Barack Obama al asumir la presidencia.
Además de otras siete personas, también perdonó al excomisionado de la Policía de Nueva York, Bernar Kerik, al financiero Michael Milken y al expropietario del equipo de futbol de los San Francisco 49’s, Edward DeBartolo Jr, condenado por fraude.
En cambio, Trump se ha mostrado ajeno al proceso de deportación contra el inmigrante rumano Zoltan Tamas, su exempleado en el club privado Mar a-Lago. Tamas ganó en una lotería un visado para vivir con su familia en EE. UU. Pero hoy está detenido en una prisión de Tallahassee y espera ser deportado.
Otros olvidados por el multimillonario presidente son los castigados habitantes de Puerto Rico. Esa isla, territorio estadounidense desde 1898, tiene una deuda millonaria prácticamente impagable, por lo que la precariedad de sus habitantes crece ante la indiferencia de la Casa Blanca.
EL PAÍS DE LAS FAKE NEWS
En Davos, Suiza, Trump reivindicó que EE. UU. vive en medio de un “boom económico como nunca había conocido el mundo”. Y aunque las estadísticas del propio Fondo Monetario Internacional (FMI) lo contradicen, aseguró que, en tres años, se han creado siete millones de nuevos empleos.
En su afán por manipular y engañar, Trump acusó, en 2017, a The Washington Post (TWP) por publicar noticias falsas. En respuesta a esta acción, el diario abrió el conteo Fact Checkers, que contabiliza las mentiras y falsedades presidenciales. Solo en ese año detectó más de dos mil afirmaciones engañosas, equivalente a 5.5 declaraciones no ciertas en 298 días que tenía en el cargo. Según esta columna, las cifras que Trump difundió en Davos en enero pasado “son parte de las más de 14 mil mentiras” que hasta ahora le ha contabilizado.
Para atacar a Trump en plena precampaña electoral, la demócrata exsecretaria de Estado Hillary Clinton consideró que la ayuda prestada al “Estado asociado” de Puerto Rico, para su reconstrucción tras el paso de los huracanes Irma y María, en 2017, fue insuficiente.
Operativo secreto
Para México, la mayor amenaza es la política antiinmigrante del gobierno Trump y ésta, por la misma razón, es su mejor baza para ganar un segundo mandato. En función de este objetivo, la Casa Blanca ha diseñado estrategias, cuyo alcance van más allá del muro. The New York Times publicó que existe una gran operación secreta, a cargo de agentes de élite, para arrestar inmigrantes indocumentados.
Bajo la lógica de que la inmigración es un peligro, el Ejecutivo de EE. UU. envía unidades tácticas –conocidas como BORTAC (de la Patrulla Fronteriza) en el límite con México– a las grandes ciudades: Nueva York y Chicago y en breve se desplegarán en San Francisco, Los Angeles, Atlanta, Houston, Boston, Nueva Orléans, Detroit y Newark.
Fuentes aseguraron al medio que se trata del último movimiento de Trump en su batalla contra las llamadas “ciudades santuario”, donde autoridades locales rechazan cooperar con su gobierno para localizar y deportar a indocumentados. Un funcionario de la oficina de Aduanas y Protección Fronteriza (CBP) confirmó que 100 agentes trabajarán en ese operativo.
Organizaciones humanitarias rechazan esa nueva acción que vinculan con el afán reeleccionista de Trump. “Es una acción manipuladora para distraer que hoy en EE. UU. no se habla de salud, ni de educación o violencia con armas y menos aún de la crisis climática. Si se reelige, veremos la expansión de esas tácticas”, pronosticó el director de América’s Voice”, menciona Frank Sharry.
Para la influyente Unión Americana de Libertades Civiles (ACLU), la agresiva medida no ha hecho más que aumentar el apoyo a los indocumentados. “Muchos gobiernos locales se han negado a cooperar con el gobierno federal”, señaló. “No es sorpresa que suceda ahora, pues él intenta movilizar a sus seguidores”, declaró la presidenta de Cambio y Acción Comunitario, Lorella Praeli.
A Donald Trump no le importa ignorar su propia ley. Apremiado por cumplir su promesa de construir más de 805 kilómetros de muro, a más tardar a principios del 2021, autorizó al Departamento de Seguridad Nacional (DSN) liberar a los contratistas encargados de la obra y prescindir del acatamiento a algunas leyes.
Al saltarse así su propia legislación, Trump y el secretario interino del DSN, Chad Wolf, pretenden acelerar la construcción de un tramo de 285 kilómetros, entre California, Arizona, Nuevo México y Texas. Según Wolf, en 2005, el Congreso autorizó al Departamento para revocar varias normas relativas a la construcción de muros y carreteras fronterizas.
“El DSN lo ha usado en 21 ocasiones, en particular para detener normas ambientales y desde hoy lo vamos a emplear para temas contractuales”, admitió Wolf a la cadena Fox. Esta declaración ocurrió poco después de que el gobierno federal anunció que desviará tres mil 800 millones de dólares más de fondos del Pentágono para construir barreras entre EE. UU. y México.
La política presidencial da un giro radical con esa decisión; pues, hasta ahora, los fondos desviados para erigir el muro procedían de presupuestos destinados a estructuras militares y operaciones antidrogas. En cambio, esta partida estaba asignada a la compra de equipos de combate. Seguirá la conmoción.
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Escrito por Nydia Egremy
Internacionalista mexicana y periodista especializada en investigaciones sobre seguridad nacional, inteligencia y conflictos armados.