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Poesía
Stephen Spender
Su obra está vinculada a la década de 1930.


Nació el 28 de febrero de 1909, en Londres, Reino Unido. Su obra está vinculada a la década de 1930: gran parte de su mejor poesía se escribió durante esta década, y otras obras importantes, como su autobiografía World Within World (1951), su novela The Temple (1988) y algunos volúmenes de crítica se publicaron en una época de guerra a través de la propaganda. Hijo de un periodista, asistió a la misma escuela pública en Norfolk que W. H. Auden, dos años mayor que él; ambos se reencontraron en Oxford, formando parte de un grupo de poetas de izquierda que también incluía a Louis MacNeice y Cecil Day-Lewis, una asociación que dio origen al apodo colectivo de “McSpaunday”, aunque nunca constituyeron un movimiento en sentido formal. Sus primeros volúmenes de poesía reflejan su compromiso con la causa socialista, en particular Poemas (1933) y Viena (1934); sus poemas de protesta social eran personales y humanistas en un tono cuestionador, inseguro de cómo “acoplar la poesía con los eventos externos o con sus propios sentimientos” (Alan Brownjohn). La otra vertiente principal de su obra eran poemas en alabanza del progreso tecnológico, como The Pylons, escrito como un desafío deliberado a los temas rurales predominantes de la poesía inglesa.

Durante la posguerra vivió como un hombre de letras internacional. Asistió a simposios intelectuales para discutir temas como la libertad de expresión, se convirtió en consejero de la UNESCO y en 1953 fue invitado por el Congreso para la Libertad Cultural en Estados Unidos (EE. UU.) para editar la revista Encounter. Sin embargo, renunció cuando se reveló que la CIA estaba financiando parcialmente la revista. Enseñó inglés en muchas instituciones, tanto en EE. UU. como en Reino Unido. Su compromiso con la libertad artística se mantuvo firme: en 1972 fundó Index on Censorship, una organización que hacía campaña en nombre de los escritores oprimidos. 

 

Cuando me siento a mirar…

Cuando me siento a mirar por la ventana,

perdiendo el tiempo que el tráfico no pierde,

ni ninguno de los peatones que en la calle

ganan tiempo al tiempo mientras avanzan,

midiendo los segundos con sus pies,

cabalgando en sus mentes la crestada multitud

sobre caballos blancos de días que pasan,

entonces pienso en ti, James, frente a otra ventana,

con tus gruesas manos relajadas y tu mirada azul

invadida por una sensación de vacío,

sorprendido como si una ráfaga de aire

hubiera soplado entre las hendiduras

de tu mente y tu cabello,

dejando en tu ceño fruncido una confusa desesperanza.

Pero últimamente he aprendido que los espacios

y la soledad intemporal

de lugares estériles y desperdiciados,

el desierto, la habitación desordenada y la hora

entre la vigilia y el sueño

son ventanas abiertas a la energía

donde más nos convertimos en lo que somos,

cuando la mirada y el oído conscientes

se separan de lo que ven y escuchan

y en lo profundo de la negrura vacía y silenciosa

florecen melodías e imágenes con vida.

Hacer nada y todo…

Hacer nada y todo es una droga,

mi pluma es una amarga raíz de olvido, mis pensamientos

obligan al día a cubrir con imágenes el abismo de la espera.

Luego las comidas interrumpen y pregunto: ¿qué,

qué estoy esperando?

¿Que de mi soledad brote

un tallo ascético de nueva energía?

¿O que ella entre en la habitación

con su vestido rojo y bese mis ojos hasta el júbilo

murmurando “te amo como tú amas”?

Desde hace un año he inhalado mentiras

al imaginar que mi vida era la mitad de una vida, correspondida

con la viva necesidad de otra.

Pero ahora esa mitad se ha disipado y me levanto con mi cuerpo

partido por el relámpago.

¿Cómo es posible creer que lo que me

divide no la desposee a ella también?

¿Que en algún lugar no está ella esperando dulce, tristemente,

en una orilla también desolada,

sintiendo la misma pérdida que yo,

consciente de la misma cura?

¡Ah, pero hay trenes, correos!

Entonces estos días de hierro me muestran

cuánto tiempo he estado equivocado, al parecer,

y cómo sigo tragando la verdad

–que he perdido para siempre a la que amo–

gritando por un instante, para luego volver otra vez

a mi droga de amargos días y sueños.

Lo que yo esperaba…

Lo que yo esperaba era

el trueno, la pelea,

largas batallas con hombres

y el ascenso.

Tras el continuo esfuerzo

debía volverme fuerte;

luego las rocas temblarían

y yo descansaría un largo tiempo.

Lo que no había previsto

era el paulatino día

debilitando la voluntad,

destilando el brillo,

la falta de bondad para tocar,

la dilución del cuerpo y el alma

–el humo frente al viento,

corrupto, insustancial.

El desgaste del Tiempo

y ver pasar a lisiados

con raras torceduras en sus piernas

en forma de preguntas,

la aflicción que pulveriza

derritiendo los huesos con piedad,

los enfermos cayendo de la tierra:

todo esto, no lo pude prever.

Siempre a la espera de

cierto resplandor en que confiar,

de cierta inocencia final

exenta de polvo

que, colgando con solidez,

oscilaría a través de todo,

como el poema creado

o el cristal poliédrico.

Pensamientos durante un ataque aéreo

Por supuesto, todo está en colocarme

fuera del alcance normal

de las llamadas estadísticas. Matan a cien

en los barrios periféricos. Bien, bien, yo continúo.

Mientras que el gran “Yo” se mantenga sobre esta

recia cama que más parece un coche fúnebre,

en un cuarto de hotel con papel de flores en las paredes

que termina en guirnaldas, puedo pasar por alto

la presión de esos nombres bajo mis dedos

duros y negros mientras rozo el papel;

gime la radio al fondo de la sala.

Pero, ¿y si una bomba sumergiera el hocico

a través de esta cama en la que estoy?

El pensamiento es obsceno.

Con ello y todo hay muchos

para quienes mi muerte sería tan solo un nombre;

una cifra en una columna. Lo esencial es que todos

los “Yo” permanezcamos aparte,

guardados bajo flores, y que no sufra nadie

por su vecino. Entonces el horror se pospone

para cada uno sólo hasta que llega a él

y lo arrastra hacia esa pena no comunicable

que es misterio total o nada.


Escrito por Redacción


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