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China fue la economía más grande del mundo hasta el Siglo XIX, aportando una cuarta parte del Producto Interno Bruto (PIB) global entre 1500 y 1820. No sólo eso. Al menos desde los siglos X al XV, el PIB per cápita de China fue el más alto de todo el mundo; paralelamente, su desarrollo tecnológico superaba al de cualquier otra economía. Los europeos que visitaron China en ese periodo volvían maravillados. Esto cambió drásticamente en el Siglo XIX, cuando las potencias capitalistas europeas ya se habían desarrollado y China se rezagó económica, tecnológica y militarmente.
En todos esos siglos, a pesar de su desarrollo económico y tecnológico, en China no surgió ni se desarrolló el capitalismo. En 1842, cuando China perdió la Guerra del Opio y firmó su derrota ante Reino Unido, el país asiático se vio obligado a aceptar la introducción del capitalismo a través de las naves comerciales y los buques militares británicos. En los siguientes 50 años, las nuevas relaciones capitalistas se introdujeron lentamente y sólo en pocas ciudades portuarias chinas, mientras la práctica totalidad del país seguía rigiéndose con la dinámica de la economía tradicional.
En 1912, Lenin señaló que China era todavía un país predominantemente feudal. Más tarde, cuando los comunistas chinos se preparaban para tomar el poder, Mao caracterizó a la sociedad china como semi-feudal y semi-colonial. Hasta el triunfo de la Revolución, en 1949, China seguía sin ser una economía predominantemente capitalista. Había ya un proletariado incipiente en las ciudades más grandes, como Beijing y Shanghái, pero el grueso de la clase trabajadora eran campesinos. De hecho, el contingente revolucionario que llevó a los comunistas al poder estaba formado mayoritariamente por campesinos y no por obreros, lo que nunca gustó al Partido Comunista de la Unión Soviética.
Entre 1949 y 1976, el Partido Comunista de China planteó un desarrollo económico no capitalista, inspirado en la planificación de la Unión Soviética y en sus propias condiciones locales. En esas décadas, el capitalismo no se desarrolló en China. Después, a partir de 1978, el Partido dio un viraje en la vía de desarrollo que el país debía seguir. El nuevo planteamiento sostenía que debían adoptarse relaciones de tipo capitalista (empleo asalariado y propiedad privada de los medios de producción) para desarrollar económica y tecnológicamente al país, pero salvaguardando el poder político para el Partido. ¿Cuándo puede decirse que finalmente se generalizaron las relaciones de tipo capitalista en China? Alrededor de la década de 1990, cuando las reformas de Deng habían terminado de desmontar el sistema maoísta.
Sin embargo, en los documentos oficiales no se habla de mecanismos capitalistas, sino de economía de mercado. Tampoco se habla de capitalismo con características chinas, sino de socialismo con características chinas. El nombre oficial del modelo económico chino es “economía socialista de mercado”. En las últimas décadas, el Partido se ha esforzado por hacer del “socialismo de mercado” más que un oxímoron, por controlar esa contradicción en los términos para volverla un motor de desarrollo. ¿Cuánto lo ha conseguido? Al menos puede decirse que, en términos económicos, ha logrado desarrollar las fuerzas productivas, y en términos políticos, ha evitado la formación de una clase burguesa políticamente cohesionada.
El sistema chino no acaba de encajar en los parámetros de un capitalismo más, pero tampoco en los de un socialismo clásico. ¿Por qué es posible la existencia de una combinación tan bizarra? Algunas hipótesis se anclan en la economía china tradicional. En ese sistema, el poder político centralizado del emperador mantenía una vigilancia permanente sobre la protoburguesía comercial e industrial que ya existía en China desde algunos siglos antes de nuestra era. Eso evitó que el poder cayera en manos de esa clase social, lo cual frustró el desarrollo del capitalismo en China. Esta situación se prolongó durante todo el periodo imperial y continuó hasta 1949.
Desde esta perspectiva, el control que actualmente ejerce el Partido sobre la burguesía china sólo sería posible gracias a que el Partido se encuentra montado sobre la milenaria dominación que el poder central chino ha ejercido sobre las clases acaudaladas. Es el Partido quien desarrolla capitalistamente al país, pero conduciendo este desarrollo por una senda socialista que se plantea como meta final la construcción del comunismo. Una formulación tan confusa como la realidad.
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Escrito por Carlos Ehécatl
Maestro en Estudios de Asia y África, especialidad en China, por El Colegio de México.