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Palestina: del infanticidio gradual a la matanza intensiva
Los niños palestinos están siendo objeto de cacerías bestiales de las cobardes tropas israelíes que desde hace más de 75 años bombardean a sus padres.
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Borrar de la Tierra a cada niño y niña palestinos es la letal estrategia del Estado de Israel. Ese Estado de Guerra Permanente que solapa Occidente recurre a esta matanza masiva para abatir la inquebrantable resistencia de este pueblo. Denunciar la ocupación y colonización de su territorio y el financiamiento de la guerra es defender a esos niños contra la barbarie.

Asesinar a las madres evita que se regenere la nación originaria; aniquilar a los niños es una de las tácticas del invasor para implantar la desesperanza y alentar el éxodo. Los niños palestinos están siendo objeto de cacerías bestiales de las cobardes tropas israelíes que desde hace más de 75 años bombardean a sus padres.

La política de exterminio de menores palestinos va acompañada de otras acciones destinadas a minar la vida cotidiana del pueblo palestino. El invasor los humilla para socavar su autoestima, los priva del derecho a ostentar su nacionalidad e identidad, a obtener justicia, a heredar bienes, a comunicarse con las nuevas tecnologías; al derecho a reír y a imaginar un futuro. Es la táctica de la desposesión total.

Entre 2020 y 2021, el 90 por ciento de los dos millones de niños palestinos estuvo expuesto a la misma violencia criminal que enfrentan sus padres, denuncian organismos internacionales. Se estima que el terrorismo sionista causó dos mil 342 muertos, de los que el 15 por ciento fueron niños

Con su represalia militar a la Operación Tormenta de Al Aqsa de Hamás, iniciada el siete de octubre de 2023, la violencia infanticida escaló con el asesinato de 14 mil niños y la desaparición de otros cuatro mil. El 70 por ciento de los más de 34 mil adultos asesinados han sido mujeres y los sobrevivientes no tienen dónde vivir porque la infraestructura urbana fue destruida en un 80 por ciento. También perdieron identificaciones, certificados de estudios y permisos con los que pueden ser acogidos en refugios o países.

Cuatro pilares sustentan el edificio de esta guerra criminal: una política de Estado coercitivo; la impunidad que le garantizan Estados Unidos (EE. UU.) y la Unión Europea (UE); la desinformación de los medios de prensa (en manos de magnates judíos) y el financiamiento que Israel recibe de Occidente.

Cuando se trata de los niños de Palestina, es proverbial la hipocresía de los medios corporativos, que fingen compasión por los niños muertos en Ucrania o Sudán, pero son indiferentes a las víctimas infantiles de la barbarie israelí. Igual hacen las élites políticas, si abordan la cuestión, subrayan la amenaza de los “niños soldados” palestinos para el Pueblo de Dios.

Este respaldo explícito al genocidio israelí en Palestina lleva más de siete décadas. El nueve de abril de 1948, EE. UU. y sus aliados cerraron los ojos a la masacre en Deir Yassin, donde tropas de la paramilitar israelí Haganah mataron a 262 palestinos, destriparon a mujeres embarazadas y decapitaron a 30 bebés.

Un mes después, Washington celebró la proclamación del Estado sionista que desde entonces exhibe su esencia genocida. Durante 76 años, miles de familias palestinas y sus hijos han sido obligados a emigrar; quienes decidieron quedarse han enfrentado dificultades multidimensionales.

Ilán Pappé declaró que el objetivo central de Israel son los niños y que por ello surgieron las intifadas (revueltas), en cuyo torrente sanguíneo fluye la voluntad y la capacidad de resistencia de casi cuatro generaciones de mantener con vida la identidad del pueblo palestino.

Conocedores de este significado, los sionistas seleccionaron a los niños como sus víctimas principales; Aún así, los niños son el corazón de la resistencia que es un modo de vida donde fluyen la solidaridad y aprenden directrices de liderazgo del valiente pueblo palestino.

Asesinar: la orden

En su calculada política de exterminio, el invasor de Palestina asesina, hiere, viola, mutila, encarcela y desaparece a niños selectivamente. Pretende justificar el infanticidio con la falacia de la auto-defensa, pues argumenta que desde que nacen los niños palestinos “amenazan” al Estado judío.

 

 

En 2014, la diputada del partido Hogar Judío, Ayelet Shaked, propuso “asesinar a las madres de los mártires palestinos porque dan a luz pequeñas serpientes”. Un año después, en tácito aval a esta iniciativa, Shaked se convirtió en Ministra de Justicia; y en 2021 ascendió al ser nombrada Ministra del Interior.

