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Brasil Acosta Peña
Clase media
La clase media pasó de 53.5 millones de personas en 2018 a 47.2 millones en 2020. En otras palabras, entre la pandemia y las malas políticas de López Obrador, 6.3 millones de mexicanos dejaron este sector.


“La historia de todas las sociedades hasta nuestros días, es la historia de la lucha de clases”, sentenciaron Carlos Marx y Federico Engels en el Manifiesto del Partido Comunista. Además escribieron que “nuestra época, la época de la burguesía, se distingue, sin embargo, por haber simplificado las contradicciones de clase. Toda la sociedad va dividiéndose, cada vez más, en dos grandes campos enemigos, en dos grandes clases, que se enfrentan directamente: la burguesía y el proletariado”.

“Pequeños industriales, pequeños comerciantes y rentistas, artesanos y campesinos, toda la escala inferior de las clases medias de otro tiempo caen en las filas del proletariado; unos, porque sus pequeños capitales no les alcanzan para acometer grandes empresas industriales y sucumben en la competencia con los capitalistas más fuertes; otros, porque su habilidad profesional se ve depreciada por los nuevos métodos de producción. De tal suerte, el proletariado se recluta entre todas las clases de la población”.

¿Qué ha sucedido en México a partir de la Revolución Mexicana? El pueblo mexicano puso la sangre, hizo la revolución y se quedó sin gobernar a México. Francisco Villa y Emiliano Zapata fueron llamados por Venustiano Carranza para sumarse a la lucha porque se le dificultaba lograr el triunfo de la sublevación, ya que las fuerzas reaccionarias, que habían matado a Francisco I. Madero y eran reminiscencias del antiguo gobierno dictatorial, el de Porfirio Díaz, se negaban a entregar el poder.

La incorporación del ejercito de Francisco Villa, representante de los mineros del norte de México y jefe de la famosa División del Norte, y la del ejercito agrarista del sur, encabezado por Emiliano Zapata, también conocido con el nombre de Ejército del Sur y que se había opuesto a la política de Madero –quien no quiso repartir la tierra a los campesinos, causa por la que surgió el Plan de Ayala– fueron fundamentales para la victoria de las clases proletarias en la primera etapa de la Revolución.

Efectivamente, para el seis de diciembre de 1914, Villa y Zapata entraron en la Ciudad de México y se dirigieron a Palacio Nacional, al que ingresaron y donde les fue tomada la muy famosa foto, en la que Villa está sentado en la primera silla presidencial fabricada en la época de Benito Juárez; y Zapata se ubica a su izquierda. Esta imagen forma parte del Archivo Casasola.

Ese hecho histórico fue relevante porque, en ese momento, el pueblo mexicano estuvo más cerca que nunca de tomar el poder, gobernar y de imponer sus condiciones. Pero ambos revolucionarios afirmaron que eso de gobernar no era para ellos; y que era más bien cuestión de “tinterillos y leguleyos”; y dejaron el poder en manos de Eulalio Gutiérrez, quien pronto traicionó al pueblo.

Cierto es que las grandes reivindicaciones del pueblo quedaron plasmadas en la Constitución de 1917: las garantías individuales, el Artículo 3°, que garantiza la educación laica y gratuita; los Artículos 6°, 8° y 9°, que garantizan la libertad de organización, petición y manifestación pública de las ideas; el Artículo 27°, que define las condiciones para el reparto agrario y reivindica la propiedad de la Nación sobre los bienes del suelo, mares y subsuelo; y el Artículo 123°, que otorga a los obreros de México el derecho a la sindicalización, entre otros.

La Revolución de 1910 propició avances importantes en nuestro país, que se reflejaron fundamentalmente en la época del presidente Lázaro Cárdenas; pero, más tarde, la burguesía internacional, encabezada por Estados Unidos, ante el temor de que el socialismo avanzara sólidamente en América Latina, a través de la primera reforma política que se efectuó en el país, incorporó al sistema electoral a los partidos de “izquierda”; logró el control total del país; operó como “dictadura perfecta”; siguió asumiéndose como heredera de la Revolución y reconocía, cuando menos de palabra, en cada 20 de noviembre, que ésta tenía una “deuda” con el pueblo.

