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A nuestros mártires
Hoy, los revolucionarios estamos llamados a trabajar con los jóvenes para sacarlos del marasmo en que la manipulación mediática los mantiene.
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Como afirma el poema Che comandante, amigo, de Nicolás Guillén: “No porque hayas caído, tu luz es menos alta”, el seis de junio, los antorchistas del país recordamos a quienes se nos adelantaron en el camino de nuestra lucha revolucionaria. Unos murieron asesinados por las balas de los enemigos del progreso; otros fueron brutalmente golpeados, como fue el caso de nuestros compañeros Conrado, Mercedes y su pequeño e inocente hijo Vladimir; y unos más no están ya con nosotros por su avanzada edad o por alguna enfermedad irremediable como el cáncer o la diabetes. Pero todos, sin excepción, se caracterizaron por no desistir en la lucha revolucionaria, se mantuvieron firmes hasta el último de sus días en el ideal antorchista, los principios revolucionarios y la tarea de educar y organizar al pueblo para tomar el poder político en México y construir junto a él, no en su nombre, una sociedad más justa, democrática, crítica, equitativa y mejor desarrollada.

Los poderosos siempre querrán acabar con las organizaciones revolucionarias porque afectan sus intereses. Las organizaciones políticas, como nuestro movimiento, desde que nacen, afectan los intereses de otros grupos políticos. Digámoslo así: cuando nació Antorcha, el poder ya estaba repartido; y desde que se abrió paso, ha competido por los espacios contra quienes ostentan el poder. Su primera gran batalla política en el nivel municipal se produjo en Tecomatlán, Puebla, donde derrotó a los caciques con el apoyo del pueblo organizado. Este triunfo, sin embargo, tuvo un alto costo social porque los poderosos pípilos (así se les llama a los caciques en la Mixteca poblana) atentaron contra la vida de varios compañeros antorchistas muy queridos, entre ellos el joven Edgardo Amílcar y la hermana de nuestro Secretario General, Clara Córdova Morán, y su esposo.

En los años 80, el Movimiento Antorchista fue llamado a trabajar con el pueblo de Huitzilan de Serdán, y los revolucionarios que primero se convirtieron en caciques y luego en gatilleros –como escribió Ehécatl Lázaro– asesinaron a mansalva a la gente e impidieron que los familiares recogieran los cuerpos de sus muertos. Pero gracias a la organización popular, se conquistó el poder. Todas las muertes de nuestros compañeros presidentes y expresidentes municipales y compañeros plenistas, es decir, líderes locales y activistas, no fueron en vano, pues hoy Huitzilan es un municipio desarrollado y, al propio tiempo, un pueblo organizado, que es lo más importante.

El último ejemplo que hoy quiero exponer es el caso de Chimalhuacán: El 18 de agosto del año 2000, Jesús Tolentino Román Bojórquez tomaría posesión del Ayuntamiento, pero los funcionarios que deberían entregar las instalaciones no fueron quienes recibieron a los antorchistas, sino pistoleros a sueldo pagados por La Loba, con la complacencia del gobierno del Estado de México (Edomex), pues la policía mexiquense estaba a unas cuadras y no intervino en el artero ataque, al que pretendieron calificar después como “enfrentamiento”, y que dejó como saldo 10 antorchistas asesinados. A partir de ese momento, en Chimalhuacán se inició un cambio radical gracias al trabajo colectivo. Del basurero a cielo abierto que hasta entonces había sido, se convirtió en un municipio moderno. Por ello decimos que la muerte de nuestros compañeros no fue en vano, pues el legado de su sangre se reflejó en el desarrollo del municipio para el bien de muchos.

Finalmente, entre los camaradas que nos dejaron en el camino, debo recordar a la compañera mexiquense Angélica Gasca Dávila, quien por razones de salud, perdió la vida. Era una luchadora social, líderesa de los comerciantes de Toluca. Los comerciantes vivían amenazados, sufrían desalojos constantes y eran golpeados por la fuerza policiaca, pero Angélica nunca desistió, nunca se arredró, se defendió y protegió a los comerciantes agremiados. Su repentina muerte nos dejó un hueco que debe llenarse recorriendo la fila de los luchadores y recordando su legado, como un ejemplo de la lucha por una sociedad mejor para todos.

En su mensaje central, el día de la celebración de los Mártires Antorchistas del seis de junio, nuestro secretario general, el ingeniero Aquiles Córdova Morán, advirtió primero que nuestros caídos nos hacen un llamado directo a la formación de nuevos revolucionarios que levanten la bandera de la lucha y llenen el espacio que su muerte nos dejó; además, convocó específicamente a los jóvenes a integrarse al movimiento revolucionario. En segundo lugar, después de analizar la situación nacional y el contexto internacional con base en una interpretación marxista de la realidad, nos dio la tarea de prepararnos para ejercer nuestro derecho constitucional de manifestación pública, petición y organización. A este llamado agrego otro: hay que estar listos a la lucha política por si acaso las nuevas mayorías en el Congreso de la Unión intentaran conculcar estos derechos.

Hoy, los revolucionarios estamos llamados a trabajar con los jóvenes para sacarlos del marasmo en que la manipulación mediática los mantiene, debido a su adicción a los teléfonos celulares y a otras formas de control social, entre ellas la entrega de dinero en efectivo. También estamos convocados a educar al pueblo, a luchar con él, explicarle pacientemente que la forma de liberación se logra únicamente con educación y organización política, hasta la toma de las riendas del país. Ésta es la tarea que nos ha asignado nuestro querido Maestro para la construcción de una sociedad más justa y mejor para todos.

Termino con estas palabras del dirigente nacional del antorchismo: “Todos los que han muerto siendo antorchistas pertenecen a la estirpe de los indispensables, todos ellos tienen que ser una lección permanente para nosotros, fuente de decisión y convicción para morir como ellos sosteniendo en alto la bandera del pueblo de México”. ¡Por todos los caídos, nosotros estamos de pie! 


Escrito por Brasil Acosta Peña

Doctor en Economía por El Colegio de México, con estancia en investigación en la Universidad de Princeton. Fue catedrático en el CIDE.


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