Ése fue el año más letal para los niños palestinos (desde 2014). Las tropas israelíes asesinaron a 86 criaturas: 61 en la Franja de Gaza y 15 en Cisjordania; civiles israelíes armados mataron a dos en Gaza, otros siete fueron alcanzados por misiles y uno más por la explosión de un artefacto. 

El derecho internacional establece que el uso de la fuerza del Estado sólo se justifica cuando hay amenaza directa a la vida o implica un daño severo. Sin embargo, organismos internacionales han denunciado que el uso de la fuerza letal de Israel contra niños, sugiere asesinatos extrajudiciales.

Más del 90 por ciento de los adultos y niños palestinos ha presenciado la desaparición de sus barrios a causa de la colonización israelí. La adolescente Ahed Tamimi, de 15 años, abofeteó a dos soldados israelíes que desalojaban a sus padres de su casa, en Cisjordania; alguien grabó en video esta escena, la viralizó y en marzo de 2018 fue arrestada por “agredir a un soldado e incitar a la violencia”. El juez la sentenció a ocho meses de prisión.

Ésa es una de las miles de historias de abuso contra los niños y adolescentes de Palestina. En agosto de 2022, el diario Al Jazeera publicó los rostros y nombres de los más de dos mil niños palestinos usados como arma de guerra durante la ocupación israelí en 1947, cuando el sionismo expulsó a un millón de palestinos y les robó el 78 por ciento de su territorio para que éste fuera habitado por judíos europeos.

Este desplazamiento masivo (Nakba: Catástrofe) convirtió a familias y sus niños en refugiados sin patria; hoy más de dos millones viven en 58 campos de refugiados en Jordania, Líbano y Siria, mientras el ocupante israelí les niega su derecho al retorno, a la reunificación familiar y a recuperar sus propiedades para sus hijos.

Los obligan a olvidar la libertad

Para disuadir toda expresión de resistencia a la ocupación territorial, el sionismo arroja cada año a unos mil niños palestinos a centros de detención. Su infancia ahí, ordenada por cortes militares, transcurre expuesta a graves daños físicos y mentales. “Desde el año 2000 más de 12 mil menores han sido arrestados y FICHADOS DE POR VIDA”.

Sólo en la primera semana de octubre de 2023, el ejército israelí detuvo a 500 menores y les puso grilletes porque “son una amenaza grave” para su Estado. En diciembre había mil 84 mujeres recluidas en centros de detención; de ellas, 142 son niñas, según la Comisión de Asuntos de Detenidos y el Club de Prisioneros de la Sociedad Palestina.

El objetivo de estas detenciones es que las víctimas olviden su anhelo de libertad. Los bombardeos “quirúrgicos” sobre casas, escuelas, hospitales y centros de recreación preludian las aprehensiones arbitrarias contra los Mohammed, Malek, Hakim y las Amira, Aysha o Dounias. Estos niños son peligrosos, cometan o no “ofensas a la ley militar israelí”.

Las fuerzas de ocupación de Israel los secuestran y castigan regularmente. Sus incursiones nocturnas en barrios y carreteras son verdaderas cacerías contra niños y adolescentes de entre 11 y 17 años quienes, maniatados y con los ojos cubiertos, son arrojados al piso de vehículos militares y llevados a centros de detención donde los soldados los someten a abusos físicos y verbales. No se notifica a ningún familiar de su arrest, ni se les informa de sus derechos. Traumatizados por esa violenta redada, los chicos pueden desarrollar enfermedades físicas y psicológicas. 

Su falta más común es lanzar piedras al invasor a lo que las “Fuerzas de Autodefensa” de Israel suelen responder disparando a matar sin riesgo de infligir la ley militar, porque esta misma normativa considera como “delito grave” arrojar objetos contra objetivos ubicados a más de 150 metros (donde no tienen probabilidades de dar en el blanco).

El ocupante persigue, usa la violencia y arresta en los salones de clase de las escuelas a niños mayores de 11 años que previamente han tenido que soportar las bombas lacrimógenas de los soldados israelíes. Estas acciones inciden en el ausentismo escolar. 

Se estima que unos 10 mil niños palestinos permanecen en “detención administrativa” donde enfrentan penas de hasta 20 años. El Fondo de Naciones Unidas para la Infancia (Unicef), la organización Save The Children y el grupo de asesoría legal Defensa Internacional para Niños Palestinos (DCIP), admiten que no se conoce el número exacto de menores retenidos.

