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Las vidas de los pobres no valen nada para la 4T
El Presidente sigue en campaña; por ello su compinche Hugo López-Gatell usa a la ciencia para cubrir sus mentiras.
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En la elección de 2018, el pueblo con hambre de justicia –como dijera Luis Donaldo Colosio un cuarto de siglo antes– pensó que viviría un cambio verdadero; por ello votó por un cambio y se equivocó. Año y medio han bastado para poner las cosas en su lugar. El cambio no se encuentra en la clase política gobernante, ni en los partidos políticos de esa misma clase. Es inútil esperarlo de las manos de un líder populista sumamente ignorante. La pandemia del Covid-19 ha puesto las cosas más claras, aunque de forma cruda e inmisericorde para las clases populares: a los pobres se les ha condenado a la horca y han sido colocados sobre un banquillo que se tambalea con una soga en el cuello.

¿Hacia dónde ir? La pandemia avanza y la muerte se pasea en las calles. Para quienes viven al día, permanecer en casa no es una opción. El hambre priva en los hogares más humildes a casi tres meses de implementada la sana distancia. En ese tiempo los apoyos prometidos por el gobierno nunca llegaron. Los muertos sumaban casi nueve mil 500 el 29 de mayo, pero los especialistas han dicho que las cifras oficiales no son ciertas y que para acercarse a la verdad hay que multiplicarlas por cuatro; es decir, que en esa fecha había en realidad más de 30  mil. El propio Hugo López-Gatell, durante su comparecencia en el Senado, afirmó que podrían ascender a 25 mil. México se perfila como uno de los países con más muertos en el mundo.

Pero la epidemia no solo va en ascenso por el número de muertos e infectados en los hogares, sino también por el creciente nivel de estragos físicos que genera sobre el sistema de salud pública, donde médicos y enfermeras figuran entre las primeras víctimas de contagio –representan la cuarta parte de los enfermos– y son blanco de los familiares de los fallecidos porque los consideran focos de infección y culpables de los decesos. El gobierno de la “Cuarta Transformación” (4T) les organiza homenajes y les promete monumentos, pero no les compra los equipos e insumos indispensables para que enfrenten sin riesgos la pandemia.

Y aun así, el Presidente se atreve a decir que no nos ha ido tan mal y que, como ya vamos saliendo de la pandemia, estamos preparados para regresar a la nueva normalidad. En su enfermiza imaginación está convencido de que no hay pueblo más feliz que el mexicano ¡Mentira tras mentira! Nada ha hecho bien. Es un Rey Midas que, en lugar de convertir todo en oro, todo lo destruye. La economía va en picada; el Banco de México reconsideró su pronóstico de crecimiento económico para ubicarlo en un 8.8 por ciento negativo. Se perderán más de tres millones de empleos formales y los informales podrán triplicar esta cifra.

En un escenario dominado por empresas quebradas por la cuarentena y otras tratando de ajustar su producción al bajo consumo provocado por la ausencia de ingresos laborales, no hay nada de qué presumir. Las mentiras dichas en el marco de una crisis económica aguda como la actual son burlas abiertas a los que menos tienen, a los enfermos, los pensionados, los ancianos, las mujeres que sufren violencia, los moribundos y a los que ya han muerto. Las cifras de enfermos y fallecidos no son simples números, sino una tragedia configurada por múltiples historias familiares; son abuelos, madres y padres desaparecidos; niños huérfanos; jóvenes que no podrán estudiar.

Ante la ignorante o inconsciente complacencia presidencial hacia lo que está ocurriendo hoy en México, es posible decir que después de que la pandemia puso una soga en el cuello del pueblo mexicano, el Presidente ya empujó el banquillo de la economía y lo ha ahorcado, pues a él poco le importan las vidas de los pobres, como lo evidencian sus decisiones relacionadas con la contingencia sanitaria y la crisis económica. Ni un peso para evitar los desempleos, ni el hambre de los desempleados; ni un peso para los insumos de los médicos, ni para las pruebas que detectan el Covid-19. No importa que haya más o menos muertos, mientras la 4T gane las próximas elecciones. Por ello, el Presidente sigue en campaña; por ello su compinche Hugo López-Gatell usa a la ciencia para cubrir sus mentiras y su aliado Ricardo Salinas Pliego declara que hay que “desapendejarse”.

La filosofía del gobierno de la 4T está resumida en una de las canciones más famosas de José Alfredo Jiménez: La vida del pobre no vale nada.


Escrito por Capitán Nemo

COLUMNISTA


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