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Lluvia ácida, otro fenómeno de la contaminación
Este fenómeno tiene graves consecuencias para el medio ambiente. Elimina la capa de protección de las plantas, dejándolas desprotegidas a la acción del viento, el frío, la sequía y convirtiéndolas en presa fácil de los parásitos o plagas, que provocan su muerte.
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Recientemente, el gobierno de la Ciudad de México emitió una alerta por contingencia ambiental debido a altas concentraciones de partículas contaminantes con serias implicaciones para la salud, conocidas como partículas de suspensión como el óxido de carbono, el óxido de azufreel óxido de nitrógeno y amoniaco.

El origen de varios de estos compuestos como los óxidos de azufre y de nitrógeno puede ser de manera natural o por actividades que realiza el hombre. Las fuentes naturales son las emisiones volcánicas, las tormentas eléctricas, terremotos, incendios forestales y la fermentación por actividad de algunas bacterias, entre muchas otras. Su presencia causada por la actividad humana se debe a las emisiones de plantas industriales de combustibles fósiles como carbón y petróleo, además de las emisiones por combustión de la gran cantidad de vehículos automotores que circulan; en promedio cinco millones y medio transitan diariamente en la Ciudad de México. Estas altas concentraciones de sustancias tóxicas afectan la calidad del aire, el clima y la biodiversidad del lugar. 

Cuando estas sustancias entran en la atmósfera, pueden ser desplazadas por el viento a miles de kilómetros antes de retornar a la superficie terrestre por medio de las lluvias, nieve o granizo; pero su permanencia prolongada en un solo lugar hace más probable que se transformen en sustancias de carácter ácido, dando lugar a un fenómeno particular y poco estudiado, conocido como lluvia ácida.

Este fenómeno contaminante se produce cuando se combina el vapor de agua que se encuentra en la atmósfera con óxidos de azufre y de nitrógeno formando ácido sulfúrico y ácido nítrico, sustancias que son corrosivas para los metales, para tejidos como la piel y las hojas vegetales, así como para todo material orgánico.

Si la lluvia ácida moja a una persona, es posible que al principio ésta no sienta nada fuera de lo normal, ni una sensación extraña en la piel o cabello; el problema surge cuando estos ácidos se combinan con el agua de lluvia en la atmósfera, generando ácidos con un PH menor a cuatro o 4.5, es decir, ácidos que el cuerpo no puede tolerar. Sin embargo, hay que recordar que las sustancias también se encuentran en el aire al mismo tiempo, y la salud de aquellas personas con predisposición a enfermedades como el asma y problemas cardiovasculares pueden verse comprometida.

Este fenómeno tiene graves consecuencias para el medio ambiente. Elimina la capa de protección de las plantas, dejándolas desprotegidas a la acción del viento, el frío, la sequía y convirtiéndolas en presa fácil de los parásitos o plagas, que provocan su muerte. La lluvia ácida también elimina del suelo los minerales y nutrientes que los árboles necesitan, perjudicando el crecimiento de sus hojas, disminuyendo su capacidad para absorber la luz solar.

En el mar, los peligrosos elementos químicos contenidos en la lluvia ácida han destruido importantes bancos de plancton, que sirven de alimento a millones de peces y cuya reducción significativa perjudica la actividad pesquera, consecuencias que han sufrido igualmente los ríos, arroyos y lagos. Consecuencias que tienen un impacto sobre los cultivos que son regados con agua con concentraciones ácidas, pues permiten una mayor absorción de aluminio, dañino para el suelo y las personas.

En las ciudades aumenta el riesgo sanitario de la población que entra en contacto con ella, además de causar la corrosión de obras, monumentos y edificios, provocado su rápido deterioro.

Si hoy pudiéramos detener la lluvia ácida, tendrían que transcurrir muchos años para reparar los terribles efectos que ésta provoca en la naturaleza.

Por esta razón, la única forma de luchar contra la lluvia ácida es reducir las emisiones de los contaminantes que la originan, es decir, disminuir el consumo de combustibles fósiles y su producción desmedida. Buscar mejores alternativas y desarrollar las energías verdes, energías amigables con el ambiente y apostar por la movilidad eléctrica, que hoy es una realidad.


Escrito por Arístides Maldonado Velázquez

colaborador


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