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La disyuntiva de los que viven al día
Si la gente no va al teatro, ¿lo verá a través de Internet? No lo creo ¿Y los que no tienen una biblioteca, ni Internet? Nada se dice de ellos y son decenas de millones de mexicanos que no tendrán la posibilidad de acercarse a la cultura.
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Pedir que la gente permanezca en casa pone a la mayoría de la población en una disyuntiva: o salgo a trabajar con el riesgo de contraer coronavirus o me muero de hambre durante el encierro. En el país, la mayoría de los mexicanos viven al día. En 2019, el empleo informal acogió a 31.3 millones de personas, cifra equivalente al 56.2 por ciento de la Población Económicamente Activa (PEA), según el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi). Somos millones los que trabajamos para comer cada día. Las estadísticas de los científicos sociales más objetivos sostienen que la pobreza afecta a cerca de 100 millones de mexicanos. ¿Éstos se quedarán en sus casas para alejarse de la pandemia o saldrán a trabajar?

Quienes se dedican al teatro independiente están acostumbrados a sortear dificultades para que sus ingresos económicos sean lo más regulares posibles, pues son conscientes de que siete de cada 10 mexicanos no van al teatro. Difícil reto al que deberán sobreponerse  cientos o quizá miles de actores, directores, escenógrafos, iluminadores, vestuaristas –teatreros, en fin– porque no reciben recursos del gobierno, ni de empresas y porque viven de su trabajo diario. La vida para ellos es un riesgo constante que, a su vez, está asociado a la reflexión: “me dedico a lo que me apasiona o a lo que me dará de comer”. Hoy el coronavirus viene a recordarnos el poco valor que se da a las artes en nuestro país, en particular al teatro.

Cientos de opciones aparecen ya para que la gente se entretenga durante la cuarentena: ebooks gratis, conciertos y hasta teatro online. Eso está muy bien pero, ¿de qué vivirán los que no perciben ingresos en taquilla y no son tan afortunados para contar con una beca o un salario fijo? Decir que en este periodo vamos a leer, a escribir, a estar cerca de la familia, a repensar nuestra vida, a conocer el mundo por Internet, etc., es romantizar la cuarentena. Sería mejor preguntarnos: ¿quién tiene la posibilidad de hacer eso? Muy pocos. Si la gente no va al teatro, ¿lo verá a través de Internet? No lo creo ¿Y los que no tienen una biblioteca, ni Internet? Nada se dice de ellos y son decenas de millones de mexicanos que no tendrán la posibilidad de acercarse a la cultura, aunque esta situación la padezcan desde antes del coronavirus.

Se habla de empatía y muchos, en las redes sociales, exigen que nos encerremos en nuestras casas. Pero, ¿cómo pedirle eso a quienes se ha ignorado por tanto tiempo? Hacerlo es una prueba total de ignorancia en torno a la realidad mexicana o de un cinismo atroz. Ser empático no es malo, lo malo es serlo solo en momentos de emergencia. El teatro es un arte que nos ayuda e invita a ponernos en el lugar del otro, a sentir el dolor ajeno, a reflexionar sobre la condición humana y sus grandes problemas. Pero este arte está abandonado por quienes nos gobiernan y, en consecuencia, por el público.

Quienes están encargados de dirigir el país deberían reflexionar y activarse inmediatamente con la implementación de propuestas que beneficien a México. La cuarentena de ahora choca directamente con la cuarentena a la que han estado sometidos los pobres de nuestro país. Sí, la pobreza es la enfermedad más grave por la que atravesamos y su contagio es terrible. Somos muchos los infectados: los que nos dedicamos a las artes, a la producción del alimento espiritual, pero también los que producen la riqueza material. Lo vergonzoso es que esta enfermedad sí tiene cura, pero los “sanos” olvidan la empatía que tanto pregonan en tiempos de crisis y no la van a compartir.


Escrito por Vania Mejía

COLUMNISTA


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