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Las relaciones de México con China se remontan a la época de la Colonia. Era muy famosa la Nao de la China, Galeón de Manila, o Galeón de Acapulco como se le llamaba, pues a través de esa ruta marítima se tenía un vínculo comercial con el archipiélago entonces denominado Filipinas, cuyas mercancías y las nuestras llegaban o partían de los puertos del Pacífico: Acapulco, San Blas, etc. Con plata mexicana se acuñaron monedas conocidas como “pesos de ocho”. En diciembre de 1899, China y México establecieron formalmente relaciones diplomáticas después de firmar un Tratado de Amistad, Comercio y Navegación. Cuando triunfó la revolución socialista y se instauró la República Popular China (RPCh) se abrió un paréntesis, si se me permite la expresión. Pero el 17 de noviembre de 1971, México votó por su ingreso a la Organización de las Naciones Unidas (ONU) como representante único de esa nación y con ello reconoció su indivisibilidad territorial, es decir su política de “una sola China”, con lo que se consolidó sin ambages el vínculo. Posteriormente, el 14 de febrero de 1972, México y la RPCh restablecieron sus relaciones y acordaron nombrar embajadores en sus respectivas capitales sobre la base del respeto a la soberanía e integridad territorial de cada país y los principios de no intervención, la coexistencia pacífica y la cooperación para el beneficio mutuo[1].
La relación México-China, que cumplió 50 años en 2021, ha tenido altibajos. Recordemos, por ejemplo, la cancelación de la construcción del tren rápido México-Querétaro y que en el inicio de este gobierno la relación con la RPCh fue un “factor crucial” en las negociaciones del Tratado México-Estados Unidos-Canadá (T-MEC), ya que a pesar de que ninguno de los tres países la abordaron mucho, fue una carta de cambio para su versión final, ya que implicó un apoyo explícito a EE. UU. en su visión geopolítica y relación comercial con China, en tanto Canadá y México logaron mantener lo que habían ganado con el Tratado de Libre Comercio de Norteamérica (TLCAN). Fue con base en esta cesión que los asuntos más controvertidos de la negociación del T-MEC fluyeron más rápido. Esto se hace evidente en el Artículo 32.10, donde se hace referencia a que los países firmantes de éste deben limitar sus relaciones económicas “con un país de economía que no es de mercado”. Este Artículo, que no estaba previsto en las negociaciones iniciales, fue incorporado para aludir a China, cuya economía es “centralmente planificada por el gobierno, en donde existen controles de precios, de producción, entre otras medidas, como inversión gubernamental y participación en empresas por parte del gobierno[2]”, como precisó Nicolás Olea Salgado. Fue así como esta cláusula resultó un golpe contra las relaciones comerciales de México con China lo que, desde mi postura como economista, fue un grave error.
Lo fue porque China se ubica hoy en las posiciones más altas de la economía internacional y porque desarrolla óptimamente sus fuerzas productivas sobre la base de la apertura comercial y las inversiones de capital, lo cual le ha permitido acceder al desarrollo integral de su población. En 1995, el Producto Interno Bruto (PIB) de México y el de China estaban en el mismo nivel, pero el actual PIB chino es 17 veces superior al nuestro. Optamos por la vía de la apertura capitalista y China por la del socialismo de mercado, cuya superioridad es manifiesta. Contrario a todo lo que dice la propaganda mediática de Occidente (EE. UU. y la Unión Europea), en el sentido de que socialismo es equiparable a ineficiencia y pobreza, China es hoy un gran ejemplo para la humanidad porque, además de ser la segunda potencia económica del mundo, gracias a su extraordinaria eficiencia ha erradicado la pobreza extrema de las entrañas mismas de su enorme población: “China cumple con la ONU al sacar de la pobreza a 100 millones de personas en la última década”[3].
Con la guía del marxismo-leninismo, la RPCh ha logrado una hazaña sin precedentes: la construcción del socialismo con características chinas. Es decir, se ha convertido en una potencia económica con base en el incremento de la productividad del trabajo; el desarrollo de la ciencia, la tecnología y la innovación; y la búsqueda de soluciones sencillas pero precisas para impulsar el desarrollo integral de las comunidades rurales y urbanas. Por ello, Elizabet Salazar afirma que “desde 2015 han asignado más de 22 mil millones de yuanes (3.46 mil millones de dólares) que junto con el Ministerio de Industria y Tecnología de la Información… logran la construcción de 60 mil estaciones base 4G en zonas rurales y brindan, soporte a 130 mil pueblos administrativos en la construcción de redes de fibra óptica[4].” Es decir, todas sus aldeas están conectadas mediante el uso de la banda ancha.
La política social de China se basa en la producción y el desarrollo. No se les da dinero en efectivo a los ciudadanos, pues los volverían “atenidos” y no los sacaría de la pobreza. Por el contrario, el Partido Comunista de China (PCCh) destina responsables en cada familia para instruirlo de manera práctica sobre cómo pueden salir de la pobreza y vigila el cumplimiento de las metas en plazos específicos. La tecnología de información más moderna o actualizada permite al gobierno socialista resumir en poco más de 100 datos las limitaciones económicas, las capacidades y opciones que cada una de las familias en extrema pobreza tienen para superar ésta y para permanecer en el estatus de una sociedad modestamente acomodada. Lo asombroso de esta hazaña es que, con esta política, China ha logrado sacar a millones de personas de la mayor miseria y atiende a millones de familias para que mantengan su nuevo nivel de vida.
Actualmente, el reto de la RPCh consiste en trabajar para que la concentración de la riqueza que ahora existe, derivada de la naturaleza del mercado, no se convierta en un factor que frene su actual desarrollo y que distorsione los avances de la sociedad socialista que ha construido. Sin embargo, está usando la ciencia de los datos precisamente para diseñar una matriz de producción y distribución de la riqueza material evitando que, pese a sus virtudes, el mercado interfiera en este objetivo. Se abre el campo para seguirse desarrollando y, si se me permite, superar al mercado mediante la evolución de la producción y la distribución científica de la riqueza creada por los trabajadores. ¿Es posible alcanzar esa condición? Definitivamente, China nos ha demostrado de lo que es capaz cuando el pueblo es el eje rector de las decisiones del gobierno y el PCCh es la vanguardia científica de ese gobierno y del pueblo chino.
[1] https://sre.gob.mx/images/stories/docnormateca/manexte/embajadas/moemchina.pdf
[2]https://tradetankmx.com/t-mec-el-peligroso-articulo-32-10-integracion-basada-en-el-proteccionismo/
[3] https://www.elfinanciero.com.mx/economia/china-saco-de-la-pobreza-extrema-a-100-millones-de-personas-en-ultimos-8-anos-embajador-en-mexico/
[4] https://dplnews.com/china-ya-conecto-todas-sus-aldeas-rurales-con-banda-ancha/
Los hechos son más valiosos que el discurso; la franja y la ruta es lo que realmente necesitan los países en desarrollo.
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Escrito por Brasil Acosta Peña
Doctor en Economía por El Colegio de México, con estancia en investigación en la Universidad de Princeton. Fue catedrático en el CIDE.