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México ha cambiado drásticamente en los últimos años; la creciente pobreza y los males sociales acarreados por ésta hacen crecer el hartazgo social. Por ello, un importante porcentaje de mexicanos volcó sus esperanzas en el partido Movimiento Regeneración Nacional (Morena) que aprovechó la inconformidad por las erróneas políticas de los partidos Revolucionario Institucional (PRI) y Acción Nacional (PAN). Hoy, nuestra precaria situación económica, agudizada por la crisis sanitaria, nos dice que Morena no era la solución.
La llegada de Morena al poder demuestra que la inconformidad no es consciente, y que muchos mexicanos aún no comprenden la causa de los problemas. Los grupos de poder y el gobierno enajenaron a la población para evitar que participe en la solución de sus males económicos y sociales. Por eso es urgente entender la razón de la bancarrota del actual sistema político.
Para su organización y funcionamiento, la sociedad cuenta con instituciones que se reparten territorialmente las tareas públicas, con una estructura gubernamental integrada por funcionarios que conforman una junta que administra el poder y que no es más que el Estado. ¿Y qué es el Estado?
En su obra El origen de la familia, la propiedad privada y el Estado, Federico Engels describe el tránsito de la sociedad antigua, basada en gens o clanes, hasta el capitalismo. “El Estado –expone– es un producto de la sociedad cuando ha llegado a un grado de desarrollo determinado; es la confesión de que esa sociedad se ha enredado en una irremediable contradicción consigo misma y está dividida por antagonismos irreconciliables… como el Estado nació de la necesidad de refrenar los antagonismos de clase y como, al mismo tiempo, nació en medio del conflicto de esas clases, es, por regla general, el Estado de la clase más poderosa, de la clase económicamente dominante, que con ayuda de él, se convierte también en clase políticamente dominante… así el Estado antiguo era, ante todo, el Estado de los esclavistas para tener sometidos a los esclavos; el Estado feudal era el órgano del que se valía la nobleza para mantener sujetos a los campesinos siervos, y el modelo de Estado representativo es el instrumento de que se sirve el capital para explotar el trabajo asalariado”.
De esta apretada síntesis podemos concluir que el Estado representa una fuerza de la sociedad –expresada en el gobierno– que en todas las etapas de la historia en que ha predominado la división en clases se ha integrado con las clases ricas y poderosas para mantener sometidas y controladas a las pobres.
La clase dominante puso el Estado mexicano en manos de Morena, aunque fuera incapaz de gobernar, porque aseguraba la continuidad del modelo neoliberal, que ha permitido a la clase política enriquecerse a cambio de gobernar a favor de los señores del dinero, eliminando paulatinamente los derechos de la clase trabajadora para explotarla a placer. Los excesos de los viejos partidos provocaron el hartazgo social; ante su bancarrota, la clase empresarial decidió apostarle a Morena; si bien el discurso anticorrupción de AMLO atrajo el apoyo de las masas, las clase empresarial conocía bien su trayectoria y sabía que, siendo un demagogo y no un revolucionario, no significaba ningún peligro para ellos, sino el afianzamiento de su poder y el control sobre la inconformidad social; por eso, a su arribo a la Presidencia, los medios se encargaron de cultivar su imagen de “salvador del pueblo pobre”.
La ceguera política de las clases pudientes, provocada por su insaciable hambre de riquezas, les hizo apoyar a Morena, formado por tránsfugas de todos los partidos que, una vez en el poder y ensoberbecidos, han desatado una feroz guerra contra sus oponentes. AMLO está rodeado de aduladores, no de especialistas en administración pública; así se explica el desmantelamiento de instituciones y programas funcionales para promover proyectos armados al vapor y la cancelación de millonarios proyectos de inversión nacionales y extranjeros, causando graves trastornos sociales y económicos. Hoy, casi todos los grupos poderosos han roto con AMLO y su gobierno, sus dirigentes se preparan a revivir a los viejos partidos o a formar otros con los políticos de siempre para sacar a Morena del poder.
Los pobres debemos entender que presenciamos una lucha entre los poderosos por recomponer la situación caótica que afecta sus intereses, no para mejorar la situación en que vivimos. Sin embargo, ésta es una invaluable oportunidad para conocer cómo funciona nuestro sistema político y para entender que no puede haber una transformación en favor del pueblo si éste no participa activamente en ella y que esta participación no consiste en aplaudir y esperar sentados los beneficios. Ha llegado el momento de formar el partido de la clase trabajadora, de instaurar un Estado donde se disminuyan los profundos sufrimientos de los más desvalidos y se promueva, a la vez, el verdadero desarrollo del capital de manera generalizada en nuestro país, reforzando el mercado interno, en cuyo ámbito se generará desarrollo para todos los sectores sociales. Los éxitos de China y Rusia demuestran que es posible.
La gran velada en defensa del Poder Judicial inició a las 18 horas.
A pesar del agotamiento de la autognosis del mexicano, el nacionalismo contemporáneo replica en los discursos más alineados al status quo que surgieron bajo la doctrina de la mexicanidad.
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El presidente Andrés Manuel López Obrador aceptó la renuncia de Josefa González Blanco como Semarnat
García fue cuestionado sobre si la decisión obedece a los resultados electorales en los estados, lo que negó.
La clase trabajadora se enfrenta a una disyuntiva: contagiarse de Covid-19 o perder su fuente de subsistencia. Más de 31 millones de mexicanos laboran en la informalidad y solo 26.5 millones cuentan con un empleo formal.
El déficit alcanzará el 5.9 por ciento del PIB, superando con ello al registrado con Peña Nieto, su precedente más cercano.
Lo que estamos presenciando en México durante este periodo electoral es la historia de siempre, solo que enriquecida con las experiencias electorales de 2018, con la campaña de promesas de apoyo con programas sociales.
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Escrito por Dimas Romero González
articulista