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Purgas y desconcierto en Estados Unidos. Una nación rota
En su compulsión autoritaria, el actual presidente de Estados Unidos (EE. UU.) deja su legado de furia e intransigencia a los más de 320 millones de estadounidenses y al mundo entero.
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La lucha por el poder al interior de la plutocracia estadounidense, agudizada tras el apretado resultado de la elección presidencial, se expresa en la incontenible saña con que Donald John Trump ordena magnicidios a miles de kilómetros y tiránicas purgas contra quienes supone desleales. En este tenso clima político, las cúpulas se reposicionan, se distancian los inversionistas extranjeros y millones de ciudadanos, desconcertados, ven aumentar la polarización y alejarse una democracia plena.

En su compulsión autoritaria, el actual presidente de Estados Unidos (EE. UU.) deja su legado de furia e intransigencia a los más de 320 millones de estadounidenses y al mundo entero. A menos de 50 días de que Joseph Robinette Biden asuma como el 46º presidente, Trump obstaculiza cada paso de la transición. Febril, emite acuerdos ejecutivos desde la Oficina Oval que vaticinan un futuro violento en los próximos años.

Posicionado como vencedor en la elección, Biden lanzó un mensaje al mundo nada tranquilizador con la frase “Estados Unidos está de regreso”. Él, como Trump y el uno por ciento de beneficiarios del imperialismo, piensa que EE. UU. es todavía una nación excepcional como cuando tuvo un dominio mundial sin precedentes, y desplegó su capital económico y militar, prosperidad que no concilió con algunos sectores sociales que se vieron excluidos y fuertemente reprimidos.

Estas contradicciones apuntalaron el declive de la superpotencia y, para evitar esa catástrofe, fue electo Trump, quien esgrimió el lema “¡América primero!”. Con idéntico espíritu supremacista, hace días, el virtual presidente electo Joe Biden declaró: “¡América está de regreso!”. Desafiante, aseguró que su gabinete refleja que “EE. UU. está listo para liderar el mundo, no para retirarse de él”.

Sin embargo, apenas podrá atender las urgentes necesidades de su nación como para restaurar el rol global de su país. Basta ver la perfecta división sociopolítica que dibujó el mapa del resultado electoral: en el centro, estados con el rojo republicano; y en los bordes y las costas, estados en azul demócrata.

Biden

Por Trump votó el nacionalismo blanco y los escépticos del sistema; por Biden votaron los universitarios, quienes reivindican sus derechos en las protestas, y las corporaciones militares y mediáticas. Por tanto, analizar lo que sucede y que vendrá a futuro en la superpotencia, nos exige recurrir a lo que Loïc Wacquant llamó “la sociología del hiperpoder”.

El legado separatista de Trump es innegable, por eso rozó la reelección y se postulará en 2024; millones de estadounidenses consideran “patrióticas” sus políticas antiinmigrantes y antiglobalización. Por ello sería errónea una lectura binaria de ese resultado electoral, advierte el analista Jorge Troisi.

La nueva geografía partidista también mostró un país cuyo Producto Interno Bruto (PIB) es 3.5 por ciento menor al de 2019 y no recupera la mitad de los 22 millones de empleos perdidos por la pandemia.

De ahí que Stephen Miller escribiera en The Huffington Post: “Los estadounidenses apoyarán lo que garantice a ellos, sus hijos, padres, esposos, tíos, primos y sobrinos que al abrir la economía conseguirán empleo o que conserven sus puestos quienes ya lo tenían”.

Purgas y golpes colaterales

28 de octubre. Por amenazas de Trump, Western Union cierra en Cuba su oficina de envío de remesas. El Departamento del Tesoro amenazó con sancionarla a partir del 27 de noviembre, lo que dificultará que los cubanos reciban remesas desde EE. UU.

Nueve de noviembre. Trump cesa de forma fulminante, vía Twitter, al Secretario de Defensa, Mark Esper. Terminan así 16 meses de desacuerdos sobre el uso militar para sofocar protestas y el retiro de fuerzas en Medio Oriente.

10 de noviembre. El Fiscal General, William Barr, ordena investigar fraude en los comicios. El aliado de Trump ordena atender solo casos sustanciales y evitar denuncias fantasiosas. Horas después dimite el fiscal jefe de delitos electorales, Richard Pliger; alega que la orden de Barr deroga una norma de 40 años de no interferencia.

