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La 4T se lava las manos
El Producto Interno Bruto (PIB) del país sigue estancado; y lo único que vemos es cómo los empleos se pierden por miles.
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Llegó la Semana Santa y, para el pueblo mexicano, que por más de 500 años ha sido amamantado por la religión cristiana, esta liturgia es una de las más importantes. Y no es para menos, pues en ella se conmemora el sacrificio del Cordero de Dios, con el que el hombre se redime y el cristianismo tiene un sentido liberador. Lo revolucionario del Cristo fue, sin duda, que pregonó la igualdad entre los hombres ante Dios cuando prevalecía la esclavitud de muchos de sus semejantes. Su pregón “amaos los unos a los otros” fue una sugerencia que costó la vida a Cristo. Pilatos, su verdugo, dictó una sentencia para dar gusto al conservadorismo recalcitrante, para resguardar el orden de las cosas; y para evadir su responsabilidad por este crimen, se lavó las manos. Hoy para el pueblo no han cambiado las cosas: la brecha entre poseedores y desposeídos es cada vez más grande. Las mercancías dominan al hombre y éste, al igual que en los tiempos de la esclavitud, también es comprado o vendido como una de ellas. Lo sagrado, con sus rituales, tiene precio; y la cuaresma y la semana final del Señor pierden su santidad cuando las leyes del mercado la alcanzan, se encarecen los precios de los productos y los destinos de playa se vuelven un jolgorio comercial donde el pueblo desembolsa sus últimos centavos. Con la salvedad de que, en esta ocasión, la peligrosa plaga que nos azota, puede hallar, en las aglomeraciones, el impulso que necesita para formar una tercera ola de contagios y fatales decesos.

Los Pilatos de ahora continúan lavándose las manos y, por lo mismo, no son responsables de la terrible situación que vivimos. “Se lavan las manos” del casi medio millón de mexicanos que el Covid-19 ha matado; y maquillan las cifras de los otros contagiados responsabilizando a los afectados o a los gobiernos anteriores que le entregaron un sistema de salud desmantelado; y para solidarizarse con el sufrimiento del pueblo mexicano, tanto el señor Presidente como su subsecretario de Salud, Hugo López-Gatell, desaparecieron un rato de los escenarios públicos para hacerse de nuevo presentes como si fueran unos héroes. Pero las fosas de los panteones y el dolor de miles de familias con parientes infectados por el Covid-19 son la principal denuncia de su ineficiencia y sus cifras mentirosas. Con respecto a la inseguridad pública pasa lo mismo, como se evidencia en estos días, con el sensible incremento de los feminicidios. El Presidente condena estos movimientos y, como buen samaritano, espera la conversión de los delincuentes porque ellos también son personas. De nada sirve que las víctimas o sus familiares exijan justicia, el Presidente es sordo al clamor popular que le exige garantizar la seguridad pública, ya que el país se desangra y las muertes por violencia delictiva son tan cotidianas o simples como, de hecho, lo es la única alternativa que ofrece a los delincuentes: abrazos. La corrupción, que ofreció lavar de arriba abajo, no aplica para todos.

La mano izquierda de la “Cuarta Transformación” (4T) pretende aparecer como limpia; pero los miembros empoderados de su gobierno reciben sobornos con la mano derecha creyendo que así pueden engañar al pueblo, que está muy atento a su enriquecimiento ilícito. Los morenistas se vanaglorian también con la idea de que México tiene hoy “el mejor gobierno en el peor momento”, pero el pueblo ve con pesar cómo sus ingresos han disminuido, los productos de la canasta básica se alejan de sus posibilidades y la gasolina, que resulta altamente inflacionaria, no baja de precio como le habían prometido. El Producto Interno Bruto (PIB) del país sigue estancado; y lo único que vemos es cómo los empleos se pierden por miles y la pobreza ha aumentado en 10 millones, precisamente durante el gobierno que decía que “primero eran los pobres”. Éstos cargan hoy la pesada cruz que ha colocado sobre sus espaldas la 4T.

Evadir, tender cortinas de humo, negar, mentir, ocultar, recurrir a una fraseología enfermiza, pensando que con ello pueden negar la crisis económica, sanitaria y de seguridad, es jugar al loco mientras el pueblo pasa las más crudas penurias. Por tanto, el único camino que hay es que el pueblo se organice y se eduque; pues solo de esta manera podrá librarse de los truhanes de ahora y de los que se vislumbran en el futuro próximo. 


Escrito por Capitán Nemo

COLUMNISTA


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