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Mosaico cultural
Alucarda: religión, capital y salvación
Hay personajes de horror que buscan la vida placentera y cómoda a costa de la vida de otros


Alucarda, la hija de las tinieblas es una película mexicana de terror dirigida por Juan López Moctezuma (1977). Está ambientada en un convento que también es orfanato: un fenómeno completamente religioso. Entre Alucarda (Tina Romero), quien ha vivido en el orfanato y Justine (Susana Kamini), que acaba de llegar, se crea una amistad hasta que, en un paseo fuera del convento, en las periferias de la Ciudad de México, abren un ataúd luego de encontrarse a unos gitanos.

Después de este suceso ocurren posesiones, exorcismos, asesinatos y actos desenfrenados de sexo. Con esto, López Moctezuma eleva y empareja al cine mexicano con las cinematografías más oscuras y aclamadas, pues Alucarda fue considerada tan poderosa como The Devils, de Ken Russell (1971), que había sido evaluada como la película más escandalosa del mundo y, por eso mismo, una de las más censuradas.

Las escenas violentas, con influencia de la pintura de Caravaggio, dejan ver la corrupción del cuerpo; es una cinta más simbólica que narrativa; la plástica define bien a cada uno de sus personajes, incluido el diablo. Este personaje está en todo momento con las huérfanas: en los rezos, en los sermones y en sus lecciones; el diablo es el mal, un mal bastante natural que influye en ellas y es una respuesta a toda la represión y sojuzgamiento de la Iglesia.

Alucarda muestra la afición de López Moctezuma por los vampiros y este nombre es la versión femenina de Drácula. En este filme, como en las películas de vampiros, hay una búsqueda de sangre y la narración representa la configuración social del cuerpo.

Es importante señalar que existe una analogía entre los vampiros, seres terroríficos, y el dominio del capital.

Religión, capital y vampiros, por ejemplo, son ideas a las que acude Marx para explicar la dinámica del fetichismo. Hay personajes de horror que buscan la vida placentera y cómoda a costa de la vida de otros. Es, como asevera Terry Eagleton, una aristocracia “decadente” en busca de la consanguinidad, o de los flujos del capitalismo monopólico.

El movimiento del capital es representado fielmente por el cine de terror. Alucarda es un buen ejemplo de que el suspenso es causado por la generación de fantasías futuras propias, individuales y consumistas. En varias ocasiones, la cámara se encuentra detrás del espectador, eso da tiempo para que podamos imaginar, para que tengamos tiempo de proyectar todos los espectros que nos aguardan. Cada quien genera espectros diferentes y lidia con ellos, cada quien, experto en la disciplina del consumo, opta por sus mercancías y sus luchas.

Cada espectro nos ciega y nos convierte en monstruos. En el prólogo a la primera edición de El capital, Marx dice: “Perseo se cubría con un yelmo de niebla para perseguir a los monstruos. Nosotros nos encasquetamos el yelmo de niebla, cubriéndonos ojos y oídos para poder negar la existencia de los monstruos”. Cada yelmo es un espectro que no nos deja ver el terror de nuestro entorno, pero puede llegar a ser un mecanismo de defensa y de lucha contra los males del sistema, si se usa adecuadamente. No fue así con el denominado poeta maldito, Juan López Moctezuma, consumido por la terrible pobreza, en una clínica, sometido a electrochoques, víctima de la locura causada por las imágenes de horror que creó y que percibió. Nos queda pendiente concretar el ideal de López Moctezuma al decir que el cine es un instrumento mágico que, como el arte en general, es una forma de construir nuevos mundos. Construyamos una nueva realidad combatiendo el terror cotidiano. 


Escrito por Betzy Bravo García

Investigadora del Centro Mexicano de Estudios Económicos y Sociales. Ganadora del Segundo Certamen Internacional de Ensayo Filosófico. Investiga la ontología marxista, la política educativa actual y el marxismo en el México contemporáneo.


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