15 de noviembre. Anuncia el retiro de dos mil tropas de EE. UU. en Afganistán para enero de 2021 y una cifra igual en Irak, lo que solo supone un cambio relativo en la ocupación.

17 de noviembre. Trump abre a la industria petrolera el último refugio del Ártico en Alaska. Otorgó concesiones de petróleo y gas en seis mil km2 a lo largo del océano Ártico, denuncia Earthjustice.

18 de noviembre. Trump despide, con efecto inmediato, a Chris Krebs, director de la Agencia de Ciberseguridad del Departamento de Seguridad, porque no avaló su hipótesis de fraude electoral. Krebs descartó irregularidades: “no tienen fundamento o son técnicamente incoherentesˮ.

19 de noviembre. Tras la elección, Trump congela los salarios de trabajadores agrícolas con visado temporal.

23 de noviembre. Ordena que se haga lo necesario para organizar la transición de poderes.

25 de noviembre. Advierte: “No dejen que Biden se atribuya el mérito por el desarrollo y distribución de la vacuna anti-Covid19, porque el de las vacunas fui yoˮ.

27 de noviembre. Pacta con Israel el asesinato del más importante científico nuclear de Irán, Mohsen Fakhrizadeh, en un ataque al norte de este país.

Salga a hombros o por la puerta trasera de la Casa Blanca, Trump dejará una nación rota. Por eso, los demócratas recuperarán el gobierno, pero no el rumbo de EE. UU., que hoy semeja a dos naciones y un Estado que se enfrenta a dos modos de vivir en su país y ante el mundo, afirma el investigador del Bryn Mawr College, Ignasi Gozalo-Salellas.

Legado de encono

Mal perdedor, después del tres de noviembre, Trump alegó una ventaja mínima pero sólida sobre su rival, y presionó por la vía legal un cambio en el resultado electoral. Por ese rechazo, se confrontó con la Administración General de Servicios (AGS) al afirmar que esa instancia no determina quién será el próximo presidente de EE. UU.

Ante la consumación de los hechos, el magnate aceptó a regañadientes gestionar el traspaso de la presidencia a su adversario. Sin embargo, todo anuncia que su despliegue judicial para impugnar el resultado electoral cerrará la puerta a la política antes de dejar la Casa Blanca.

El encono del visceral multimillonario se atizó tras sufrir afrentas de sus propios aliados. En un acto inédito, las televisoras ABC, CBS y NBC interrumpieron a Trump cuando denunciaba fraude y atacaba al sistema electoral sin mostrar evidencias. Ello mostró el poco deseo de las corporaciones por correr riesgos, pese a que él las favoreció.

Trump

Ya el siete de noviembre, cuando Biden alcanzó suficientes votos electorales para sucederlo en la presidencia, Trump abandonó toda agenda oficial, y en la Casa Blanca comenzó a rumiar cómo revirar esa humillante situación. En dos semanas lanzó más de 400 tuits de repudio al resultado electoral, por ello los analistas advierten ¡Cuidado con Trump! Pretende seguir vivo en política.

Su polémico abogado Rudolf Giuliani sostiene que el fraude fue “un plan nacional” gestado en ciudades con grandes núcleos de afroamericanos para sacar al magnate del poder. Esta incendiaria retórica, con la venia republicana, es una estrategia para entorpecer la transición con Biden, dejarle un país confrontado y un mundo receloso.

La agencia de información cubana Prensa Latina describe así lo que sucede: “Tras la elección presidencial, EE. UU. es un río revuelto donde los obstáculos evitan que el pescador Donald Trump obtenga la reelección. Sin llegar a ninguna parte en los tribunales, su disperso esfuerzo para anular la victoria de Joe Biden se desplaza sin sentido. En el río revuelto que es EE. UU. no habrá ganancias de pescadores, pero Trump sigue siendo un peligro”.

