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Cuba es la primera fase del neomonroísmo de Donald Trump para reasentarse en América Latina y desafiar a Eurasia. Ese imaginario tecno-imperialista está destinado al fracaso, como corroboran la vigente Revolución Cubana, el ascenso del orden multipolar y las persistentes derrotas bélicas de Washington.
El imperialismo estadounidense ha fracasado en su idea de reconfigurar al mundo. No convirtió a Ucrania en su cabeza de playa contra Rusia; desacreditó su pretensión de mostrarse como la democracia global cuando incitó al sionismo genocida y se alzó con una derrota estratégica al bombardear sin éxito objetivos nucleares iraníes.
Con ese deshonroso balance, los Estados Unidos (EE. UU.) de Donald Trump “lanzan” su esperada venganza contra la irreductible Cuba socialista que, por más de 60 años, ha representado un importante desafío para la política exterior de tal superpotencia.
Además, La Habana ofrece enormes ventajas a sus socios exteriores, como incentivos fiscales y aduaneros, acceso al puerto de Mariel y su Zona Especial de Desarrollo como centro logístico estratégico para distribuir bienes hacia América Latina. Además, telecomunicaciones, tecnología e integración hacia las cadenas de suministro globales.
Temeroso de perder acceso y control a tan suculento botín, el mandatario estadounidense escala su guerra política, diplomática, económica, financiera, energética, tecnológica, de espionaje, boicots y sabotajes contra La Isla.
El 30 de junio firmó el Memorando Presidencial de Seguridad Nacional (NSPM-5) que no sólo vigoriza el bloqueo impuesto sobre Cuba desde 1961 para asfixiar la autodeterminación de 11 millones de mujeres y hombres, sino que también confronta los intereses geopolíticos de EE. UU. y China en nuestra América.
En la práctica funciona como un mecanismo de coacción para aleccionar a los países de la región sobre lo que puede ocurrirles si no se doblegan a su mandato. Como en la Guerra Fría, esa política hostil únicamente beneficia al puñado de reaccionarios del sur de Florida; y es contraria al interés de los estadounidenses.
América Latina resulta atractiva para el capitalismo corporativo por su abundancia de recursos, biodiversidad, geografía y potencial humano con más de 640 millones de habitantes. Ése es el botín que intenta controlar el 47º presidente estadounidense porque condensa su hegemonía en esa región.
Como sus homólogos históricos, Donald Trump no concibe otra forma de relacionarse con América Latina que mediante políticas de mano dura. Pese a su estrecha vecindad y larga historia, no han comprendido que esta heterogénea pero genéticamente nacionalista región no es ni el balcanizado Medio Oriente ni la vacilante y decadente Europa.
Restaurar su hegemonía cuando América Latina abre sus puertas a China y Rusia como socios más atractivos, significa rescatar los principios de la Doctrina Monroe.
EE. UU. recurre al hard power y promueve la tensión recurriendo al discurso de que el comunismo/socialismo representa un peligro para su seguridad nacional y agrega la amenaza del narcotráfico e inmigración, mientras afianza nexos con la derecha regional.
En ese complejo juego de intereses geopolíticos, EE. UU. mantiene su equívoca percepción de fuerza contra gobiernos antihegemónicos. Por ello Cuba lidera su listado de países “hostiles”, seguida por Venezuela, Bolivia, Nicaragua y la Colombia de Gustavo Petro que abandonó su histórica alianza con Washington. Con ellos está Brasil que se proyecta como eje entre Rusia, India, China y Sudáfrica (BRICS).
La fiscal general estadounidense Pam Bondi despotricó contra México al considerarlo “adversario extranjero” el 25 de junio. Ésa es la clara intención de Trump para situar a nuestro país al centro de una estrategia que evite su aproximación a China.
La urgencia de la Casa Blanca por recuperar posiciones en América, incluyó a su aliado Perú, que pactó con Beijing la construcción del estratégico puerto de Chancay y que el coloso asiático no dejará en manos de EE. UU.