Pero lo inocultable es que las víctimas de esas detenciones arbitrarias son expuestas al abuso físico, emocional y sexual de soldados y custodios. Sufren humillantes registros al desnudo, violaciones, golpizas, insultos, hacinamiento e intensos interrogatorios sin defensa ni grabación.

Carecen de posibilidad de juicios justos, sus detenciones pueden prolongarse, y con el deliberado propósito de que pierdan el año lectivo, se les prohíbe leer libros de texto. 

Para ocultar estas prácticas, la autoridad judicial israelí intentó impedir un informe de la organización Human Rights Watch en el que se denunciaba cómo las cortes militares de la Franja occidental negaron el derecho a libertad bajo fianza al 99 por ciento de los palestinos que la solicitaron, en contraste con sólo el 17 por ciento de negativas a los israelíes que apelaron al uso de este recurso legal. 

El poder judicial israelí alega que se basa en las confesiones, pero los organismos humanitarios afirman que la mayoría de aquéllas se obtiene por coerción. Nada garantiza la legítima defensa de los menores en los duros interrogatorios a que son sometidos en los juzgados judíos.

“A la corte no le interesa la justicia. Los niños se confiesan culpables porque es la forma rápida de obtener una sentencia relativamente corta; si apelan, enfrentan su detención indefinida”, resalta la DCIP.

Después de la operación Tormenta Al Aqsa del siete de octubre de 2023, corresponsales de prensa y activistas de organizaciones no gubernamentales estimaban que las tropas israelíes arrestaron a unos mil 200 niños palestinos. En el canje de prisioneros del 24 y 30 de noviembre, pactado por Qatar y Egipto, Israel liberó a 240 mujeres y niños palestinos.

El lugar más peligroso para ser niño 

Antes de la Nakba, niñas y niños de Gaza nadaban y montaban en camello en las playas de la costa del norte; otros disfrutaban del aire fresco en los balcones de las casas en Beit Lahia. Hoy sus padres han muerto o han huido para evitar la muerte.

El triunfo de Hamás en las elecciones de 2006 significó la condena a muerte de los niños de Gaza. Entre 2006 y 2022, Gaza se convirtió en el lugar más peligroso del planeta para ser niño; por 17 años, padres e hijos han vivido bajo la barbarie del invasor sin derecho a nada, incluso a comer.

Es inexplicable que la Organización de las Naciones Unidas (ONU) no incluya a Israel en su informe crítico sobre Niños y Conflictos Armados. Este año debe denunciar esos maltratos, pues sólo en los inicios de 2023 la destrucción deliberada de sus escuelas privó a más de 625 mil niños de recibir educación.

El sionismo destruyó el sistema sanitario de la ciudad para someter a condiciones inhumanas a un millón de gazatíes, cuyos hijos recién nacidos morían sin atención por enfermedades provocadas por agua contaminada, revela la organización Defence for Children International, cuya sede se halla en Suiza.

El daño calculado israelí causó pobreza alimentaria en 90 por ciento de niños en los que aumentó 50 por ciento la diarrea infantil. Otras enfermedades por precariedad amenazaron la vida de 130 mil menores, mientras en 2022 las incursiones israelíes intoxicaron, al menos, a mil niños por gas lacrimógeno e infligieron otras lesiones. El ocupante les negó atención. 

Entre 2006 y 2023, Israel bombardeó a las Flotillas de la Libertad que llevaban ayuda humanitaria para niños tras el bloqueo a Gaza. Para salvar la vida de sus hijos, los desesperados padres contrabandearon comida y medicinas desde Egipto por esos túneles que hoy el genocida afirma eran usados por “terroristas”.

Israel quitó electricidad y combustible a millones de gazatíes; y para cerrar el cerco contra los niños destruyó los más de 36 hospitales y dañó ocho que funcionaban parcialmente. Las incubadoras y las ambulancias no pueden operar sin energía; y aunque el gobierno de Qatar envió convoyes con el combustible, el ejército judío los confiscó.

Después del siete de octubre, la situación de los niños gazatíes pasó de ser catastrófica a estar al borde del colapso. Israel ejecutaba 400 al día, hería y mutilaba a miles, los arrestaba o desaparecía, admiten ONG’s estadounidenses.