El sucesor

Joe Biden será el presidente de un país que ya no marca las pautas del control global y que con sus partidos diluidos no es la democracia ejemplar. Abogado, historiador, graduado en ciencias políticas y veterano senador, el virtual mandatario es un eficaz camaleón. Para arrebatarle a Bernie Sanders el voto del sector progresista del partido demócrata, reemplazó su discurso conservador por uno populista. En la campaña explotó su faceta de político moderado para contrastarla con la agresividad de Trump.

También ocultó los aspectos más negros de su biografía política. Sus vínculos con el Complejo Industrial Militar y los sectores financieros de Wall Street anticipan una presidencia militante. No se olvida que tras la crisis financiera de 2008, siendo senador (1973-2009) respaldó la deuda de las corporaciones y bancos.

Como vicepresidente (2009-2016), apoyó todas las operaciones ofensivas ilegales de la Agencia Central de Inteligencia (CIA) y del Departamento de Estado en el mundo. Respaldó los golpes de Estado contra Manuel Zelaya (Honduras), Fernando Lugo (Paraguay), Dilma Roussef (Brasil) y la intentona contra Rafael Correa (2010). También defendió el asesinato de Muammar El Khadafi, que antecedió a la invasión contra Libia, así como la guerra contra el terror en Irak, Afganistán, Siria, Somalia y Yemen.

Pese a ello, Biden se presenta como el único político capaz de liderar el retorno a una cierta normalidad, tras el caos que dejan cuatro años de presidencia de Trump y la pandemia. No escatima los gestos propagandísticos (nomina a mujeres y negros en su gabinete, ofrece a los más vulnerables acceso a la salud), táctica que le ganó la cifra inédita de casi 70 millones de votos populares.

Propone un gabinete de veteranos vinculados al gobierno de Obama y antiprogresistas, como su amigo de 20 años en el Congreso y nominado a Secretario de Estado, Anthony Blinken. Alejandro Mayorkas, para ser el primer cubano americano como Secretario de Seguridad Interior. Como Asesor de Seguridad Nacional, nominó a Jake Sullivan, un miembro de la clase política tutelada por los Clinton y al exsecretario de Estado John Kerry, como su enviado especial para el Cambio Climático.

Para allegarse al electorado cansado del machismo de Trump, Biden propuso a dos mujeres: como embajadora ante la Organización de las Naciones Unidas (ONU), a la diplomática Linda Thomas-Greenfield, quien afirmó: “El multilateralismo está de regresoˮ. Y para ser la primera jefa en la Dirección de Inteligencia Nacional (DIA), a la exdirectora sustituta de la CIA, Avril Haines.

A seis semanas de que asuma el Poder Ejecutivo en EE. UU., Biden y su equipo ya disponen de fondos y apoyo logístico (oficinas, herramientas tecnológicas) que le proporciona la Administración de Servicios Generales. En un segundo plano, Donald Trump mueve a sus sicarios para complicarle el trabajo.

 

Biden

 

Guerra por el senado

Trump y Biden también libran su batalla en el Congreso, aunque los legisladores se comprometieron a ser “políticos y pacíficos para evitar el declive de EE. UU.ˮ. Sin embargo, la mayoría republicana sostiene que los votos aún no son definitivos para determinar quién tendrá la mayoría en el Senado, pues todo indica que estará dividido exactamente a la mitad. Todo depende de la segunda ronda electoral en Georgia y sus dos electores.

Y a pesar de que tradicionalmente el Senado ha respaldado a la mayoría de nominados presidenciales, el líder del Comité de Relaciones Exteriores (CRE) en el Senado, Marco Rubio, amenazó con obstruir la designación del nominado por el demócrata al Departamento de Estado. A su vez, el senador Tom Cotton advirtió que Biden está rodeado por “osos pandaˮ que lo presionarán para suavizar su actitud hacia China.

Al respecto, el senador demócrata Bob Menendez, que también es miembro del CRE, declaró a Reuters que si los republicanos son reacios a confirmar al equipo propuesto por Biden, “indicaría que no quieren que la nación trabaje como debe serˮ. Por su parte, el asesor del excandidato, Jen Psaki, explicó a CNN que no es necesario fabricar en el Senado, pues “no creo que los estadounidenses lo tolerenˮ.


Escrito por Nydia Egremy .

Internacionalista mexicana y periodista especializada en investigaciones sobre seguridad nacional, inteligencia y conflictos armados.


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