Los halcones estadounidenses se atrincheran con el puñado de trumpistas que respaldan su neomonroísmo: Nayib Bukele en El Salvador, Javier Milei en Argentina y Daniel Noboa en Ecuador, que ya prometió restablecer la base militar estadounidense de Manta con el referendo de diciembre.
En cuanto consiguió la segunda presidencia, Donald Trump instruyó a su gabinete para encontrar, en 30 días, formas de agudizar el bloqueo contra Cuba, señala Matthew Lee. Un aspecto se centra en el trato del Gobierno a la disidencia (qué políticas aplica).
Condicionado por proyectos estratégicos en otros ámbitos internacionales, Donald Trump proyectó su agresivo plan contra Cuba. Si en su primera gestión (2017-2021) endureció el bloqueo con 240 medidas, ahora aplica una tenaza al cuello de la economía isleña para apaciguar a los halcones del lobby cubano-americano.
Tres ejes dominan la visión geopolítica y estratégica de Trump: el militar, el geopolítico y el económico. Y sus decisiones se basan en información del Departamento de Estado, el Servicio de Investigación del Congreso y órganos internacionales como Naciones Unidas (ONU).
En lo militar, Cuba no es adversario ni amenaza creíble para los intereses de EE. UU., según el Pentágono y el Departamento de Seguridad Nacional. Su capacidad militar es de únicamente 49 mil efectivos y equipo de la era soviética, indica el Informe 2023 del Instituto Internacional de Estudios Estratégicos (IISS). Y su gasto en defensa es limitado, según el Instituto Internacional de Investigación para la Paz de Estocolmo (SIPRI).
Aunque en 2017 la Declaración de Postura del Comando Sur alertó contra la influencia de potencias extrahemisféricas (China y Rusia), la Estrategia Indo-Pacífica (2019) no cita a La Isla como riesgo; por ello, el pragmático Trump mantuvo la coordinación entre guardias costeras.
Aun así, la ultraderecha republicana estadounidense presiona para aumentar el patrullaje en aguas cubanas y fortalecer la Base Naval de Guantánamo. Sin embargo, el costo operativo de esa sede fue de unos 400 millones de dólares (mdd), según la Oficina de Responsabilidad Gubernamental. Aunque se incrementó este año con los operativos de confinamiento a migrantes.
En el eje geopolítico, la ideología de Trump hacia Cuba fue convertida en actor estratégico y se centra en contener a China y Rusia, lo que complica sus opciones. La privilegiada ubicación cubana para el transporte marítimo y comercio regional es perfilada como foco de atención para potencias lejanas interesadas en esa ventaja potencial.
Por ello, en 2017, Washington sancionó a Moscú (con la Ley para Contrarrestar a los Adversarios de EE. UU.) y este 2025, cuando incrementó los aranceles sobre productos chinos; esto sugiere que extenderá ese modelo de presión directa.
Frente a esa ola de represalias multidimensionales, La Habana despliega su poder blando (soft power). Únicamente su diplomacia sanitaria global llevó en 2023 a mil 200 médicos hacia 23 países, según la Organización Panamericana de la Salud.
Con ello, cimentó su prestigio de solidaridad internacionalista, lo que incomoda al arrogante imperio que nada tiene que ofrecer al mundo, y a América Latina, bajo su táctica de presión selectiva.
La táctica económica estadounidense resulta evidente: combina sanciones selectivas con hostilidad retórica y alega motivos de seguridad nacional para endurecer su política hacia Cuba. Impone sanciones a entidades de La Isla vinculadas a firmas chinas o rusas, mientras presiona a sus aliados para evitar que negocien ahí.
El Departamento de Estado, con Marco Rubio al frente, reclama a China los créditos comerciales por mil 200 mdd que ofreció a Cuba y a Rusia por reestructurar la deuda de La Isla correspondiente a dos mil 400 mdd.
Reforzar el bloqueo resulta contrario a los intereses estadounidenses, que puede restaurar su influencia ofreciendo oportunidades, alerta Roberto Veiga. Poco se conoce que, en 2023, al amparo de excepciones del bloqueo, Cuba importó productos agropecuarios de EE. UU. por 295 mdd.
