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A diez años de la gran crisis
Me sorprende. No la idea subyacente, sino la claridad y el cinismo para decirla: “Estados Unidos tiene derecho a utilizar la industria energética como herramienta
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Me sorprende. No la idea subyacente, sino la claridad y el cinismo para decirla: “Estados Unidos tiene derecho a utilizar la industria energética como herramienta para presionar y castigar a los países que no se comporten de manera civilizada”, dijo el secretario de Energía de Estados Unidos, Rick Perry, durante la reunión que mantuvo el 13 de septiembre pasado en Moscú con su homólogo de Rusia, Alexander Nóvak. ¿Y quién va a decidir si un país “se comporta de manera civilizada” o “no se comporta de manera civilizada”? Pues Estados Unidos. La ley internacional bajo los pies del imperialismo norteamericano ni más ni menos. “Presionar y castigar”. ¿Cuántas acciones se hacen contra los países bajo la filosofía del exclusivismo, del supremacismo, de que ellos son la medida universal de la forma de pensar y de vivir, de lo bueno y lo malo, de lo justo y lo injusto? Veamos lo sucedido a raíz de la crisis de 2008.

Se cumplen diez años. ¿Se arrepintieron? ¿Se cuidaron siquiera? Para hacernos claridad acerca de los acontecimientos que precipitaron la crisis y lo que ha sucedido después, es necesario tener en cuenta la llamada Acta Glass-Steagall, que se firmó el 16 de junio de 1933 como consecuencia de la Gran Depresión de 1929, durante el gobierno de Franklin D. Rooselvelt, tramo de gobierno en el que se tomaron –aunque usted no lo crea– algunas medidas para controlar al capital y reducir sus efectos voraces. El Acta en cuestión prohibía que los depósitos bancarios fueran usados para promover actividades especulativas por parte de los grandes bancos; pero en el año de 1999, nueve años antes del estallido de la reciente crisis, esta disposición fue abrogada. Con ello se abrieron las exclusas para un torrente de capital bancario, para la especulación, de hecho, los primeros síntomas de la crisis se empezaron a apreciar poco después de su eliminación, en el año 2001. Los bancos privados y los bancos centrales normalizaron la manipulación de los mercados.

En consecuencia, los bancos centrales quedaron en posibilidad de crear dinero, de manipular el sistema financiero e instrumentar una situación que de facto les permite gobernar al mundo entero. La crisis de 2007-2008 fue el resultado de un sistema sin regulación –o casi– en el que el poder estaba concentrado en las manos de unos cuantos especuladores. A partir de la crisis, los bancos centrales de los países capitalistas más poderosos del mundo han inyectado grandes cantidades de dinero a los bancos privados mediante un mecanismo no convencional de política monetaria que se conoce como alivio cuantitativo (quantitative easing, QE). QE es un término poco claro, un eufemismo, por medio del cual, un banco central elabora dinero electrónico y lo inyecta en bancos y mercados financieros a cambio de valores o acciones. El resultado de esta maniobra es que se eleva escandalosamente la oferta de dinero en el sistema financiero y, claro, se tiene que prestar obligadamente, se reducen las tasas de interés a favor de los grandes bancos y las grandes corporaciones y se disparan los valores de esos valores o acciones.

Enrique Covarrubias, director de Estrategia de Inversión y Economía de Grupo Financiero Actinver, sostiene que los bancos centrales son muy poderosos y que lo que hemos visto en los últimos diez años es la mayor inyección de liquidez en la historia moderna; y Guillermo Barba, analista independiente de la Nueva Escuela Austriaca de Economía, asegura que “el dólar podrá ser una divisa condenada por su carga de deuda en el largo plazo, pero sigue siendo la moneda reserva mundial por excelencia” (no queda claro en qué consiste para Barba el “largo plazo”) y, sin extendernos en que estos economistas, que conocen bien la situación, que la describen correctamente, no ven la crisis que se acumula, consideran que los efectos de las acciones de los bancos centrales sí son positivas ya que “ayudan a la economía y a los mercados a recuperarse”. No dejan de señalar, no obstante, con acierto que “no hay seguro financiero superior al oro físico”.

En efecto, saliendo de una crisis terrible y todo, los valores de mercado de los principales bancos del mundo saltaron de manera impresionante: Bank of America, 2007: 183 mil 107.2, 2018: 301 mil 45.8 millones de dólares (mdd); Citigroup, 2007: 147 mil 40.5, 2018: 176 mil 539.9 mdd; J. P. Morgan Chase, 2007: 146 mil 986.3, 2018: 381 mil 527.6 mdd; Wells Fargo, 2007: 99 mil 525.9, 2018: 264 mil 887.5 mdd; Goldman Sachs, 2007: 99 mil 295, 2018: 89 mil 541.4 mdd; Wachovia, 2007, 74 mil 538.8 mdd, 2018 (vendido a Wells Fargo); Morgan Stanley, 2007, 55 mil 687.6, 2018, 83 mil 261.4 mdd; Merry Lynch, 2007, 49 mil 717.2 mdd, 2018 (vendido a Bank of America). Y eso que se han estado recuperando de la crisis. Claro, gracias a cantidades fabulosas de dinero inyectadas por los bancos centrales, principalmente la Reserva Federal de Estados Unidos.

En lo que respecta a los acreditados, también, consecuentemente, sufrieron gigantescos incrementos a sus obligaciones. Cabe decir que la deuda pública de Estados Unidos saltó de nueve mil 238 miles de mdd en enero de 2008, a 21 mil 458 miles de mdd en agosto de 2018. En México no cantamos mal las rancheras y la deuda pública es ya el 46.3 por ciento del producto interno bruto; manejable, se dice, pero inmensa; y este año, antes de cualquier discusión acerca de cualquier proyecto con el nuevo Presupuesto de Egresos de la Federación (PEF), habrá que apartar el 12 por ciento para pagos de capital y servicio de la deuda pública. El capital mundial ganando intereses. ¿Y Michoacán? ¿Se ha escapado de la tendencia mundial? ¿Aquí no se han recortado los ingresos limpios, buenos y no nos hemos recargado en dinero prestado? Claro que sí. Estamos entre las diez primeras entidades más endeudadas del país, la deuda creció entre 2002 y 2017, 137 veces, llega ya a 21 mil cinco millones de pesos, se calcula que la deuda pública seguirá siendo un problema grave hasta el año de 2034, si bien nos va, hasta cuando un bebé nacido ayer haya cumplido 16 años, en una palabra, gracias a los efectos del capital financiero, ávido de ser prestado y ganar intereses, cada michoacano adeuda ya cuatro mil 499 pesos anuales. Más lo que se acumule esta semana.


Escrito por Omar Carreón Abud

Ingeniero Agrónomo por la Universidad Autónoma Chapingo y luchador social. Autor del libro "Reivindicar la verdad".


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