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En la actualidad existen infinidad de clubes deportivos de todo tipo, los cuales se encargan de desarrollar las capacidades físicas a través del deporte, buscando de manera desesperada el éxito deportivo, dejando de lado la formación integral de los deportistas, olvidando inculcar valores dentro de la competencia y para la vida cotidiana.
Vivimos una época que profesa un culto exagerado al winner, el concepto de ganar o ganar. Dejando de lado la educación del deportista, el deporte triunfa en una sociedad altamente competitiva. Inmersos en un sistema capitalista que nos impele a ser productivos, la competitividad se ha impuesto como un patrón imperante del éxito. Por este motivo, son muchos los que hacen de la voluntad de triunfar el motor de su vida.
La competitividad surge desde los inicios del hombre, es un concepto inherente a nuestra especie, desde sus inicios el hombre vivió en un mundo lleno de peligros, desarrollando habilidades de algunos deportes hoy forman parte de nuestra vida cotidiana como correr, caminar, saltar, lanzar, nadar e incluso pelear. Sin embargo, y puesto que los humanos somos mucho más que biología, podemos indagar hasta qué punto la competitividad es exclusivamente un impulso natural. Sociólogos, psicólogos y antropólogos explican que también se trata de una tendencia sociocultural, pues conocemos sociedades para las que el elemento competitivo es secundario.
Este último no es nuestro caso. Pues la competencia se ha convertido en la noción fundamental del sistema económico en el que estamos inmersos. De hecho, la competitividad es una idea-fuerza de los medios empresariales, políticos y socioeconómicos. Entendemos por competitividad la capacidad de una organización de mantener sistemáticamente ventajas comparativas que le permitan alcanzar, sostener y mejorar una determinada posición en el entorno socioeconómico. Se trata de un valor que ostenta una hegemonía cultural importante y es considerado la condición indispensable para que haya progreso social y prosperidad económica. Hemos convertido al deportista profesional en el gran modelo de una sociedad que tiene entre sus aspiraciones el “cuanto más, mejor”.
Deportistas que han sido educados por el sistema capitalista, en el ámbito deportivo rinden culto al éxito, condenando al olvido a todos aquellos que no lo obtienen. Siendo los primeros lugares la preocupaciónen en este sistema de producción, pues serán el motor que generará ganancias para empresarios, políticos y economistas, quienes lo único que buscan es que el deportista se convierta en una mercancía para venderla al mejor postor. Precisamente porque existe esta inclinación por el éxito, muchos deportistas no descubren que el sistema actual los usa, pues ven el deporte de una manera económica buscando el éxito sin importar los medios o a quién atropellen en el camino.
Abundan los deportistas obsesionados por ganar; son los mismos que creen que su vida se ha malogrado porque no han sido los mejores. Incluso se habla de exitismo para referirse a la tiranía del éxito. Los mismos que viven obsesionados por el reconocimiento ajeno y que no saben apreciar el valor de la autorrealización personal, pero cometen el error de valorar el éxito en términos materiales, de bienes, dinero o poder.
Está claro que el sistema capitalista destruye a los jóvenes deportistas, pues inculca la competencia desesperada por ganar, para generar “riquezas”, aunque la competición permanente y neurótica sea un elemento moralmente reprobable. Cortina declaraba que el sentido de la educación no puede consistir únicamente en formar personas competitivas, sino en educar ciudadanos justos, buenos profesionales y capaces de proponerse metas que los hagan felices. Dicho de otro modo, en vez de educar sólo en valores economicistas, deberíamos educar a los jóvenes como buenos ciudadanos. La visión capitalista basada en la obtención de la máxima ganancia posible está totalmente equivocada.
El espíritu deportivo se sustenta en principios morales. Comporta los valores que orientan las actitudes y comportamientos de los deportistas. El desarrollo de los valores en los centros de formación deportiva es indispensable para la formación de jugadores capaces de llevar a cabo un tipo de juego limpio, cambiando la manera en la que actualmente se ve el deporte.
El juego limpio es una forma de ser basada en el respeto a sí mismo y que implica:
Honestidad, lealtad, actitud firme y digna ante un comportamiento desleal; respeto al compañero; respeto al adversario, vencedor o vencido, con la conciencia de que es el compañero indispensable al que nos une la camaradería deportiva; respeto al árbitro y respeto positivo, expresado por un constante esfuerzo de colaboración con él.
Busquemos desarrollar en la competencia deportiva el ideal del progreso en la búsqueda de la excelencia.
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Escrito por Gilberto Román .
Invitado