Esas exportaciones convienen a los miembros del llamado lobby agrícola, que pretende conservar tal intercambio para impulsar la economía rural, como ofreció Trump en su primera gestión. Pero el presidente de EE. UU., obsesionado en sofocar la economía isleña, los desoye.
Y restringe al turismo (que en 2023 representó 2.7 mdd, según la Organización Mundial de Turismo), mientras, quiere impedir el arribo de energía venezolana a Cuba, que ese año importó mil 800 mdd de ese país.
Sin embargo, es tal la resiliencia económica del gobierno de la Revolución que el Banco Mundial (BM) reconoció que su Producto Interno Bruto (PIB) creció 2.1 por ciento en 2023 y ha logrado diversificar su comercio con la Unión Europea (intercambio de dos mil 400 mdd, según Eurostat).
A EE. UU. le preocupa que Cuba y China profundicen una cooperación más justa y equitativa. Por ello, difunde versiones insidiosas con think tanks y medios tradicionales, como que Beijing “desarrolla sofisticados puestos de escucha” en La Isla, denunció Scott B. MacDonald del Foro Sureste de Asia con sede en Australia.
Aunque EE. UU. y China desmintieron la versión del Centro de Estudios Estratégicos Internacionales de que Cuba, situada a menos de 150 kilómetros de EE. UU., “sería base de una estación de espionaje chino”, muchos sectores afines a Washington alimentan esa versión.
El ocho de junio de 2024, The Guardian reprodujo esa versión sin confirmar la de The Wall Street Journal (WST) sobre ese hecho y publicó: “Según informes, China llega a un acuerdo secreto con Cuba para albergar una base de espionaje en La Isla”.
Aunque La Isla calificó de infundada esa versión, el diario británico insistió en que Beijing establecerá una base de espionaje electrónico a 160 kilómetros de La Florida.
MacDonald alertó sobre la intención de esa maniobra para justificar que, así como EE. UU. tiene un papel importante “en el patio trasero de China: Taiwán y el Mar de China Meridional”, Beijing puede desarrollar lo mismo con Cuba.
De modo que, cuanto más se implique China en Cuba, se complicará más el panorama geopolítico para La Isla hasta convertirse en foco de tensión entre ambas potencias, que libran una nueva Guerra Fría.
Acceder a información veraz y suficiente, que ilustre el alcance de la relación de cooperación entre Cuba, China y Rusia resulta cada vez más difícil. Navegar por el proceloso océano de manipulación requiere blindarse contra percepciones, supuestos y rumores que se asumen como realidad inapelable.
Según la nota original de WST, Beijing pactó con La Habana un pago de “miles de millones de dólares” para permitir esa estación espía. Pero sugiere que el vocero del Consejo de Seguridad Nacional de la Casa Blanca, John Kirby, consideró, “no preciso” ese informe.
También es insidiosa la falsa competencia entre Beijing y Moscú por cooperar con La Habana, difundida por la agencia británica Reuters. Así lo evidencia su reporte del 30 de junio, titulado: “Suavemente, China suplanta a Rusia como principal benefactor de Cuba”.
Con ofensivos adjetivos como “decrépito”, la agencia retrata el ingenio azucarero de Jatibonico y califica como “extenuantes” los apagones de plantas eléctricas por falta de refacciones debido al bloqueo.
Para contribuir a restablecer y modernizar el sistema eléctrico de Cuba, China construye plantas solares mientras Rusia revitaliza antiguas instalaciones con su empresa Progress Agro. Sin embargo, Reuters optó por disfrazar como “suplantación” a la cooperación de ambas potencias con La Isla.
EE. UU. ha usado métodos de Guerra No Convencional (GNC), como la injerencia con fines de subversión política para deslegitimar y derrocar a gobiernos antihegemónicos. Cuba ha sido escenario de esa estrategia de rumores que generan protestas, inconformidad y desconfianza contra el gobierno, así como de violentas campañas mediáticas.
