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Competimos en desventaja, pero sin rendirnos
Los medios y periodistas de los medios públicos cubanos compiten en evidente desventaja tecnológica y económica.
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Nada como un día tras otro, podríamos decir tras observar lo que la Administración Trump ha “descubierto” luego de revisar los fondos destinados a la Agencia de los Estados Unidos (EE. UU.) para el Desarrollo Internacional (USAID). El magnate inmobiliario llegó con su motosierra al Departamento de Estado y destapó lo que en Cuba llevamos años denunciando: que han sido los gobiernos de EE. UU. quienes han financiado a una amplia gama de organizaciones aparentemente no gubernamentales, periodistas y medios de comunicación pretendidamente independientes, con una postura de franca oposición al proceso revolucionario en la Mayor de las Antillas.

Quienes ayer se rasgaban las vestiduras cuando desde el bando revolucionario los señalábamos como lo que son, entes comunicativos al servicio de Washington, ahora han tenido que salir a pedir “donaciones” porque su financista principal literalmente desapareció.

Éste ha sido el más reciente capítulo de una dinámica conformacional entre las sucesivas administraciones estadounidenses y la Revolución Cubana, también en el ámbito de los medios de comunicación. De hecho, desde fechas tan tempranas como 1960, el gobierno estadounidense creó medios de comunicación con el claro propósito de desestabilizar al proceso antillano. Sin embargo, la consolidación del socialismo cubano y eficientes mecanismos de interferencia tecnológica hicieron fracasar incluso los más costosos intentos norteamericanos en este sentido, como radio y televisión Martí en las décadas de 1980 y 1990, para enrarecer el ambiente comunicacional en La Isla.

Dicho escenario cambió radicalmente, sobre todo desde la primera década del presente siglo, cuando el paulatino acceso de Cuba a la Internet le dio la oportunidad a EE. UU. de llegar directamente a amplios sectores de las audiencias cubanas pues, contrario a lo que se dice, La Habana ha sido consecuente con su postura de garantizar el derecho de los ciudadanos a información abierta, también en la red de redes.

De esta manera, los medios públicos cubanos perdieron progresivamente su hegemonía como las fuentes primarias a través de las cuales los habitantes del Archipiélago conocen no sólo la realidad del mundo, sino también lo que ocurre en su entorno más cercano. Esta dinámica se agravó con la aparición de las redes sociales digitales, cuyo acceso en Cuba creció a un ritmo de un 300 por ciento anual desde 2018.

Es un escenario en el que los medios y periodistas de los medios públicos cubanos compiten en evidente desventaja tecnológica y económica, pues en frente tienen a toda una serie de periodistas, medios de comunicación; y más recientemente líderes de opinión digitales, mucho mejor pagados y dotados de equipos mejores cuyo perfil comunicacional únicamente privilegia la “viralidad” del mensaje anticubano, sin límites éticos o morales. Adicionalmente tienen a su favor fondos gubernamentales estadounidenses que les permiten privilegiar sus contenidos en las principales redes sociales digitales consumidas por las audiencias cubanas: Facebook, Instagram, YouTube y WhatsApp.

¿Cómo reaccionaron los medios públicos cubanos?

El esquema comunicacional oficial cubano, por fuerza de las circunstancias y no exento de retrocesos e incomprensiones internas, ha tenido que adaptarse a la realidad descrita apostando seriamente a la principal ventaja que posee: la credibilidad. Los análisis más serios en el país continúan demostrando que las audiencias cubanas todavía se vuelven a los medios públicos para comprobar la veracidad de las afirmaciones vistas en otras fuentes.

Al mismo tiempo la política del Gobierno cubano ha sido robustecer el derecho de los ciudadanos a una información oportuna y veraz; sin abandonar la tesis de que sólo desde la propiedad y gestión pública, los medios de comunicación pueden garantizar la equidad en el análisis de la realidad del país. No obstante, la reciente Ley de Comunicación Social no impide la asociación y colaboración con entes no estatales y privados en la gestión económica de los medios de comunicación dentro del país.

Tampoco acá se elude el debate social, al contrario. Desde el periodismo en los medios públicos cubanos insistimos en que es en esos espacios donde primero las audiencias deben encontrar una mirada crítica, objetiva y políticamente comprometida de lo que pasa en el país. Eso no deslegitima al periodismo oficial, al contrario, lo fortalece. Por eso es urgente, creemos, abandonar definitivamente el impulso de “edulcorar” lo que ocurre en la creencia de que eso ayuda al discurso enemigo.

Sabemos que lidiamos con un escenario adverso y con amenazas serias a partir del ascenso al poder en EE. UU. de un grupo de “señores feudales” del capital que están copando, también, el poder sobre las principales plataformas de difusión de información y de las industrias culturales en general.

Haciendo un símil con los tiempos fundacionales de la Revolución, desde Cuba echamos mano a la estrategia de la “guerrilla comunicacional”, asociándonos con iniciativas mediáticas contrahegemónicas de gobiernos, organizaciones o luchadores sociales dentro y fuera del país para así romper esas asimetrías. Es una lucha dura, porque enfrente hay un esquema al que no lo importa mentir, a menudo, de la manera más descarada; pero lo otro sería dejarles el campo libre para destruir el caudal simbólico de la experiencia socialista cubana; y ésa no puede ser una opción. Gracias a buzos de la noticia, un medio hermano en tierras mexicanas. Gracias por abrir el espacio a Cuba. Agradecemos esa apertura, muy raro en muchos medios de otros países. 


Escrito por Istvan Ojeda*

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