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Del triángulo al sistema multipolar
En las siguientes décadas, la alianza entre Rusia y China no ha hecho más que fortalecerse, como lo muestran las excelentes relaciones entre Vladimir Putin y Xi Jinping. Hoy la hegemonía de EE. UU. está en declive.
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La Guerra Fría es entendida como una confrontación mundial entre dos grandes bloques, capitalismo y socialismo, que comenzó en 1945, al terminar la Segunda Guerra Mundial, y finalizó en 1991, con el hundimiento de la Unión Soviética. Sin embargo, al estudiar con mayor detalle ese fenómeno histórico, aparecen relaciones más complejas entre los dos bloques antagónicos y al interior de cada uno de ellos. Dentro del bloque capitalista, por ejemplo, el presidente de Francia, Charles de Gaulle (1959-1969), actuó en contra de los intereses estratégicos de Estados Unidos (EE. UU.) en dos ocasiones: al romper el boicot diplomático contra Beijing y reconocer a la República Popular China en fecha tan temprana como 1964 (EE. UU. solo dejó de reconocer a Taipéi y reconoció a Beijing hasta 1979); y al retirar a Francia de la estructura militar de la OTAN, en 1966 y ordenar que todo el personal militar extranjero abandonara el país.

Dentro del bloque socialista, eventos como la ocupación militar soviética de Hungría en 1956, o la guerra entre los países socialistas Camboya y Vietnam (1977-1991) demuestran la complejidad de las relaciones internacionales a pesar de compartir, en general, un mismo sistema económico, político y social. La mayor fractura dentro del bloque socialista tuvo lugar en 1969, cuando la Unión Soviética y China protagonizaron un enfrentamiento armado en su frontera. El conflicto militar no escaló más, pero las relaciones sino-soviéticas alcanzaron el nivel más bajo de su historia y se terminó completamente la cooperación política, militar y económica.

La separación entre la Unión Soviética y China, por un lado, y el interés de EE. UU. en establecer una alianza estratégica con alguno de los dos países socialistas, por el otro, dio origen al triángulo Washington-Moscú-Beijing, como lo llamaron los estudiosos de las Relaciones Internacionales. EE. UU. quería aprovechar la ruptura sino-soviética para aliarse con uno, luchar contra el otro y ponerle fin a la Guerra Fría con el triunfo del capitalismo. La Unión Soviética quería establecer una alianza con EE. UU. para garantizar sus intereses estratégicos globales y para construir una relación lo más tersa posible entre las dos potencias. China quería establecer una alianza con EE. UU. para defenderse mejor de las amenazas de la Unión Soviética y para impulsar su propio desarrollo económico. Al final, el triángulo se resolvió con la alianza entre EE. UU. y China, y desapareció con el hundimiento de la Unión Soviética.

El fin de la Guerra Fría significó una reconfiguración del sistema internacional. Hasta 1991, el sistema había sido bipolar, pero al ser eliminado uno de sus polos adquirió un carácter unipolar. Ahora EE. UU. era la superpotencia única y eso modificó las percepciones estratégicas de China y Rusia. China observó las capacidades de las fuerzas armadas estadounidenses en la Guerra del Golfo (1990-1991), las cuales, comparadas con las chinas, eran muy superiores, pues el país todavía no contaba con los recursos suficientes para modernizar sus fuerzas armadas. Los temores del liderazgo se vieron confirmados cuando, en 1999, aviones estadounidenses bombardearon la embajada china en Belgrado, sin que China pudiera responder adecuadamente.

Rusia, por su parte, observó que la OTAN no solo no desapareció al hundirse la Unión Soviética, sino que siguió ampliándose hacia las fronteras rusas, lo cual amenazaba directamente la seguridad del país. La invasión de la OTAN a Yugoslavia y el desmembramiento de ese país fueron interpretados por Rusia como una advertencia de lo que podía pasar con ella, pues, aunque era una potencia nuclear, sus críticas condiciones económicas, políticas y sociales la habían debilitado.

En ese contexto, Rusia y China formaron una nueva alianza que las protegiera de la hegemonía de EE. UU. El documento que consolidó esta relación es la “Declaración conjunta ruso-china sobre un mundo multipolar y la creación de un nuevo orden internacional”, adoptada en Moscú el 23 de abril de 1997, por el presidente de Rusia, Boris Yeltsin, y el presidente de China, Jiang Zemin. El documento fue presentado a la Asamblea General de la ONU en mayo del mismo año.

En las siguientes décadas, la alianza entre Rusia y China sobre la base de esa declaración no ha hecho más que fortalecerse, como lo muestran las excelentes relaciones entre Vladimir Putin y Xi Jinping. Hoy el sistema unipolar ha desaparecido y la hegemonía de EE. UU. está en declive, pero el sistema multipolar todavía no alcanza su fase desarrollada. La posición de los países del Sur Global, entre ellos México, puede contribuir decisivamente a acelerar este proceso.


Escrito por Carlos Ehécatl

Maestro en Estudios de Asia y África, especialidad en China, por El Colegio de México.


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