Sin embargo, cuando llegaron los llamados gobiernos neoliberales, a partir de la presidencia de Miguel de la Madrid, como declaró en uno de sus magníficos comentarios semanales en redes sociales el ingeniero Aquiles Córdova Morán, ya no se mencionó la existencia de una deuda de la Revolución.

En la época del neoliberalismo se impuso la filosofía de que cada quien debía rascarse con sus propias uñas; que el mercado era el mejor mecanismo para distribuir la riqueza y que el gobierno no debía intervenir para evitar distorsiones en el mercado. Se vendieron las empresas nacionales, entre ellas Teléfonos de México (Telmex), cuya escandalosa venta se realizó a quien se cita como el hombre más rico de México; y, en contrapartida, se cargó sobre las espaldas del pueblo la crisis económica de los años 90.

Después de tres décadas, la sociedad creyó que había llegado el cambio y votó por el partido Movimiento Regeneración Nacional (Morena), que se vendió como supuesta opción de izquierda y cuyo lema fue “por el bien de México, primero los pobres”. Esta frase, sin embargo, fue solo para sacar votos; y hoy, lejos de resolver los males del país, el gobierno morenista representa una fábrica de pobres, ha degradado a las clases medias –como denunció Marx–, con ellas ha engrosado las filas del proletariado y ha favorecido a las clases ricas, que incrementan sus fortunas.

Los datos al respecto son contundentes y proceden del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi), en una de cuyas Encuestas Nacionales de Ingreso y Gasto de los Hogares (ENIGH) reveló que la clase media pasó de 53.5 millones de personas en 2018 a 47.2 millones en 2020. En otras palabras, entre la pandemia y las malas políticas del presidente Andrés Manuel López Obrador, 6.3 millones de mexicanos dejaron la clase media.

En cambio, la fortuna de Carlos Slim, el hombre más rico de México, creció de abril a junio de 2020 en 37 mil 162 millones de pesos (mdp) –cantidad con la que podrían construirse 37 mil aulas de escuelas públicas–, cuyo desglose es de 413 mdp diarios, cifra equivalente a un salario mínimo acumulado durante 11 mil años sin que el trabajador gaste en nada. Es por este tipo de disparidades que el gobierno morenista es un desastre y una tragedia para México: más pobres provenientes de las clases medias y los ya ricos se hacen más ricos que antes.

Este gobierno ha fortalecido a las clases ricas. Ha centralizado las decisiones, incluso si las instancias legales no le permiten construir sus megaobras inútiles, impone su voluntad mediante decretos, sin que le preocupe promover la opacidad. Pero, insisto, lo más grave es que está engrosando las filas del proletariado y alejando a los mexicanos de la posibilidad de alcanzar, como en China, una sociedad modestamente acomodada.

Estoy seguro de que entre los 6.3 millones que fueron degradados económicamente hubo muchos que votaron por Morena y ahora están arrepentidos de haberlo hecho. Pero dentro de lo malo lo bueno, pues una vez que forman parte de las filas de los desposeídos de México, como afirma el Manifiesto del Partido Comunista, “las clases dominantes pueden temblar ante una Revolución Comunista. Los proletarios no tienen con ella nada que perder más que sus cadenas. Tienen, en cambio, un mundo que ganar”.

Por ello invitamos a todos los agraviados por este gobierno a que se sumen a las filas del Movimiento Antorchista Nacional (MAN) para completar el pendiente de la Revolución Mexicana. Es decir, para que el pueblo tome el poder político, gobierne y haga de nuestra patria una más libre, justa y mejor.


Escrito por Brasil Acosta Peña

Doctor en Economía por El Colegio de México, con estancia en investigación en la Universidad de Princeton. Fue catedrático en el CIDE.


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