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De los temas internacionales en los que se ha visto envuelta la Cuarta Transformación, el más importante es el problema migratorio. El asunto se ha vuelto a poner a la orden del día debido al tono agresivo que nuevamente emplea Donald Trump contra México, y por las declaraciones que hizo al respecto el Departamento de Estado de los Estados Unidos: “estamos implementando la directiva del presidente de poner fin a los programas de asistencia extranjera para el Triángulo Norte”, dijo el 30 de marzo un portavoz, lo que significa que el gobierno estadounidense dejará de apoyar a los países centroamericanos para contener los flujos migratorios. Por otro lado, las caravanas migratorias no cesan. El 28 de marzo Olga Sánchez Cordero expresó ante los medios que “se está formando una nueva caravana en Honduras, que la llaman la Caravana Madre, y que puede ser de más de 20 mil personas”. Ante esta realidad, ¿cuál es la política que sigue la 4T?
Hasta ahora, la principal característica del gobierno de López Obrador en la arena internacional ha sido el afán de mantener una posición neutra. Se pretende mantener una relación de respeto en el concierto de las naciones, según lo ha dicho el Presidente. Esta postura, sin embargo, no obedece a una cuestión de principios, como se aparenta al invocar la Doctrina Estrada, sino a pura y simple indefinición. En efecto, el gobierno de Andrés Manuel no ha definido cuál será la relación que tendrá México con Estados Unidos, a pesar de lo que determinante que es para los mexicanos, no solo en el terreno internacional, sino también en el doméstico.
Por un lado, la Cuarta Transformación se presenta como una administración fuertemente nacionalista –caso del perdón demandado a los reyes de España- y por el otro atiende las exigencias de los gobernantes estadounidenses. Por un lado AMLO se niega a seguir formando parte del Grupo de Lima, y por el otro recibe “en privado” al yerno de Donald Trump, Jared Kushner, en la casa de un poderoso empresario de Televisa. Por un lado el Presidente insufla el patriotismo de los mexicanos, y por el otro dice que respeta la visión de Trump sobre la migración y que esta es legítima (los mexicanos somos “bad hombres”, recordemos). Por un lado López Obrador se erige como paladín de los migrantes y sus derechos, y por el otro se compromete a hacer el trabajo sucio de Estados Unidos para evitar que los centroamericanos lleguen a la frontera mexico-estadounidense. ¿A qué se debe esta indefinición?
Andrés Manuel es consciente, dicen algunos analistas, de que solo el vecino del norte puede hacer fracasar sus planes de transformar radicalmente la vida pública de México. Por lo tanto, dicen, el Presidente busca mantener una relación amistosa con los Estados Unidos, o por lo menos tersa. Esto, en los hechos, se ha traducido como una subordinación total del Gobierno de México. La mejor prueba de esta afirmación es que, apenas unos días después de que Jared Kushner se reunió con López Obrador, este mandó a Washington a Olga Sánchez Cordero, secretaria de Gobernación, para que se reuniera con la secretaria de Seguridad Nacional de Estados Unidos, y se acordara cómo debe actuar México ante la actual crisis migratoria. Se trata de mantener tranquilos a los estadounidenses a como dé lugar.
En la arena internacional, Andrés Manuel navega entre la amenaza yanqui y sus propias pulsiones nacionalistas. Los límites de la Cuarta Transformación son el poder estadounidense y la exigencia popular de una soberanía sustantiva; hasta ahora, el timonel de este barco, el Presidente, ha optado por no plegarse ni a uno ni a otro bando. Pero esta indefinición no puede ser eterna. La crisis migratoria, las amenazas de Trump, y las caravanas de centroamericanos -que ahora serán más frecuentes por la falta de recursos estadounidenses- son solo una manifestación de lo insostenible de la posición “neutra” de la 4T. Ahora habrá más migrantes centroamericanos que buscarán llegar a Estados Unidos y México deberá resolverle este problema a nuestros vecinos del norte. ¿Hasta dónde está dispuesto a ceder López Obrador para mantener contento a Donald Trump?
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Escrito por Ehécatl Lázaro
Columnista de politica nacional