Periodistas y activistas humanitarios describen así el impacto de los morteros israelíes: “al estallar contra departamentos, los niños del edificio sufren múltiples lesiones: quemaduras, graves heridas por esquirlas, huesos rotos y hasta desprendimiento de extremidades”.

La representante de Humans Rights Watch, Jo Becker, denuncia que la falta de voluntad de la comunidad internacional para responsabilizar al estado judío por las graves violaciones “sólo lo ha envalentonado para usar fuerza ilegal contra menores palestinos”.

No hay ningún indicio de un impasse en el infanticidio que Israel comete en Palestina. “En mis 20 años en él (UNICEF) no había visto tal número de niños con heridas de guerra como las que hoy tienen en Gaza”, exclamó el vocero del organismo, James Elder.

Dinero, ocupación y muerte

¿Quién sufraga la onerosa ocupación israelí? Además de las corporaciones de armamentos, aeronáutica, seguridad-vigilancia, químico-farmacéutica, electrónica, telecomunicaciones, navegación, diamantíferas y agro-industria, están los sectores energético, financiero y de seguros, entre otros.

El imperialismo, con aval de la burguesía judía, impulsó al Estado sionista, que hoy funge como su gendarme en Medio Oriente; a cambio de esos servicios recibe millones de dólares en ayuda de EE. UU. que le permiten contar con uno de los Ejércitos más poderosos, que incluso dispone de armas nucleares.

Desde su creación, Israel ha recibido del imperialismo estadounidense cinco veces más para cada uno de sus ciudadanos que el Plan Marshall para Europa occidental (unos 12 mil millones de dólares, entre 1949 y 1954). Así, el régimen sionista debe verse como producto de la última fase del capitalismo antes de descomponerse, sugiere el analista Abraham León.

El imperialismo respalda política, bélica y económicamente a Israel, Estado Frankenstein que él mismo creó en una región que posee las mayores reservas de petróleo del planeta, y en el que realiza las labores propias de un gendarme a cambio del apoyo y la complicidad incondicionales de su creador

El capitalismo ha premiado y normalizado la ocupación y el Apartheid israelí. En 2020, la Oficina de Derechos Humanos de la ONU reveló la lista de empresas imperialistas que financian la ocupación. Son compañías israelíes y europeas como TripAdvisor, Alstom, Airbnb, las petroleras BP y ENI, la armamentista Elbit Systems. Contra ellas va la campaña BDS (boicot, desinversión y sanciones) para frenar el acoso sionista contra palestinos.

BlackRock gestiona el lucrativo negocio de la represión con drones, misiles teledirigidos, equipos de vigilancia y reconocimiento facial, satélites Starlink, Gospel y Lavender que espían para el Apartheid automatizado, denunció Amnistía Internacional.

Pero el capital siempre ha cerrado los ojos; en mayo de 2007, 30 gobiernos neoliberales de la Organización para la Cooperación y Desarrollo Económico (OCDE) invitaron a Israel a ser miembro. Nadie cuestionó la ocupación manu militari y el colonialismo del régimen sionista sobre la población no judía, denunció el experto Santiago González.

La hipocresía del gobierno de EE. UU. se evidenció el 15 de abril, cuando el Departamento de Estado expresó su preocupación por la violencia suscitada en Cisjordania, donde habían muerto a manos de colonos judíos los palestinos Jihad Abu Aliya, y Omar Ahmad Abdulghani, de 17 años, luego de que fue encontrado muerto el niño judío Binyain Achimair, de 14 años.

Que ahora el presidente estadounidense Joseph Biden se diga “sorprendido” por la violencia de Israel contra los palestinos y que haya ordenado que un helicóptero lanzara “paquetes de ayuda” que llegaron sólo a 10 o 20 personas cuando hay millones de gazitanos al borde de la hambruna no es otra cosa sino un acto de “misericordia” cínica y burlona que los palestinos, los árabes y su propio pueblo pronto van a recriminarle. 

Ese inútil gesto de la superpotencia simbolizaba su fracaso para influir en su protegido, y conminarlo a evitar muertes de niños indefensos. Hoy muchos cuestionan por qué optó por esa vía, desordenada, insuficiente y onerosa, que cuesta siete veces más que una caravana terrestre.

En cambio, ha sido muy eficiente el sostén militar, diplomático y financiero “incondicional e inquebrantable”, de EE. UU. a Israel, su mayor receptor de ayuda. Formalmente, entre 1948 y 2023 ha recibido más de 130 mil mdd en ayuda (sobre todo militar), explica Talif Deen. Desde 2011, EE. UU. da entre mil 600 y dos mil mdd a la defensa antimisiles Domo de Hierro y a tecnología militar que detecte túneles. 