La Agencia Central de Inteligencia, la Agencia de Estados Unidos para el Desarrollo Internacional (USAID), la Fundación Nacional para la Democracia (NED) y otras usaron esa GNC cuando indujeron a la conformación de opositores para desmontar los principios, valores y “prácticas revolucionarias”.
EE. UU. desplegó agentes en La Isla para vigilar el comportamiento de autoridades y la población para desestabilizar al régimen. A la par polariza la narrativa anticubana, como hizo entre 2017 y 2019 cuando publicó mil 450 artículos y notas en 164 medios privados, refiere el Centro de Estudios Hemisféricos de la Universidad de La Habana.
Hoy persiste esa manipulación. Sin probar su veracidad, el Centro para una Cuba Libre afirma que 20 mil cubanos se movilizaron “para luchar por Putin en Ucrania desde 2022”. Hizo lo mismo el portal militar Noticias Flecha Recta (Straight Arrow News, SAN).
Advierte que la inteligencia ucraniana analizó pasaportes de mercenarios del ejército ruso e identificó a seis mil y siete mil cubanos que “combaten en Ucrania. Lo que sería la mayor intervención cubana exterior desde Angola a mediados de los 70”.
Otra engañosa visión derivó de la visita de la fragata rusa Almirante Gorshkov, un submarino nuclear Kazán, el remolcador de rescate Nikolai Chiker y el petrolero Pashin a Cuba, el 12 de junio.
La Gorshkov disparó una salva de 21 cañonazos que los cubanos “respondieron” por el júbilo de la población, pero CNN intituló que “Dos aliados de la Guerra Fría fortalecen sus lazos”. Y para el autor, Patrick Oppmann, fue la “mayor demostración de fuerza” de las últimas décadas.
La Guerra No Convencional convierte a disidentes de La Isla en generadores de inconformidad. Con Trump, esa injerencia corre a cargo del Encargado de Negocios estadounidense Mike Hammer, quien incita a esos actores a atentar contra el orden constitucional a cambio de retribución financiera o material.
La conducta de Hammer es incompatible con su misión y viola la Convención de Viena sobre Relaciones Diplomáticas de 1961. Aunque ese instrumento pareciera no aplicar para los diplomáticos estadounidenses en Cuba, lamenta el periodista Randy Alonso Falcón, en su denuncia pública del 30 de abril.
La Cancillería cubana llamó al diplomático a respetar el Derecho Internacional y aseguró que actuará con paciencia ante su actitud injerencista “sólo hasta que se llene la copa a los cubanos”.
Aunque La Habana intenta suavizar la situación, Washington “parece decidido a deteriorar más la relación, provocar una ruptura real y llegar a una confrontación militar”, sostiene la Subdirectora de Asuntos Estadounidenses del Ministerio de Relaciones de Cuba, Johana Tablada.
Es evidente que la Guerra No Convencional contra Cuba hoy es la principal opción en EE. UU. para alcanzar su objetivo histórico: derrocar a la Revolución cubana, concluye Kathrine Díaz.
Con oscuros fines políticos, gobiernos, corporaciones y organizaciones diseñan operaciones encubiertas que simulan ser obra de otras entidades. Expertas en crearlas son la estadounidense Agencia Central de Inteligencia (CIA) y la israelí Mossad, por lo que no se descarta un escenario de falso ataque ruso/iraní/chino contra la OTAN.
Ese despropósito de un improbable ataque ruso a la OTAN flota en el ánimo de los estrategas occidentales reunidos en La Haya; que deslizan la versión de que el Kremlin invadirá a un país de la primera línea de la OTAN (Letonia, Estonia o Lituania).
Medios estadounidenses atribuyen la idea al “respetado exgeneral” David Petraeus (protagonista de un escándalo sexual que terminó su carrera en 2012) quien afirma que el ataque ruso no será pronto, pues aún combate en Ucrania; pero que podría incursionar en un país del Báltico para provocar a Occidente.
