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Una economía enferma, agraviada por nuevos contagios
Crece la desigualdad, frenando el consumo y generando inestabilidad política y delincuencia. Amenaza la inflación.Oficialmente esperada en tres por ciento para este año.
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Este lunes, el peso sufrió la peor jornada desde 2016; perdió cinco por ciento frente al dólar, respecto al viernes. Pero esto no empezó ahí: desde el pasado martes perdió nueve por ciento, y durante el año, 12.3 por ciento. La Bolsa Mexicana cayó 6.23 por ciento. En la lógica gubernamental se pretende atribuir el problema a factores exógenos, pero las debilidades son intrínsecas. Los shocks externos vienen solo a detonar o agravar las contradicciones internas, verdaderos determinantes. Petróleos Mexicanos (Pemex) acumula una deuda de 106 mil millones de dólares; el año pasado sufrió pérdidas por 34 mil 973 millones de dólares, casi el doble que en el anterior; la producción cayó, de 1.8 a 1.6 millones de barriles diarios (para éste, Hacienda espera un promedio de 1.9). Ahora, para colmo, se desploma el precio, con riesgo de caída en la calificación crediticia de Pemex, ubicada por Fitch en “grado especulativo”, penúltimo escalón antes del sótano. Las otras calificadoras le otorgan, todavía, el grado de inversión.

Decía Sun Tzu: “Estrategia sin táctica es el más lento camino hacia la victoria. Las tácticas sin estrategia son el ruido antes de la derrota”, y eso vemos con la “Cuarta Transformación” (4T). El panorama económico es preocupante, y el Gobierno sigue empeñado en cometer despropósitos: cancelación del aeropuerto; extinción de dominio, que amenaza a los derechos de propiedad; inversiones condenadas al fracaso; presupuesto asistencialista-electoral sin impacto productivo; el programa Sembrando Vida que fracasó, pues solo alcanzó 13 por ciento de sus objetivos; se retiraron apoyos al sector agrícola (programa de comercialización), el que relativamente aportó más al Producto Interno Bruto (PIB); las compras consolidadas (la SHCP compra todo), remedio contra la corrupción, fracasaron en medio de choques con empresas proveedoras, un exasperante retraso y un bestial encarecimiento. El tiro por la culata. Absolutizando la corrupción como problema central, se la antepone a todo criterio de eficiencia, provocando un criminal desabasto de medicinas y brote de enfermedades. En el ejercicio fiscal 2019 cayó la recaudación de impuestos y también los ingresos petroleros; solución: más deuda. Para resarcirse, el gobierno gastó más de la mitad del Fondo de Estabilización de los Ingresos Presupuestarios (FEIP); para finales de 2020 quedará solo el 42.5 por ciento, pues planean tomar todavía más. Se otorga 80 por ciento de los contratos de obras y servicios por adjudicación directa, sin licitación pública, ¡para combatir la corrupción! según la Ley de Adquisiciones, debieran ser excepciones.

Se agrava la incertidumbre para la inversión. Dice Claudia Jañez, presidenta del Consejo Ejecutivo de Empresas Globales: “Las empresas globales que operamos en México hemos visto con profunda preocupación cómo se ha incrementado la percepción de incertidumbre y de hostilidad a la inversión” (El Economista, 15 de enero). La inversión fija bruta cayó 5.2 por ciento, y la inversión física pública, incluido Pemex, 14 por ciento, entre enero y noviembre. Decreció el PIB. Para completar, se construirá la nueva refinería que, como advierten los que saben, agregará... más pérdidas.

Crece la desigualdad, frenando el consumo y generando inestabilidad política y delincuencia. Amenaza la inflación. Oficialmente esperada en tres por ciento para este año, en febrero alcanzó 3.7 por ciento, anualizada. “(Banxico) advirtió que persisten riesgos para la inflación, así como resistencia de los precios subyacentes a disminuir” (Expansión, nueve de marzo). Presume López Obrador un peso fuerte, hasta hoy, mas no dice que para sostenerlo pagamos altísimas tasas de interés, para atraer dólares, aumentar su oferta y evitar que se encarezca. También aportan las remesas, esfuerzo de los emigrados, y el turismo. Pero estos últimos factores hoy peligran por el coronavirus, ante cuya propagación el gobierno se ve desconcertado, sin recursos ni protocolo alguno. Todo esto viene ocurriendo sin crisis externas, hasta el lunes pasado; es más, con crecimiento de dos por ciento en EE. UU.

A esta caótica gestión económica añádase un manejo de la política guiado por fobias, fijaciones y ocurrencias. Altísimos niveles de delincuencia, fruto de una mala estrategia; “... la inseguridad representa un costo fijo extra entre 30 y 40% para la logística de las compañías, que no deberían de tener porque el Estado es el responsable de brindar paz”. (El Economista, 15 de enero). El gobierno de López Obrador exhibe una sensibilidad paquidérmica a sentidísimos problemas sociales, como los feminicidios, y a su vez padece de autismo político: no escucha ni atiende consejos ni advertencias de especialistas. Se entroniza la ineptitud, por aquello de que lo único que importa es la honestidad... La ignorancia de muchos funcionarios es de antología. En una sistemática violación de la ley se avasalla a los otros poderes y a organismos autónomos donde se coloca incondicionales, dando lugar a un poder presidencial omnímodo. Nada para inspirar tranquilidad y confianza. 

Ciertamente, con López Obrador no inició la crisis que hoy vivimos; sería incorrecto afirmarlo: son años de aplicación del modelo neoliberal a una economía atrasada como la nuestra; pero también es real que con pasmosa irresponsabilidad e ignorancia escalofriante, como elefante en tienda de porcelana, la 4T vino a agravarla, y ahora, esto se complica aún más con la situación global.

En este contexto, histórico y actual, aparece el coronavirus con su secuela económica (posible reducción de entre cinco y 15 por ciento en la inversión extranjera global, UNCTAD); y también el conflicto del petróleo. Cayeron las bolsas de valores y el Dow Jones vivió una de sus peores jornadas. El Índice Global de Acciones (MSCI) perdió más de cinco por ciento. El viernes, el precio del petróleo mexicano, que cerró el año pasado en 55.85, cayó a 35.75 –en los Criterios Generales de Política Económica 2020, la SHCP–, espera un precio de 49 dólares.

Ante la tormenta, el Presidente declara: “...hay una caída en los precios del petróleo que nos afecta, que nos depreció el peso, pero pensamos que vamos a recuperarnos porque estoy optimista (...) Tenemos finanzas públicas sanas, tenemos buenas reservas y no hay déficit faltantes en nuestra recaudación de impuestos. En cuanto al crecimiento económico, ya detuvimos la caída en la producción petrolera (...) Decirle a la gente que estamos pendientes y actuando con eficacia” (Expansión). ¡O sancta simplicitas!, dijera Jan Hus. No. No hay bases para sentirnos protegidos y confiados. Hay más motivos de alarma que de optimismo; lamentablemente, nuestros gobernantes no tienen la menor idea de lo que ocurre. Es momento para aplicar correctivos de fondo; urge al país un cambio de rumbo. El pueblo debe poner orden, por su propio bien.

 


Escrito por Abel Pérez Zamorano

Doctor en Economía por la London School of Economics. Profesor-investigador de la Universidad Autónoma Chapingo.


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