En 2016, Barack Obama decidió donar tres mil 800 mdd anuales al estado israelí, cuyo monto mayor ha sido aplicado en asistencia militar; por ello posee las armas más sofisticadas como aviones de combate F 35, dotados con misiles (100 mdd cada uno) y KC-46A (dos mil 400 mdd). Ésa es la responsabilidad de Washington en los asesinatos masivos de niños palestinos.

Por 40ª ocasión, EE. UU. vetó, el pasado 17 de abril, el ingreso de Palestina a la ONU como miembro de pleno derecho, lo que habría allanado la difícil y trágica vida de millones de niños bajo la ocupación israelí; pero para la superpotencia militar, apoyar a Israel es una prioridad, pues ahí vive la mayor población judía del mundo. En todo caso, EE. UU. se aísla aún más.

Pese a su enorme sufrimiento, la infancia y juventud palestina forman la vanguardia de la resistencia contra la represión israelí. Los pueblos árabes musulmanes de la región deben acompañar esa lucha contra el capitalismo imperialista y el sionismo. 

No leer, no saber

Desde 1947, la violencia diaria del ocupante ha marcado a la infancia de Palestina, que figuraba entre las cinco naciones más alfabetizadas de Medio Oriente, arriba de Egipto, Arabia Saudita, Turquía y el propio Israel. Ahí, el analfabetismo sólo era de 2.8 por ciento, contra el 24.8 por ciento en el Mundo Árabe y el 13.8 por ciento mundial.

Ahora, para llegar a su escuela en Hebrón (Al-Khalil), Cisjordania, los niños deben sortear calles que Israel cierra sin aviso por “causas de seguridad” y decenas de retenes militares, por lo que se desvían por rutas que les toman cinco veces más tiempo que el normal.

El muro que divide la ciudad es un obstáculo mayor; pues deben tomar rutas más largas y peligrosas que los exponen al acoso violento de los colonos judíos o los obligan a caminar bajo la mira de los poderosos rifles-sensores ARBEL del ejército invasor.

“Es común ver a unos 15 soldados que patrullan cerca de una escuela; provocan a las mujeres con agresivo lenguaje verbal y corporal o les apuntan a los senos”, denuncia Leticia Silvestri. En otros casos, los soldados rodean sus escuelas y no pueden ingresar.

En la localidad de Zanoba, niñas y niños estudian en barracas; otros colegios carecen de agua, luz y mobiliario adecuado y sus docentes no reciben a tiempo su salario pues Israel no da a la Autoridad Nacional Palestina el monto de sus impuestos.

En la última década, Israel perfeccionó su técnica para evitar que los palestinos accedan al conocimiento que refuerce su autodeterminación. Bombardea jardines de infancia y centros de enseñanza, cierra universidades y escuelas de educación media para que no eduquen a “terroristas”. Por ello la matrícula pasó de ser del 96.8 por ciento, en el ciclo 2000-2001, al 91.2 por ciento en 2006-2007. No hay estadísticas posteriores confiables.

 

Derechos violados

La penuria en que han vivido los niños palestinos desde 1948 ha hecho indispensable su protección especial bajo el derecho internacional, que Israel viola o incumple, como ocurre con el Convenio de Ginebra sobre la Protección de Civiles en Tiempo de Guerra (1949).

El Estado hebreo perpetra crímenes de lesa Humanidad y viola los principios del Derecho de Guerra (Ius ad bellum) de no matar a niños, no hacerlos rehenes, no arrojarles bombas. Los niños palestinos han sido víctimas de asesinatos en masa, que se cometen cuando grupos armados perpetran acciones deliberadas que han provocado la muerte de al menos mil civiles no combatientes en menos de un año.

Los menores palestinos no son protegidos por la Declaración de los Derechos del Niño, ni por la Convención sobre Derechos del Niño, aunque Israel la ratificó en 1991. El régimen judío incumple las recomendaciones (2009) del Comité de la ONU Contra la Tortura para grabar los interrogatorios, así como la Orden Militar 1644 (2009), que establece tribunales para niños.


Escrito por Nydia Egremy

Internacionalista mexicana y periodista especializada en investigaciones sobre seguridad nacional, inteligencia y conflictos armados.


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