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Expertos en economía, instituciones oficiales y agencias económicas internacionales, como las llamadas “calificadoras”, coinciden actualmente en que la economía de México padece una “desaceleración”; y entre ellos no falta quien anuncia la llegada de una “recesión”.
Salen a relucir los términos inventados por los economistas “modernos” para referirse a la crisis económica, viejo fenómeno (tan viejo como la sociedad capitalista) que se presenta periódicamente desde los primeros tiempos de este modo de producción y no ha dejado de hacer acto de presencia hasta hoy en la fase superior, el imperialismo, y en la economía globalizada, aunque parezca asumir nuevas características. A mediados del siglo XIX, Carlos Marx explicó a profundidad el fenómeno de las crisis y sus causas, así como su inevitabilidad; sus investigaciones no dejan de influir a los economistas de hoy, aunque éstos no lo confiesen, las miren solamente de reojo y las utilicen vergonzantemente.
Conceptos como “desaceleración”, “recesión”, etc., se emplean para no referirse a la depresión como una fase del ciclo económico, que precede a otra, que es la crisis económica, rebautizada como “recesión”, a la que no dejan de llamar “catástrofe”. Con todo, estos teóricos se resisten a reconocer que la crisis económica es un fenómeno inevitable, que obedece una de las leyes inherentes al capitalismo, ligada necesariamente, por una relación de causa-efecto, a otros fenómenos: a la producción anárquica y al afán de lucro de una clase social que explota a la mayoría de los miembros de la sociedad.
A pesar de su actitud vergonzante, la experiencia ha enseñado a los economistas burgueses a conocer los síntomas del fenómeno, las primeras manifestaciones de su llegada, los primeros indicios de cada una de sus fases, su repetición periódica, aprovechando así la contribución del marxismo a la ciencia económica. Los estudiosos del problema utilizan indicadores que a veces son artificiosos; pero algunos reflejan la realidad, como el PIB, quizás el indicador más importante para medir la riqueza producida anualmente por un país y la tendencia de esta producción, así como lo que se espera en el plazo inmediato; en general, los expertos tratan de alertar a sus gobiernos sobre los aspectos erróneos de su política económica.
Pero los gobiernos no siempre están dispuestos a escuchar y seguir las recomendaciones de expertos y de organismos nacionales e internacionales, estudiosos de la realidad económica y libres de toda sospecha de actuar contra los intereses de la clase dominante en el mundo. Éste es el caso de México, donde todas las recomendaciones y voces de alerta acerca de una inminente recesión se han estrellado con una visión optimista, que desde la Presidencia rechaza cualquier análisis o pronóstico que no coincida plenamente con su particular concepción de la realidad nacional.
De los pronósticos e indicadores, que hablan de la “desaceleración” que vive México y de la posible “recesión” que se aproxima habla esta semana nuestro reporte especial.
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Escrito por Redacción