La realidad presente y la historia nos alertan de que el peligro es real.
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Detener una posible guerra mundial es la tarea más importante del momento. El desarrollo de los acontecimientos en Ucrania y la respuesta de los países occidentales muestran que este llamado no es una exageración. En efecto, la inminente derrota militar de Ucrania ha dado atisbos de lo que ciertas voces en el seno de las clases dominantes de los países imperialistas están dispuestas a hacer con tal de impedir este resultado.
Por un lado, Emmanuel Macron, presidente de Francia, ha mencionado en reiteradas ocasiones la necesidad de una derrota militar de Rusia y llegó al punto de sugerir el envío de tropas de la OTAN a Ucrania. Este llamado, al menos en sus implicaciones, ha sido recogido por ejércitos y líderes de otros países europeos. Al mismo tiempo, la Unión Europea ha adoptado recientemente un plan para convertir a su economía en una orientada a alimentar el aparato militar con vistas a un enfrentamiento con Rusia. El plan no sólo plantea el gasto de miles de millones de euros para modernizar el complejo militar industrial, sino la adopción de métodos de planificación central para garantizar la consecución de los objetivos planteados. Se trata, pues, de preparativos de hecho para una posible guerra.
Quienes afirman que llegamos a este punto a raíz de febrero de 2022, cuando inició la invasión a Ucrania, o en 2014, cuando ocurrió la anexión de Crimea, mienten flagrantemente, consciente o inconscientemente. La lógica que nos condujo aquí estaba en marcha desde el final de la Guerra Fría. Ésta consiste en una potencia global (Estados Unidos) que busca mantener su hegemonía pero que se enfrenta con países emergentes a quienes no puede derrotar en el ámbito económico (China) ni en el militar, so pena de desatar una guerra nuclear (Rusia). Por eso, quienes analizaron con cuidado la coyuntura hace al menos una década lograron predecir que esta configuración del capitalismo global conduciría a un agudizamiento cada vez mayor de las tensiones. Así, hoy, un paso en falso puede desencadenar un conflicto militar con consecuencias impredecibles para la humanidad.
Pero ¿es la guerra mundial verdaderamente inevitable? Afortunadamente, no. Un seguimiento honesto al desarrollo de los acontecimientos permite concluir que, incluso hoy, cuando la hostilidad hacia Rusia está en su punto máximo, ésta última muestra disposición a darle un fin negociado al conflicto militar actual. Los dos antecedentes más importantes al respecto son, primero, la firma de los acuerdos de Minsk, en 2014 y 2015, y las negociaciones que tuvieron lugar del 22 de febrero al 31 de marzo de 2022, es decir inmediatamente después de iniciado el conflicto. Con respecto a Minsk, Angela Merkel confesó hace meses que la OTAN promovió su firma para ganar tiempo y empezar a preparar militarmente a Ucrania. Sobre lo segundo, es de conocimiento general que Rusia y Ucrania se hallaban ya en un camino que conducía hacia el cese de las hostilidades, pero que fue saboteado por EE. UU., Gran Bretaña y el resto de países de la OTAN. Hasta la fecha, Putin insiste en estar abierto a negociar el fin de la guerra. Y sólo hay una forma de saber si estas palabras son ciertas: tomándole la palabra.
Pero los gobiernos occidentales se niegan rotundamente, lo que nos lleva a la conclusión principal: a las clases dominantes hay que obligarlas a renunciar a sus ambiciones belicistas y de hegemonía absoluta. Esto implica hacer de la demanda por la paz un elemento central en el programa de lucha de todas las organizaciones populares, y en particular en los países centrales. Varios elementos hacen que este programa pueda cobrar mayor popularidad: primero, porque han sido las y los trabajadores quienes han pagado las consecuencias del conflicto en Ucrania y de las fallidas sanciones de sus gobiernos a Rusia en forma de inflación, desempleo y empobrecimiento. Segundo, porque hoy toda la gente puede ver que sus gobiernos participan y promueven el genocidio que Israel comete sobre Palestina, y esto ha deslegitimado a gran parte de los gobiernos de los países centrales a los ojos de su población. En Rusia, las fuerzas populares deben luchar por seguir manteniendo a raya a las facciones más chovinistas y reaccionarias que, en cierto momento, podrían demandar una ofensiva más allá de lo estrictamente necesario para salvaguardar la soberanía y seguridad de su país.
En el resto del mundo nos queda seguir luchando por un mundo multipolar que garantice paz y mejores condiciones para avanzar en la conquista de una mejor vida para todos. En suma, detener la guerra que se avecina es una tarea que exige la lucha coordinada y organizada de todos los trabajadores del mundo.
La realidad presente y la historia nos alertan de que el peligro es real.
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Escrito por Jesús Lara
Licenciado en Economía por El Colegio de México. Doctorante en Economía en la Universidad de Massachusetts Amherst de EE.UU.