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Las sanciones a Rusia y la impotencia de las potencias
Por primera vez en la historia moderna, las sanciones no están funcionando, y podemos concluir, en buena lógica, que económicamente (y militarmente) el mundo está preparado para un equilibrio multipolar.
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Tradicionalmente, las “sanciones económicas” y bloqueos han sido aplicadas por Estados Unidos (EE. UU.) para someter a países pobres que buscan su desarrollo independiente y no rinden sus mercados ni su soberanía. Contradictoriamente, la teoría económica norteamericana predica una competencia limpia, basada en costos, eficiencia, desarrollo tecnológico, calidad, precios y servicio, buena mercadotecnia, etc. Eso es cierto, aunque no es la verdad completa. Lo que no enseñan es que los monopolios y las potencias imperialistas recurren rutinariamente a la fuerza, incluyendo la guerra. La competencia económica es una gran guerra, y no solo en el sentido figurado, sino en el más literal del término. A Cuba se la bloqueó desde el triunfo de la revolución, en el mercado del azúcar, fundamental en su economía. Más recientemente se han aplicado dichas medidas, entre otros países, a Yugoslavia, Birmania, Irán, Siria, Afganistán, Bielorrusia, Libia, Líbano, Irak, Congo, Corea del Norte, Venezuela.

A similar o peor tratamiento se somete hoy a Rusia para reducirla a la obediencia e incluso destruirla, en represalia porque desde el fin de la era entreguista y claudicante de Gorbachov y Yeltsin, el país, liderado por Vladimir Putin, busca su propia vía hacia un desarrollo soberano. “Al 12 de octubre, Rusia acumula 11 mil 700 sanciones económicas, la mayoría de ellas procedentes de EE. UU., Canadá, Suiza, Reino Unido y la Unión Europea, según datos de castellum.ai, una entidad que recoge sanciones a nivel global. De las 11 mil 700, cerca de dos mil 600 son previas al 22 de febrero, y su origen se remonta a la anexión de Crimea en 2014. El 22 de febrero de este año, EE. UU. y otros países aliados empezaron a imponer nuevas sanciones por el reconocimiento por parte de Rusia de las regiones Donetsk y Lugansk como ‘repúblicas independientes’ el día 21, antesala de la invasión” (Newtral Data, 16 de octubre de 2022). Un verdadero bombardeo económico. Destacan el bloqueo al arranque del gasoducto North Stream 2, impuesto por Alemania y EE. UU.; el cierre del North Stream 1, objeto luego de sabotaje; el bloqueo a las exportaciones de carbón; imposición de un precio tope de 60 dólares el barril al petróleo ruso (en contrapartida, el presidente Putin prohibió vender a países que apliquen la sanción); bloqueo a operaciones financieras y castigo a bancos rusos; prohibición de vender a Rusia productos agropecuarios y de alta tecnología, como los semiconductores.

Pero ahora, a diferencia de antes, los castigos no logran rendir a Rusia que, ciertamente, con dificultades, y algunos retrocesos, resiste. El Producto Interno Bruto (PIB), efectivamente, decreció, en 2.5 por ciento, en 2022 (Vladimir Putin, Forbes, 17 de enero de 2023); según el Fondo Monetario Internacional (FMI) cayó en 3.4 por ciento. Aun así, no es el colapso que esperaban los “sancionadores” (los peores vaticinios pronosticaban una caída de 30 por ciento; según el FMI, 8.5 por ciento); para este 2023, el FMI espera una caída de 2.3 por ciento. Pero los verdugos no andan mucho mejor. Dándose un tiro en un pie con sus sanciones, han dañado sus propias economías y el bienestar de sus ciudadanos. Este año, el PIB de la Eurozona crecerá apenas 0.3 por ciento; Alemania 0.7 y Francia 0.6 (OCDE). Especialistas pronostican recesión en las principales economías.

El rublo se fortalece. Antes de la guerra de Ucrania se pagaban 78 rublos por dólar; para agosto, 59. Las reservas internacionales sumaban 630 mil millones de dólares (le congelaron 300 mil mdd): hoy tiene 547 mil mdd, el doble de México. Rusia es el cuarto país con más reservas (después de China, Japón y Suiza). La inflación anual fue de 12 por ciento; en Europa, 10.1 por ciento (Fuente: The Objective); algunos países europeos rebasan el 20 por ciento; el G20 registra un récord de 8.2 por ciento en décadas, principalmente por el encarecimiento de los energéticos causado por las sanciones.