Tal hipótesis es útil a la OTAN para oxigenar su rusofobia. Por ello, en “informes” y falsos “análisis”, difunde que Moscú utiliza operaciones híbridas (falsas banderas, incidentes simulados y desinformación) para lanzar ataques mayores. Le hace eco el modelo de crisis de Bloomberg Economics en torno a que causaría víctimas incalculables, impactos en la economía mundial de 1.5 mil billones de dólares (bdd) y un revés para el frágil orden global.
Comprender los entretelones de la perversa política estadounidense contra Cuba impulsa a conocer cómo se organiza y opera el llamado lobby cubano-americano en EE. UU. Es un bloque organizado y con amplios fondos que influye en el Congreso y el empresariado porque impone políticas insidiosas sobre la isla y en el voto de su comunidad sobre el estratégico estado de La Florida.
Por ello, todo candidato a la presidencia estadounidense busca el apoyo del lobby cubano-americano, cuya línea dura compite con los intereses geopolíticos más amplios de EE. UU. Por ello, demócratas y republicanos ofrecen modificar el status quo, pero sin transformarlo.
Esa comunidad republicana es anticubana, anticomunista y rechaza toda normalización entre EE. UU. y la isla. Donald Trump revitalizó ese bloque con la promesa de derrocar al gobierno de la Revolución cubana contra el que endureció sus sanciones inéditamente con una política de “máxima presión”.
Esa comunidad evolucionó del antagonismo y oposición, de la primera ola que llegó a EE. UU. en los 70, a una nueva generación en los noventa, que permitió el envío de ayuda alimentaria, los viajes, envío de remesas y hasta el fin del bloqueo. Incluso, la violenta Fundación Cubano-Americana favoreció el fomento de lazos familiares y avaló que Barack Obama restableciera relaciones con Cuba.
En 2018, el 50 por ciento de cubano-americanos ya no apoyaba el fin del bloqueo, aunque en octubre de 2024, antes de la elección presidencial, 70 por ciento sí respaldó una política de acercamiento, según el XV Centro de Investigación sobre Cuba de la Universidad Internacional de Florida.
Francisco I ha enfrentado problemas de salud durante mucho tiempo.
Las inundaciones, los miles de refugiados, entre otras, desplazaron la guerra civil en Sudán de los grandes titulares a pesar de la constatación de un renovado genocidio en Darfur, similar al de 2003 a 2008 (con medio millón de masalits asesinados).
Cerca de 200 profesionales de la salud de Cuba llegaron a Qatar a combatir a la pandemia del coronavirus.
El teatro ha sido una de las artes que históricamente han marcado momentos importantes de cambio, como en el Siglo V a.C. con la tragedia clásica, cuando autores como Sófocles, Eurípides y Esquilo establecieron las bases del teatro occidental.
Para cambiar el modelo actual de gobernanza global, basado en la injusticia y la desigualdad fruto de la dominancia de una sola potencia mundial, es necesario un mundo multipolar, afirmó el Doctor en Economía, Abel Pérez Zamorano.
La imposición de aranceles se mantiene en pausa, luego de que México, EE. UU y Canadá establecieron un acuerdo, que se mantiene hasta el próximo 4 de marzo.
Robo, secuestro, extorsión y naufragio son sólo algunos de los riesgos que ahora enfrentan los migrantes, pero, de regreso a su hogar.
Al encuentro programado para mañana jueves también asistirán los titulares de Defensa Nacional y de la Marina.
En la Ciudad de México (CDMX) se produjeron, desde octubre de 2024, despidos de cientos de trabajadores en distintas secretarías, subsecretarías, direcciones y jefaturas de área, así como de varias alcaldías capitalinas, situación que se intensificó desde el 1° de enero de 2025.
Videos difundidos en redes sociales muestran a tractores arrojando estiércol y basura alrededor del edificio gubernamental, formando montículos. "No moriremos en silencio", se lee en una de sus pancartas.
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Escrito por Nydia Egremy
Internacionalista mexicana y periodista especializada en investigaciones sobre seguridad nacional, inteligencia y conflictos armados.