En 2022, Rusia aumentó en 28 por ciento sus ingresos por energéticos (Alexánder Novak, viceprimer ministro, RT, 16 de enero de 2023). Las exportaciones de gas licuado aumentaron en ocho por ciento, aunque se redujeron por gasoductos. La extracción de petróleo superó en 10 millones de toneladas la de 2021, y las exportaciones crecieron en siete por ciento. “Rusia estaría ingresando por la venta de gas y petróleo alrededor de mil millones de dólares al día” (Economist&jurist, 24 de agosto de 2022). A esto contribuye el aumento en el precio del gas. Rusia gana con creces en precio lo que pierde en cantidad exportada: “Gas natural en Europa ha subido 343 por ciento en lo que va del 2022” (El Economista, 26 de agosto de 2022). Los ingresos presupuestarios aumentaron en 10 por ciento en 2022 “uno de los mejores de los países miembros del G20” (Vladimir Putin, Forbes). Las exportaciones de carbón cayeron en 7.6 por ciento, pero los suministros al mercado interno aumentaron en 6.8 por ciento. El bloqueo a la exportación de trigo ruso elevó los precios mundiales, lo que solo se revirtió al permitir a Rusia (y Ucrania) vender su producción.

Además de quebrar económicamente a Rusia, otro objetivo estratégico de las potencias es aislarla, convertirla en el paria del mundo. No lo han logrado. Nuevos países (algunos aliados tradicionales de EE. UU.) estrechan relaciones con Rusia. Obviamente China, igualmente agredida por Occidente, es aliado estratégico fundamental, en todos los terrenos. Según Le Monde (16 de septiembre de 2022), entre enero y agosto, China importó mercancías rusas por 72 mil 900 millones de dólares, sobre todo gas y petróleo (Rusia es ya su primer proveedor de crudo); compró una cantidad récord de gas: 15 mil 500 millones de metros cúbicos (49 por ciento más que en 2021) por el gasoducto “Fuerza de Siberia”. En el periodo las exportaciones chinas a Rusia aumentaron en 9.4 por ciento, principalmente automóviles, camiones, productos agrícolas; en semiconductores (340 por ciento más). Mayormente las exportaciones rusas a China se pagan en rublos. Destaca el apoyo a Rusia de la Organización de Cooperación de Shanghái, que a distintos niveles integra 18 países.

El dos de marzo, la ONU condenó la intervención en Ucrania: 35 países se abstuvieron, entre ellos China, Sudáfrica, Irán, Irak, Pakistán, India (India depende de Rusia en 70 por ciento de sus compras de armamento), y varias naciones africanas. En abril, la ONU suspendió a Rusia del Consejo de Derechos Humanos. Se registraron 58 abstenciones, y 24 votos en contra; en total, 82 naciones se opusieron, abierta o tácitamente. De 193 países de la ONU, solo 93 aprobaron la sanción. Rusia (y también China) vienen acercando posiciones con Arabia Saudita, tradicional aliado de EE. UU., y que hoy aspira a unirse al BRICS. Rusia consolida sus relaciones con Turquía, que será próximamente el gran distribuidor del gas ruso, y donde Rusia construirá una segunda planta nuclear. Las exportaciones desde Turquía aumentaron 75 por ciento en julio pasado contra el mismo mes de 2021 (BBCNews). A iniciativa de Vladimir Putin, Turquía está buscando terminar su añeja confrontación con Bashar al-Assad, lo cual cerrará el bloque aliado. Israel se abstiene de enviar armamento a Ucrania. Irán, víctima también de sanciones, consolida su alianza con Rusia y le provee de equipo militar. Rusia, pues, no está aislada.

Esto es lo nuevo. Por primera vez en la historia moderna, las sanciones no están funcionando, y podemos concluir, en buena lógica, que económicamente (y militarmente) el mundo está preparado para un equilibrio multipolar. La guerra de Ucrania es la prueba de fuego. Estamos, realmente, entrando en un nuevo orden global sustentable, con la fuerza y los recursos suficientes. Pensar entonces en una reorganización de los equilibrios de poder globales, sin la hegemonía de una sola potencia, no es una utopía: es una realidad que se abre paso. De ello es evidencia, y muy fuerte, la exitosa resistencia de Rusia a las sanciones, aunada a la creciente y vigorosa influencia global de China.


Escrito por Abel Pérez Zamorano

Doctor en Economía por la London School of Economics. Profesor-investigador de la Universidad Autónoma Chapingo.


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